La seriedad de Rueda armó un equipo serio
Para EL TIEMPO @JorgeBarrazaOK
Último tango Jorge Barraza
Ni la Copa América, ni el Mundial, ni la Libertadores o la Champions, ninguna competencia futbolística alcanza el grado de tensión de la Eliminatoria, el único torneo que no determina un campeón (Bielsa ganó una clasificatoria con 43 puntos, casi una grosería, pero no hubo laureles ni medallas)
Para EL TIEMPO @JorgeBarrazaOK
Último tango Jorge Barraza
Ni la Copa América, ni el Mundial, ni la Libertadores o la Champions, ninguna competencia futbolística alcanza el grado de tensión de la Eliminatoria, el único torneo que no determina un campeón (Bielsa ganó una clasificatoria con 43 puntos, casi una grosería, pero no hubo laureles ni medallas). No otorga títulos, aunque pone en vilo al continente, lo tensa como una cuerda al límite. Es un cofre que se abre y reparte conformidad o decepción, no tiene grises. Y siempre nerviosismo. El Mundial ya es más una fiesta, la Eliminatoria es drama, el miedo de quedarse afuera. Quien no va al Mundial se siente el último de la clase. Luego, allá, aunque se pierda, queda la satisfacción de haber estado. Nada deprime o tranquiliza más que esta carrera agotadora y complicada. Porque la Eliminatoria no regocija, apenas satisface. La Conmebol propone y el covid dispone. Recién después de siete meses de interrupción por el receso y la pandemia, volvió la clasificatoria. Las fechas de marzo quedaron en blanco y se recuperarán más adelante. Ahora se acometieron las jornadas 7.ª y 8.ª. La novedad consistía en que dos selecciones presentarían nuevo entrenador: Reinaldo Rueda, que dirigía a Chile, volvió a Colombia; en tanto el uruguayo Martín Lasarte lo sustituyó en la Roja. A los dos les fue bien, aunque el gran vencedor de la quíntuple jornada de jueves y viernes fue Rueda. Cacheteó a los fantasmas. Reinaldo no vende, tiene cero prensa y a todo lo que dicen opone siempre su fórmula exitosa, la de la doble S: silencio y seriedad. Y la Selección le respondió justamente siendo un equipo serio, sólido, logrando un triunfo balsámico sobre todo. Lo puso de nuevo en el pelotón, con idénticas posibilidades que los demás. Recién van cinco fechas, falta una vida todavía. Con esa formalidad inalterable, Rueda se nos antoja el maestro Tabárez, de Colombia; va a tener ochenta años y seguirá dirigiendo, con bastón y todo. Nacieron entrenadores, formadores, conductores de vestuario. Nunca una palabra de más, una promesa vana. Reinaldo puso sobre el césped un once que era superior a Perú en lo previo. Y lo fue después también. Tampoco es que se ganó el partido del siglo. La pelota vasca, donde corre mucha apuesta, tiene una regla de oro: se analiza delantero con delantero y zaguero con zaguero. Si una pareja es más y más, difícilmente pierda. Colombia era más y más en los once puestos del campo. Cuando la superioridad individual es tan marcada, se simplifica la tarea. Y resolvió con solvencia. Lo llamativo fue cómo enterró los fantasmas de los nueve goles anteriores, la soltura y concentración con que se implicaron los jugadores. Incluso cuesta encontrar una figura más alta que la otra por lo parejo del colectivo. Hasta los propios seleccionados habrán dormido como pollos por la labor cumplida. Ahora se viene Argentina, ¿con la misma receta aplicada en Perú podrá RR repetir el plato de la victoria…? La selección albiceleste dio una pálida función ante un Chile sin recambio y sin Vidal, que remató una vez al arco y acertó. El aura de la Generación Dorada, lo que queda de ella -Alexis Sánchez, Aránguiz, Isla, Gary Medel, Claudio Bravo-, le restó dos puntos y la llenó de tribulaciones. Fue la presentación más floja de Argentina en lo que va del premundial. Tibiecita, con los mismos errores y vicios del pasado. Sin desequilibrio individual ni circuitos colectivos de juego para penetrar el cerco adversario, y sin energía mental para imponer la camiseta y la localía. Híbrida, haciendo decenas de pases insulsos y, luego, lo de siempre, dársela a Messi y que él resuelva. Y Chile le hizo a Messi lo que le vienen haciendo desde hace dieciséis años: la jaulita. Rodearlo para impedirle progresar en el campo. No obstante, aun arrancando desde bien atrás, Leo fue el único que inquietó, generó juego y remató al arco: un tiro libre suyo dio en el travesaño, otro lo sacó del ángulo Bravo en una proeza voladora, otros tres zurdazos del ‘10’ en jugada fueron también conjurados por el uno. Le faltó adivinarle el penal. A Messi se le fue la vida en esta selección que ha sido el Deportivo Casi: casi gana, casi empata, casi sale campeón… Y ahora ya no es el Messi en modo supermán que apilaba de a tres, de a cuatro a velocidad supersónica; el actual es un genio más terrenal. Igual hay que hacerle falta para detenerlo, igual exige más de una marca. Que un equipo se meta atrás y le impida al rival llegarle al arco lo vemos todos los días, puede darse, lo que se critica es la liviandad de Argentina, su falta de rebeldía para decirse ‘vamos que lo ganamos’, aunque fuera con empuje. Ya están por cumplirse tres años de Scaloni al mando, en el juego no se nota. No hay, en torno a la selección, las histerias pasadas; el ambiente es pacífico porque, además, el segundo lugar en la tabla no da para dramatizar. Y va invicta. Pero falta la llama que encienda el entusiasmo, el juego y sobre todo la mentalidad ganadora que permita pensar en empresas mayores, como conquistar la Copa América. No se la ve para eso. El técnico insiste con un mediocampo (De Paul, Paredes, Di María) que no genera fútbol ni manda en los partidos. El centro de la cancha es la cocina de este juego. Chile conjuntó una línea de volantes sensacional en la década anterior (Aránguiz, Marcelo Díaz, Arturo Vidal) y ganó dos torneos continentales. Esos tres daban la sustancia, los demás eran conversables. No obstante, Reinaldo Rueda no puede pensar que es un compromiso fácil. Y no lo hará. Tomará máximas precauciones. Porque, con todo, también Argentina puede ganar. Frente a Chile lo mereció por volumen de llegadas. Pero no es invencible ni muchísimo menos. La buena noticia en celeste y blanco fue el debut de Cristian Romero, compañero de Muriel y Zapata en el Atalanta. Pareció llevar diez años de selección: tiene marca, vigor, altura, determinación de último hombre, notable juego aéreo, presencia física y anímica. Un zaguero para varios años. No puede salir más. Quien jugaba en esa posición la perdió. Argentina es una noticia en desarrollo, hay que esperar lo que viene atrás.