Domingo, 20 de Octubre de 2024

Diplomacia en la era Biden

ChileEl Mercurio, Chile 26 de abril de 2021

Los 100 primeros días de la diplomacia del Presidente Joe Biden han estado dentro de lo previsible conforme a su agenda, si bien dificultada por desencuentros con Rusia y China.

La prioridad de Biden y de los norteamericanos continúa estando en lo interno, en la recuperación económica y la pandemia. La política exterior seguirá centrada en la seguridad nacional y de sus aliados, interés este último abandonado por Donald Trump, que despreciaba el multilateralismo, minusvaloraba a esos aliados y adoptaba posiciones maximalistas al negociar con adversarios, salvo Rusia.
Hasta ahora, la decisión presidencial más importante ha sido confirmar el retiro de las tropas en Afganistán, siguiendo el compromiso de Trump. Comprende apenas dos mil soldados y ha merecido críticas de altos funcionarios militares y de inteligencia por estimar que dificultará la reacción y detección oportuna de nuevos ataques terroristas; traerá riesgos para la gobernabilidad de Afganistán y para los derechos humanos de su población, sin garantía de los talibanes de evitar estos serios peligros. En cualquier caso, Biden se impuso sobre el Pentágono con un costo interno menor. Pendientes están los resultados de su decisión de participar en negociaciones con Irán sobre desarrollo nuclear y la interferencia militar y participación iraní en el terrorismo en Medio Oriente.
Notable es que el primer invitado presencial a Washington -único hasta ahora- haya sido el Primer Ministro de Japón, Yoshihide Suga, lo que confirma la prioridad geoestratégica del Indo-Pacífico. Biden declaró su férreo apoyo (" iron clad ") a Japón, "para enfrentar unidos los desafíos de China". El visitante matizó, evitando confrontación con Beijing y agregando que su administración fomentará la resolución pacífica en las tensiones regionales.
América Latina, en la geopolítica de Biden, es absolutamente marginal, con la excepción de Brasil y México. Brasil, por su condición de potencia mundial y, particularmente, por su incidencia en el cambio climático, nueva prioridad de la diplomacia norteamericana, confirmada en la conferencia climática virtual desde Washington, la semana pasada, que reunió a cuarenta líderes mundiales, incluyendo a Xi Jinping y Putin. Destacada fue la participación y compromisos de Jair Bolsonaro.
México sigue siendo el principal y creciente interés bilateral de Estados Unidos en América Latina, más allá de las relaciones comerciales, por la crisis migratoria fronteriza, que se busca atenuar con limitada asistencia económica a países centroamericanos, origen de los migrantes. Hay escepticismo, confusión y dudas sobre la eficacia de tales políticas.
Respecto del resto de la región, no se han dado cambios en tres meses. Salvo un pronunciamiento condenatorio sobre la prisión de la expresidenta boliviana Jeanine Áñez y sus ministros, parecería que no hay prisa. La nueva estrategia para impulsar el reemplazo del régimen chavista no muestra aún manifestaciones ni resultados. Lo mismo respecto de Cuba: frente al retiro del poder de Raúl Castro, con quien Obama estableció flexibilidades y lazos personales, no ha tenido reacciones el Departamento de Estado.
China, el gran desafío; Rusia, factor de tensiónEl centro de la diplomacia de Estados Unidos es el desafío de China, hoy una política transversal y firme de demócratas y republicanos. Biden ha seguido activamente una línea dura, aunque manifestando siempre apertura al diálogo y buscando el apoyo de sus aliados.
En sus primeros tres meses, ha favorecido -con poco éxito- los contactos con Beijing. Se comunicó telefónicamente, por más de dos horas y sin mayores consecuencias, con Xi, a quien conoce desde hace años. Inútil fue el encuentro entre los cancilleres y sus asesores celebrado en Alaska. Por el contrario, han aumentado la represión en Hong Kong y las amenazas de China, con maniobras y vuelos, en la frontera de Taiwán; se sucedieron los entredichos derivados de las visitas de funcionarios y líderes norteamericanos a la isla y se repiten los ejercicios militares norteamericanos en el mar de China.
Interesante es que asesores de Biden en el Consejo Nacional de Seguridad sostenían en sus trabajos académicos que no cabe en este caso aplicar las políticas de la guerra fría, de disuasión, similares a las utilizadas con la Unión Soviética, que suponían su desintegración desde adentro. Los asesores afirmaban en sus publicaciones: "Como la presencia de China crece, Estados Unidos debería evitar, como lo hizo en la guerra fría, ver a terceros países solo en términos de su relación con su rival". Lo dicho difícilmente será practicado por EE.UU.; puede relacionarse con la posición del Gobierno chileno de "neutralidad activa" frente a las disputas entre Washington y Beijing.
En todo caso, existe la percepción de que la diplomacia de Biden ha sido incapaz de definir aún una política exterior de coexistencia pacífica con China.
Se anticipaba y se han concretado, en tanto, mayores tensiones entre Estados Unidos y Rusia, justificadas por las interferencias rusas en las elecciones presidenciales, la ocupación de Crimea, sus relaciones con los talibanes y, especialmente, por las ambiguas relaciones de Trump con Putin. Lo previsto se ha materializado con expulsiones de diplomáticos rusos, sanciones adicionales decretadas por Estados Unidos derivadas de nuevas denuncias de espionaje, reciente masivo despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania y la sostenida represión a disidentes, en particular el encarcelamiento de Alexei Navalny. Destacan los ácidos calificativos de Biden a Putin y el adjetivo de "maligno" al comportamiento ruso en la seguridad mundial. No sería de extrañar que los desencuentros aumenten, postergando la aceptación pendiente de la invitación de Biden para reunirse con Putin en un tercer país.
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