Viernes, 26 de Abril de 2024

El cáncer y una tercera oportunidad

PerúEl Comercio, Perú 19 de julio de 2018

Testimonio ? Entrar y salir del quirófano sin dudar es otro modo de hacerle la guerra a la enfermedad ? Es fundamental la confianza entre el paciente y el médico tratante ? El ?para después? debe desterrarse.

Por Bomba de cobalto



El 11 de octubre del 2015, luego de que mi oncólogo me diagnosticara cáncer de mama, la entonces editora del semanario Viù!, de El Comercio, me propuso que escribiera sobre ello. Como era la segunda vez que estaba batallando contra el cáncer ?la primera vez fue en 1997, por neoplasia en el colon derecho?, la idea era compartir columnas testimoniales con los lectores sobre aspectos clínicos, emocionales y utilitarios de ese desafío.





El seudónimo que usé para escribir esa serie de 11 entregas fue Bomba de Cobalto, en alusión directa a la máquina de radioterapia que se usa para el tratamiento de algunas enfermedades como el cáncer. Sigo firmando así porque mi objetivo al escribir es que predomine la tutoría a otros pacientes y no el nombre de la autora.





La primera columna se llamó ?Sin tiempo ?ni paciencia? para el cáncer?. Ahí relataba las recomendaciones que me dio el médico para preparar mi cuerpo, adaptarlo a la realidad que le tocaría vivir durante el tiempo que duraría la quimioterapia y la radiación. A medida que avanzaba el tratamiento entendí que un servicio de orientación de calidad es clave para ahuyentar el temor y sentirse renovada frente al desafío de la verdad.





Publiqué la última columna de la serie el 29 de mayo del 2016, mes y medio después de terminar el tratamiento con radioterapia externa. La titulé ?Renacer? porque el pelo que perdí había vuelto a crecer, ahora más crespo y gris. En ese momento sentí que mi cuerpo le susurraba al oído de quienes sabían del proceso por el cual había estado atravesando que todo había vuelto a la normalidad. Las piezas finalmente habían encajado.





El propósito de mis textos fue compartir la urgencia de hablar, de preguntar, de explorar y explotar. De resolver las dudas de otros pacientes, dar respuestas a sus miedos, aligerar su carga de culpa ? el ?¿por qué a mí?? ?, gracias a la colaboración de médicos, psicólogos, nutricionistas. Hay una necesidad de que las personas que nos encontramos en ese trance tengamos acceso a información relevante y oportuna antes de someternos a un tratamiento para neutralizar el estrés y la desconfianza mientras enfrentamos las vicisitudes del cáncer. Escribía con el pretexto de explicar a otros lo que estaba pasando y, de paso, iba entendiendo yo más de mi lucha.





?La tercera vez?





Tres años después de comenzar esa serie de columnas vuelvo a sentarme frente a la página en blanco. Hace unas semanas regresé al quirófano para una histerectomía (extracción total del útero). La razón fue que mi endometrio ?capa que cubre el útero? tenía un espesor de 15,2 mm. El rango normal por mi condición menopáusica y con 59 años es de máximo 0,5 cm. Mis médicos me explicaron que soy un paciente en riesgo (cáncer de colon y de mama) y había que encontrar las causas del engrosamiento: consecuencia del medicamento que tomo (terapia complementaria para el cáncer de mama) o la existencia de un nuevo carcinoma. Teníamos que actuar de prisa.





Entrar y salir del quirófano con tanta velocidad es posible también porque confío en lo que mis médicos dicen. Algo que agradezco es que ellos siempre me han permitido ?tener vela en mi entierro?. Me resuelven mis dudas o al menos me orientan sobre lo que debo esperar de cada procedimiento.





Al día siguiente de la intervención laparoscópica, le comenté al cirujano que tenía un dolor en los lados laterales del cuello como si hubiese dormido en mala posición. Era algo menor, pero él se dio el tiempo de darme una exhaustiva explicación: ?La laparoscopía utiliza gas de CO2 para insuflar la cavidad abdominal y permitir el ingreso de la cámara y pinzas. Es como inflar un globo. Eso produce distensión del diafragma, por lo que se siente una molestia debajo de las costillas como gases. El nervio del diafragma se llama nervio frénico y se irrita. Al tener su origen en la región cervical duele como una contractura en el cuello que dura de 24 a 48 horas?. Transcurrido ese tiempo, el dolor ya se había esfumado.





Para nuestra felicidad, el tejido estaba limpio. Quizás jugó a mi favor que me hiciera prontamente la ecografía transvaginal que me indicó mi ginecólogo. Es probable que si hubiese dicho ?qué flojera, me la hago después?, el final de la historia sería otro.





Me apena no decir lo mismo de algunos auditores médicos. Ellos no se ponen en los zapatos del paciente; por el contrario, suelen velar por la correcta administración de los recursos de las empresas aseguradoras a las que representan. Mantengo la esperanza de que más temprano que tarde se entienda que el paciente es el centro del círculo virtuoso de los sistemas de salud público y privado.





Algunas recomendaciones





Confíe en su médico.





Si tiene preguntas y dudas, llévelas por escrito para tener una retroalimentación con su médico.



Lleve anotados los nombres de los fármacos, vitaminas, minerales o medicinas alternativas, gramaje, dosis, frecuencia y la razón por las que los toma.





Si algún fármaco no le cae bien, avísele a su médico para buscar alternativas.





Hágase los exámenes que le indique su médico. Incluya las pruebas para el riesgo quirúrgico. En prevención vale el AHORA y no el DESPUÉS lo hago. Puede ser demasiado tarde.





Si va a tener más de tres semanas de reposo, prepare su plan de ocio con anticipación (juegos de mesa, manualidades, libros para leer, etc.).

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