Miércoles, 16 de Julio de 2025

Otto Kernberg "Hay una sensación de soledad y aislamiento profundo"

ChileEl Mercurio, Chile 19 de mayo de 2020

A sus 91 años, el psiquiatra austríaco, formado en Chile y conocido a nivel internacional por sus aportes al psicoanálisis, describe los costos y desafíos de vivir en una sociedad híperconectada, donde el amor profundo es el principal damnificado.

No es fácil tener 91 años y vivir en Nueva York, la ciudad más impactada por la pandemia de covid-19 en Estados Unidos. Pero el reconocido psiquiatra Otto Kernberg -quien presidió la Asociación Internacional de Psicoanálisis y ha hecho grandes aportes a su área, como la creación de una terapia específica para trastornos graves de la personalidad (PFT o Psicoterapia enfocada en la Transferencia) y la definición del trastorno límite de la personalidad o borderline- no se detiene. Hoy dedica el 50 por ciento de su tiempo a ver pacientes en tratamientos de largo plazo o interconsultas, otro 25 por ciento a la enseñanza en la Universidad de Cornell y otro 25 por ciento a la investigación y las conferencias. Todo en modo remoto.
-Llevamos un buen tiempo en cuarentena: estamos acostumbrados a hacer trabajo psicoterapéutico de esta manera. Mientras el cuerpo aguanta, voluntad no falta -dice desde su casa.
-Usted transmite una mirada muy positiva de la vejez.
-Bueno, no sé, diría que es más bien una mirada realista. La vejez tiene problemas y aspectos positivos. Yo, aunque tengo un temperamento optimista, creo que es mejor mirar la realidad tal como es.
-¿Qué reflexiones le ha despertado la crisis del covid-19?
-Estados Unidos está envuelto en un conflicto existencial entre protección de la salud colectiva y reactivación económica que ha sido mal manejado desde la cima, lo que nos afecta a todos. A la larga, creo que se generará una organización internacional de prevención contra epidemias virales, con autoridad asegurada, que nos protegerá de la contaminación política sobre los esfuerzos (que se hacen para abordar la pandemia).
El coronavirus ha obligado al mundo a detenerse, con cuarentenas totales o parciales, y a andar más lento. Han surgido voces críticas del acelerado estilo de vida que llevábamos antes de este frenazo forzado. Pero Kernberg, otra vez, es ponderado.
-Este mundo que tanto se critica ha significado un aumento enorme del potencial para grandes sectores de la población. Gran parte de la humanidad vivió en condiciones precarias por miles de años, toda su energía se iba en producir lo suficiente para no morir de hambre. La situación actual tiene aspectos positivos. Pero no podemos negar que un ritmo de vida demasiado acelerado tiende a superficializar a las personas. Vemos una tendencia a no comprometerse en relaciones profundas; dificultades para saber a qué quiere uno dedicar su vida; dificultades a la hora de apreciar o enjuiciar apropiadamente a otras personas. Vemos personas que aprenden maneras fáciles de relacionarse socialmente, pero con una sensación de soledad y aislamiento profundo.
-¿En qué pie quedan, en este contexto, el amor y las relaciones de pareja?
-A veces esta superficialidad se expresa en problemas para unir amor y sexo. Parecería una unión muy natural, pero sin embargo exige un trabajo interno importante. Es un logro de madurez, esto de unir el interés emocional tierno e idealizador del amar con la excitación sexual y la gratificación de la intimidad sexual. Hay personas que mantienen esas dos cosas aisladas, y el resultado es un empobrecimiento de los vínculos. Es la problemática frecuente de parejas que se llevan mal y mantienen una superficie socialmente adecuada, pero tienen un vacío en su relación que compensan con relaciones múltiples paralelas. Esto les da cierto equilibrio, pero no les quita la soledad.
El amor, dice Kernberg, sigue siendo una aspiración fundamental para el ser humano.
-Pese a todos los cambios sociales, culturales y políticos, la posibilidad de establecer una relación a largo plazo o permanente con una pareja con la cual hay amor mutuo, entendimiento en el plano de las aspiraciones de la vida consciente, en lo sexual, en las aspiraciones sociales y culturales que enriquecen su vida, con satisfacción permanente y creciente, es una situación que sigue siendo tan óptima o ideal como lo ha sido hace cientos o miles de años...
-¿Por qué para muchos es difícil lograr eso?
-Por el arrastre de problemas inconscientes infantiles. Esa es la respuesta más simple. Se repiten para resolverlos, sin que uno se dé cuenta. En vez de resolverlos, los eterniza.
-¿Hay aspectos del mundo actual que lo hagan más difícil aún?
-Hay diferentes formas sociales en las que las tendencias humanas de siempre se manifiestan. El aumento del divorcio, por ejemplo, no significa que haya más problemas, sino que la gente se las arreglaba sin divorciarse. Del mismo modo, el desarrollo de movimientos políticos de personas con diferentes orientaciones o experiencias sexuales es una manera de encontrar afiliación social y al mismo tiempo tener un problema personal. Antes era solo personal. Se manejaba discretamente.
El psicoanalista está convencido de que el ser humano no cambia demasiado, por más que cambien las circunstancias que lo afectan. Durante la conversación, repite varias veces la idea de que los problemas que nos aquejan son siempre los mismos, solo que van tomando nuevas formas y se van conociendo mejor, lo que entrega más herramientas para el trabajo terapéutico. Su avanzada edad le da esa perspectiva, pero también sus estudios y el conocimiento que han acopiado los expertos en salud mental.
-Probablemente los seres humanos, durante el período del Imperio Romano, eran más parecidos a nosotros de lo que sospechamos -acota.
Con todo, el psicoanalista asegura que la hiperconectada vida actual es causa de mucha confusión, producto de la avalancha de información múltiple y a veces contradictoria a la que estamos expuestos, cosa que se ha visto mucho a partir de la crisis del coronavirus. Esto, dice, tiene costos personales y sociales. Pero tal vez no son los que esperaríamos.
-Los cambios que estamos viendo son realmente muy acelerados y no se pueden predecir. Hace 30 años se creía que los medios iban a normalizar el pensamiento convencional. Hoy sabemos que los medios se expresan en canales de información paralelos y totalmente incompatibles unos de otros; la gente tiende a rodearse de los medios que reflejan su posición. Se mantienen las mismas divisiones de siempre.
-Que las redes sociales las aumentan.
-Sí. Y este es uno de los grandes nuevos desarrollos psicoanalíticos: el conocimiento de mecanismos psicológicos como la escisión primitiva, la tendencia de dividir a la humanidad entre los buenos que somos nosotros y los malos que son los otros. Y pensar que podemos construir un mundo perfecto si liquidamos a todos los malos.
Esta escisión es el germen de lo que Kernberg llama "violencia social destructiva", concepto que se relaciona con el movimiento social que comenzó en octubre en Chile, donde conviven las demandas sociales y un alto nivel de violencia. Le tocó conocerlo y analizarlo cuando estuvo en el país en enero, invitado por el Instituto Chileno de Trastornos de la Personalidad. Cree que no atender las frustraciones que se expresan en las demandas sociales traería un aumento en los trastornos graves de personalidad.
-Una gran concentración de población, combinada con gran densidad, pobreza, criminalidad, destrucción de la familia, el desarrollo de una generación sin una estructura familiar, que crece en la calle, aumenta estos trastornos en la siguiente generación adulta -acota.
Pero, advierte, tampoco es sano instalarse en la queja permanente.
-Hay personas que están insatisfechas crónicamente con lo que están viviendo y eso es un problema. Hay que analizar hasta qué punto es un problema impuesto por la sociedad o derivado de una patología del individuo. A veces tenemos que ayudar a una persona a aceptar que aspiraciones irracionales llevan a desilusión. Es mejor despertar a lo que se puede hacer, y de la mejor manera.
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