Se disparó la pobreza
Esta semana se supo que el número de personas que viven en condiciones de pobreza monetaria extrema aumentó en un alarmante 18,4 % en 2019 y los ingresos de los 10 millones de colombianos más pobres se redujeron más de 6 por ciento
Esta semana se supo que el número de personas que viven en condiciones de pobreza monetaria extrema aumentó en un alarmante 18,4 % en 2019 y los ingresos de los 10 millones de colombianos más pobres se redujeron más de 6 por ciento. Mientras tanto, los ingresos de los 10 millones más ricos siguieron aumentando. Hace mucho tiempo el país no veía tendencias tan regresivas. Semejante retroceso no es producto del azar. Las condiciones externas no podían haber sido más favorables, tanto por el lado del petróleo como de los mercados financieros. Esto quiere decir que las causas son internas. Lo que ocurrió es el resultado de preferencias políticas y decisiones económicas. No hay duda de que algo cambió para mal desde el punto de vista de la equidad. El país venía por una senda correcta de reducción de la pobreza y la desigualdad. Según el Dane, las personas en condición de pobreza -aquellas cuyos ingresos son inferiores a $ 327.674 por persona o $ 1’310.696 en un hogar de cuatro personas- bajaron del 40,8 % del total de la población en 2012 a 36,3 en 2014. Luego vino el choque petrolero que tumbó las exportaciones a la mitad y causó la pérdida de una quinta parte de los ingresos fiscales. Pese a esto, no se retrocedió y la pobreza se mantuvo estable hasta 2016. En 2017 se retomó la senda descendente, hasta alcanzar 34,7 % en 2018. La principal razón es que la política de ajuste adoptada, denominada ‘austeridad inteligente’, protegió el empleo y la inversión social. Lo increíble es que, en un entorno mucho más favorable, la pobreza haya vuelto a aumentar, hasta llegar a 35,7 % de la población en 2019. La pobreza extrema -o indigencia- es aquella que se da cuando las personas no tienen siquiera el ingreso suficiente para comprar una canasta de alimentos que proporcione 2.100 calorías diarias. El costo de esta canasta el año pasado fue de $ 137.350 mensuales por persona. En 2012, 11,7 % de la población se encontraba en esta deplorable condición. Para 2018 se había reducido a 8,2 %, pero el año pasado volvió a aumentar a 9,6 %. Es indispensable entender qué pasó, entre otras razones porque este año las cifras de pobreza y desigualdad van a empeorar mucho más por el covid-19, lo que hace imperativo tomar las medidas correctas para enderezar el rumbo. Aquí es donde entran en colisión dos enfoques económicos que muy posiblemente explican lo que ocurrió en 2019. Una escuela de pensamiento considera que la reducción de los impuestos al capital es la mejor forma de estimular el crecimiento económico. La ley de financiamiento de 2018 es el mejor ejemplo de este enfoque. Otra escuela considera que, en una economía como la colombiana, con un alto desempleo, lo mejor es bajar los impuestos sobre la nómina para que las empresas tengan el incentivo a contratar más mano de obra, lo que a su vez estimula la demanda. La reforma de 2012 es un claro exponente de esta visión. ¿Abaratar el capital para aumentar la cantidad de maquinaria o reducir los impuestos para estimular el empleo formal? Ese es el dilema. Las dos reformas mejoran la competitividad de las empresas, pero lo hacen a través de canales diferentes. Es evidente que lo que el país necesita en este momento es empleo. El propio FMI publicó esta semana un documento en el que muestra que la reducción de los impuestos al trabajo, al igual que los apoyos monetarios a los hogares pobres y los programas de inversión pública, son herramientas mucho más potentes de reactivación que la reducción de los impuestos al capital. Ayer se supo que el alto Gobierno les pidió a los técnicos del DNP retirar cualquier alusión a la reducción de los impuestos a la nómina como parte de la estrategia de reactivación. Para nadie es un misterio que la reducción de los llamados parafiscales es un asunto políticamente complejo, pero con grandes beneficios, como lo demostró la reforma de 2012. El Gobierno no debería tirar la toalla tan fácilmente. Lo que ocurrió con la pobreza en 2019 debe, cuando menos, poner al Gobierno a pensar. El crecimiento económico pasó de 2,8 % en el segundo trimestre de 2018 a 3,1 % un año después, pero 729.000 colombianos cayeron en la pobreza extrema. Más que cualquier otro objetivo, lo que se requiere es generar empleo y, de esa manera, reducir la pobreza.
No fue el covid
Mauricio Cárdenas