El Comercio, Perú
23 de mayo de 2019
Convocatoria para desarrollar proyectos de responsabilidad social en el país está dirigida a escolares desde tercero de secundaria.
Por María del carmen yrigoyen
Desde que se fundó el programa Splash, en el 2015, 2.672 adolescentes han contribuido a solucionar algunos problemas que aquejaban a diversas comunidades del país. Lejos del asistencialismo, los jóvenes tuvieron que pensar en proyectos creativos de responsabilidad social que contribuyeran a mejorar la vida de otros.
Cada equipo de estudiantes decide a quién ayudar. Un grupo, por ejemplo, arregló un local comunal en Villa María del Triunfo y dejó una granja de cuyes. Otro alumbró una calle con paneles de energía solar. También ha habido equipos que han optado por ayudar a cunas, asilos, otros centros de estudios y albergues de animales. ?Nosotros los guiamos a través de nuestro manual a detectar un problema en su entorno y analizar los recursos con los que cuentan para solucionar el tema en 17 semanas. Luego, les brindamos asesorías online o de manera presencial en su colegio cuando lo solicitan?, cuenta Fina Camet Piccone, fundadora del programa. El año pasado participaron 121 equipos de 47 colegios (72 equipos de Lima y 49 de provincias). En total, 1.121 escolares. ?Los jóvenes se sorprenden ellos mismos de lo que son capaces de realizar con muy pocos recursos económicos. Con buena motivación, con herramientas de gestión y liderazgo son capaces de crear soluciones importantes y trascendentes?, dice Camet. Añade: ?Los jóvenes son muy sensibles a los problemas de su entorno. Quieren un Perú mejor?.
Este año, Splash espera que 1.500 adolescentes se sumen al programa. Las inscripciones se cierran este domingo 26 de mayo y se realizan en la web splash.org.pe. Pueden participar los escolares de todos los colegios del país que cursen del tercero de secundaria en adelante.
?En el 2018?
Uno de los proyectos ganadores del año pasado fue el del grupo Jelyi, del colegio María Montessori de Piura, que habilitó, con material reciclable, un vivero en una escuela pública de Paita. Además, implementó un sistema de riego con agua de mar desalinizada.
?Ese proyecto fue increíble. Con material muy simple y un proceso de decantación de la sal por gravedad regaban las bateas donde habían plantado tomates, lechugas, espinacas. Era un biohuerto en bateas. Además, enseñaron a los niños del colegio el procedimiento para que lo repitan en sus casas?, recuerda Camet.
Otro de los grupos, Exan, del colegio La Salle, logró reducir la anemia en la escuela Santiago Apóstol de la comunidad de Punchauca, en Carabayllo. Realizaron campañas sobre hábitos de higiene y alimentación, ferias gastronómicas, y demostraciones sobre cómo preparar alimentos ricos en proteínas y hierro a bajo costo.
Con la colaboración de dos padres de familia médicos y la autorización del resto de padres del colegio beneficiario, tomaron muestras de sangre a los estudiantes al inicio y término del proyecto. El resultado fue que el 64% de la población estudiantil había superado la anemia.
