Sábado, 27 de Abril de 2024

Igual hay que competir

ChileEl Mercurio, Chile 15 de enero de 2019

La selección Sub 20 no tiene por qué cargar sobre sus hombros las pesadas mochilas de frustraciones pasadas

La selección Sub 20 no tiene por qué cargar sobre sus hombros las pesadas mochilas de frustraciones pasadas. Ni siquiera el DT Héctor Robles, quien luego del fracaso de la Sub 20 que él dirigió en Ecuador, debe pensar que ahora debe dar muestras de suficiencia. Lo pasado, si bien no pisado en su totalidad, al menos debe ser relegado a un plano más secundario. No por indulgencia, sino que por mínima justicia. En estos torneos que convocan elementos jóvenes ("juveniles" parece a estas alturas ser hasta despectivo), todo se centra en las potencialidades de una generación específica. Claramente, esto no significa que no haya que establecer ciertos estándares a la Roja Sub 20 (no "Rojita" ni "Roja chica", donde lo despectivo incluso se incrementa) ligados, por cierto, a la obtención de resultados. El torneo no es solo un mercadillo para que los representantes hagan pingües negocios o los clubes eleven la cotización de sus figuras, sino que es, esencialmente, una competición químicamente pura que tiene premios: alcanzar uno de los cuatro cupos disponibles al Mundial de Polonia, y uno de los tres a los Panamericanos de Lima (además, por cierto, el título sudamericano de la categoría). No es poco.
Bajo esa perspectiva, cabe preguntarse si es que esta generación en particular tiene las armas como para pelear todas estas instancias.
Son pocas, en verdad.
Si uno centra la discusión sobre la garantía relativa que puede dar la política de trabajo de los jóvenes en el fútbol chileno, habría que dudar de la capacidad de este equipo.
Pese a que en los últimos años se mantuvo el cuerpo técnico de las selecciones jóvenes aun con los magros resultados obtenidos por la Sub 20 y Sub 17 anteriores (esta última, si bien se clasificó al Mundial de India, tuvo ahí una vergonzosa participación), no se ha producido una mayor explosividad de jugadores menores de 20 años en los primeros equipos. Ni siquiera la obligatoriedad de colocarlos una cierta cantidad de minutos en los torneos ha logrado ese objetivo. Con esa regla emergieron algunos, se mostraron varios. Pero casi ninguno sorprendió. El lesionado y descartado volante de la UC Ignacio Saavedra fue una excepción. Y punto.
Para qué hablar de los cambios que una y otra vez se hacen de los torneos de menores. Prima casi siempre el interés económico por sobre el deportivo. Así, ni Merlín...
Por cierto, los pecados no pueden ser atribuibles solo a las instancias federativas. Los clubes son los principales responsables.
Las series menores se convirtieron en el patio de atrás de las instituciones. Es el ítem en el que se tiende a ahorrar. No están ahí los mejores DT, sino que, en algunos casos, se privilegia al profesor de media jornada. Pocas instituciones forman centros de detección. Ninguno convoca para discutir cómo se quiere que jueguen los futbolistas chilenos. Los ejemplos holandés, belga, francés e inglés ni los conocen. Pero igual quieren ganar títulos y vender a Europa.
La esperanza, en todo caso, no hay que perderla. Basarla en algunos aspectos, como el aprendizaje que tuvo Robles de su primera experiencia o en confiar en la madurez que pueden haber alcanzado Marcelo Allende, Axl Ríos, Nicolás Guerra, Kennet Lara, Nicolás Fernández o Iván Morales jugando por sus equipos.
Ojalá que se dé. Porque a pesar de que tienen todo el contra, se les calibrará por su nivel de competividad. Como debe ser.
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