Callejón de Sombrereros
Una ópera perdida de Beethoven
Brigitte y Jean Massin sostienen que nadie vigiló el departamento de Schwarzspanierhaus, donde murió Beethoven; "las puertas no estaban ni siquiera cerradas con llave", por lo que desaparecieron papeles y libros
Una ópera perdida de Beethoven
Brigitte y Jean Massin sostienen que nadie vigiló el departamento de Schwarzspanierhaus, donde murió Beethoven; "las puertas no estaban ni siquiera cerradas con llave", por lo que desaparecieron papeles y libros.
Javier García-Galiano
EL UNIVERSAL
Una tarde de finales de marzo de 1827, en Viena, el profesor Anton Schindler, que se presentaba como secretario de Beethoven, apareció en la casa de Franz Grillparzer "con la noticia de que Beethoven se estaba muriendo y sus amigos me pedían un discurso para que el actor Auschütz lo pronunciara junto a su tumba".
Grillparzer nació un año después de la muerte del emperador José II y meses antes de la de Mozart. Cuando tenía 13 o 14 años, en una velada musical, vio por primera vez a Beethoven, que "era todavía delgado; iba vestido de negro y, contrariamente a su costumbre posterior, con suma elegancia; tenía lentes, cosa que recuerdo porque más tarde dejaría de usar ese artilugio para remediar la miopía".
Cuando Grillparzer ya había publicado sus obras de teatro La antepasada, Safo, Medea y Ottokar, cuando el director de los teatros de la corte, el conde Moriz Dietrichstein, le comentó que Beethoven le había preguntado si podía conseguir que escribiera un libreto para una ópera.
"La petición, he de confesar, me causó ciertos trastornos", escribió Grillparzer en Mis recuerdos de Beethoven. "Por un lado quedaba bastante lejos para mí la idea de escribir alguna vez un libreto para una ópera y, por otro, dudaba de que Beethoven ?que entretanto se había quedado completamente sordo y cuyas últimas composiciones, con independencia de su valor, habían adquirido un carácter áspero que se me antojaba incompatible con el trato debido a las voces?, dudaba, digo, de que Beethoven fuera capaz de componer aún una ópera. No obstante, la idea de que un texto mío diera pie a que un gran hombre creara una obra que en todo caso sería sumamente interesante primó por encima de las demás consideraciones y acabé aceptando".
Hurgó entre los argumentos dramáticos que había anotado y halló dos que parecían admitir un tratamiento operístico. Finalmente se decidió por la fábula de Melusina. Trató de adaptarse a "las peculiaridades del estilo tardío de Beethoven mediante un predominio de los coros, recurriendo a vehementes y grandiosos finales y dando un carácter casi melodramático al tercer acto. Preferí no hablar antes con el compositor sobre el tema, puesto que quería conservar la libertad de mi concepción".
La última vez que lo vió, Beethoven le dijo: "Su ópera está acabada". "No sabría decir", escribió Grillparzer, "si se refería a que estaba acabada en su cabeza o si los innumerables cuadernos de apuntes en los que solía registrar ideas o figuras sólo comprensibles para él, con el fin de trabajarlas luego, contenían quizá fragmentos de aquella ópera. Lo cierto es que tras su muerte no se encontró ni una sola nota que pudiera relacionarse sin lugar a dudas con esa obra común".
Brigitte y Jean Massin sostienen que nadie vigiló el departamento de Schwarzspanierhaus, donde murió Beethoven; "las puertas no estaban ni siquiera cerradas con llave", por lo que desaparecieron papeles y libros. Sin embargo, Gerhard von Breuning confesó que en su convalecencia, Beethoven le reveló que "quería escribir otra ópera, pero no he encontrado libreto. Necesito uno que me inspire: debe ser algo moral y sublime. Nunca habría sido capaz de poner música a libretos como aquellos en los que Mozart ha trabajado. No podría tener la Stimmung que se requiere para temas licenciosos. He recibido muchos libretos, pero, como ya te he dicho, ninguno era como yo lo había deseado".