Y el petróleo, ahí
Ricardo ávila pinto - especial para el tiempo @ravilapinto
Quienes han ido de visita a Estados Unidos en las últimas semanas traen de vuelta dos reportes que se asemejan sin importar el lugar donde estuvieron
Ricardo ávila pinto - especial para el tiempo @ravilapinto
Quienes han ido de visita a Estados Unidos en las últimas semanas traen de vuelta dos reportes que se asemejan sin importar el lugar donde estuvieron. El primero es los altos flujos de tráfico tanto en vías urbanas como carreteras y autopistas; el segundo es la queja casi constante de los conductores sobre los altos precios de la gasolina. Ambas impresiones están justificadas. Mientras el nivel de alarma por la pandemia viene disminuyendo en ese país, millones de personas volvieron al volante, quizás para compensar los meses de confinamientos voluntarios u obligatorios. Cualquiera sea la razón, la demanda de combustibles está cerca del nivel observado antes de la aparición del covid-19. Pero ese ánimo de salir de la casa ahora cuesta más, si implica subirse a un carro y especialmente recorrer distancias grandes. De acuerdo con la Asociación Americana de Automovilistas -más conocida como triple AAA-, el valor del galón de gasolina regular llegó el viernes pasado a 3,16 dólares en promedio, 44 por ciento más que un año atrás. Desde octubre de 2014 no se veía algo así. Razones de peso La explicación de lo sucedido es conocida. En la medida en que la economía mundial se sigue reactivando, el apetito por más hidrocarburos está en pleno aumento. Tanto, que no parece estar lejano el momento en que el consumo llegue a los 100 millones de barriles diarios, registrado antes de la crisis sanitaria. Lo anterior se combina con restricciones a la oferta que no se han solucionado del todo. Después de haber cerrado las válvulas para ajustarse al desplome en las ventas durante la época de las cuarentenas obligatorias, las naciones productoras de crudo vienen subiendo suministros con cierta lentitud. Tan es así, que el barril de la variedad Brent se cotizó esta semana por encima de los 73 dólares, lo que representa un ascenso cercano al 70 por ciento frente a lo observado doce meses atrás. Es verdad que un reciente encontrón entre Arabia Saudí y Emiratos Árabes llevó esa cifra todavía más arriba a comienzos de julio, pero el salto duró poco después de que se llegó a un principio de acuerdo. Sin embargo, independientemente de los altibajos, el punto de fondo es que los analistas coinciden en que parece muy dudoso que venga un descenso súbito para el petróleo. De hecho, hay un número creciente de expertos que pronostican un barril por encima de 80 dólares. Dentro de las razones que se esgrimen está que nadie quiere volver a la situación de hace quince meses, cuando saudíes y rusos se enfrascaron en una pelea que solo dejó perdedores. Incluso, las firmas estadounidenses que antes sacaban todo lo que podían del subsuelo -por el auge del polémico fracking- tienen como prioridad subir márgenes y generar excedentes de caja, por lo cual no les interesa "inundar" el mercado. Puesto de otra manera, hay una especie de pacto tácito, tanto en el seno de la Opep, que actúa coordinadamente con Rusia, como con los demás, de mantener las cosas en relativo orden en el corto plazo. El consenso no escrito es que este es momento de borrar pérdidas, ayudarles a los fiscos respectivos y salir más rápido de los problemas vinculados al coronavirus, sobre todo en el área social. Cuentas locales Aunque las apuestas mencionadas deben ser tomadas con beneficio de inventario, dada la volatilidad de los bienes primarios, lo cierto es que los mayores precios les alivian la situación a las naciones exportadoras, como es el caso de Colombia. Tanto, que las perspectivas de recuperación de la economía nacional vienen mejorando de manera significativa. En lo que atañe a las ventas externas, el peso del renglón "petróleo y derivados" ronda en los últimos años el 40 por ciento del total. Ningún otro segmento de los importantes -carbón, oro o café- está ni siquiera cerca de esas cifras. Los cálculos sobre el efecto potencial son fáciles de hacer. Si el barril de crudo aumenta en un dólar anual frente a los presupuestos iniciales, los ingresos de las compañías del sector suben en unos 255 millones de dólares, tomando como base el escenario de producción actual. A su vez, el marco fiscal de mediano plazo publicado hace pocas semanas partió de un escenario de 63 dólares por barril en 2021 para hacer sus proyecciones. Durante el primer trimestre la cifra real fue de 61 y durante el segundo, de 69 dólares, con lo cual es evidente que el promedio está un poco más arriba. En caso de que los niveles de ahora se mantengan, eso les ayudaría a las finanzas públicas en 2022. No hay que olvidar que la nación recauda impuestos de renta de las empresas petroleras y recibe dividendos de Ecopetrol. Según los estimativos del Ministerio de Hacienda, cada dólar adicional en las cotizaciones del crudo representa cerca de medio billón de pesos para la Tesorería General, que serían muy bienvenidos en estos tiempos de estrechez. A lo anterior hay que sumarle los gravámenes municipales, además de las regalías. En resumen, ventas más altas de crudo se traducen en más fondos para hacer inversión o sufragar gastos. Por otra parte, está la posibilidad de que ante el alza observada en los mercados internacionales venga un repunte en la inversión. Al respecto, la línea general en el mundo es de cautela, algo que en Colombia se combina con las dificultades para operar. El balance en lo corrido del año es mixto. Entre enero y marzo el número de pozos de desarrollo perforados -que tienen lugar en aquellos campos con reservas identificadas- llegó a 85, mucho menos que los 143 del mismo lapso de 2020. No obstante, entre abril y mayo la cuenta subió a 63, que se compara muy favorablemente con los 12 de año pasado, cuando las cuarentenas estaban en furor. Muy probablemente el contraste sería mayor de no haber ocurrido eventos extraordinarios. Tal como anota el director de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, Armando Zamora, "los bloqueos y las retenciones que se vieron por cuenta del paro nacional llevaron a que se pospusieran o suspendieran muchas labores, que seguramente se retomarán en los meses que vienen y que en 2022 se expresarán en una mayor producción". Los incidentes señalados también se sintieron sobre el ritmo de extracción de crudo. Antes de que llegara la pandemia el ritmo del país era cercano a los 880.000 barriles diarios, pero esa cantidad bajó en algo más de 100.000 barriles durante 2020. Lejos de recuperarse, en mayo y junio apenas se superó el nivel de los 700.000 barriles, que está muy distante de las metas oficiales. Por lo tanto, queda la duda sobre si el país va a aprovechar plenamente esta minibonanza que podría ser mucho mayor, así las exportaciones de petróleo en los cinco primeros meses del año estén creciendo en 30 por ciento en dólares. Esa incógnita solo se resolverá en los meses que vienen si ciertas inversiones se aceleran para recortar el camino perdido. Hacia adelante El interrogante mencionado se suma a otro más fundamental todavía. Como dice el exministro Rodolfo Segovia, "tenemos un drama a la hora de encontrar petróleo fresco". En lugar de buscar más yacimientos, la actividad se concentra en sacarles más aceite a los ya identificados. Las estadísticas no dejan duda sobre la que bien podría calificarse como una crisis exploratoria. En comparación con el máximo histórico de 2012, cuando se perforaron 130 pozos, el año pasado el dato cayó a 18 y en los cinco primeros meses de 2021 va en 18. Para colmo de males, la sísmica que debe adelantarse para identificar áreas prospectivas está por los suelos. Frente a los casi 20.000 kilómetros en los que se hicieron pesquisas en el territorio continental durante 2010, los registros hablan de 283 y 266 kilómetros para el año anterior y lo avanzado del presente, respectivamente. Aquí también el orden público pesa mucho, al igual que la conflictividad social y los roces con las comunidades. Igualmente, hay elementos adicionales que están relacionados con la competitividad del país en el sector. Francisco Lloreda, presidente de la Asociación Colombiana de Petróleo y Gas, sostiene que "operar en territorio es muy difícil por la poca presencia estatal, aparte de que hay una gran inestabilidad jurídica que comprende una proliferación de normas y regulaciones. Y a todo eso se suma una gran cantidad de requerimientos para sacar licencias o hacer trámites arqueológicos, para no hablar de los procesos de consulta previa, que también son un dolor de cabeza". En medio de tan difíciles circunstancias, vale la pena reconocer que hay empresas que siguen adelante. Ecopetrol, para comenzar, adelanta su plan de inversiones, apoyado en una realidad financiera mucho más favorable, pues construyó su presupuesto tomando como base un escenario de 45 dólares por barril. "Vamos muy bien con pozos exploratorios y de desarrollo, pero hay que entender que eso no es tan inmediato", explica su presidente, Felipe Bayón. De otro lado, se siguen buscando hidrocarburos costa afuera, algo que ha atraído el interés de multinacionales de primera línea. Aunque todavía es muy temprano para hacer anuncios, los indicios son positivos, sobre todo en lo que concierne a gas. Menos claro es lo que pueda pasar con el fracking o fracturación hidráulica, a pesar de que el primer piloto ya recibió luz verde. Conseguir la llamada licencia social para que una técnica que es considerada por una parte de la opinión como un riesgo ambiental injustificable no será nada fácil, a pesar de que el país incrementaría de manera importante sus escasas reservas de crudo y aseguraría su autosuficiencia hasta bien entrada la próxima década. En respuesta, no falta quien diga que la era de los combustibles fósiles está llegando a su fin, con lo cual los años del petróleo están contados. Si bien el mundo se encuentra en plena transición energética hacia fuentes de generación sostenibles y el parque automotor evoluciona en favor de los vehículos eléctricos, ese tránsito se demora. Tanto, que las agencias internacionales más serias sostienen que para mediados del presente siglo el planeta todavía seguirá consumiendo crudo, así las cantidades sean inferiores a las actuales. Debido a ello, queda todavía una ventana de oportunidad que debería ser aprovechada por las naciones que cuentan con la posibilidad de seguir en ese mercado. Sin duda alguna, las previsiones constituyen un llamado de atención para Colombia. No hay duda de que el país está obligado a diversificar su base productiva. El director de Fedesarrollo, Luis Fernando Mejía, opina que estamos obligados a "reformular nuestra estrategia de crecimiento y adoptar un modelo menos basado en las industrias extractivas". Pero mientras se hace el esfuerzo de desmontar barreras que limitan la productividad y la competitividad -algo que pasa por reformas institucionales, mayor apertura y mejores reglas de juego- vale la pena no desperdiciar el potencial petrolero que seguirá siendo fundamental para la buena salud de la economía y la sostenibilidad fiscal. Quedarse con el pecado de no aprovechar esa riqueza y sin el género de recursos que servirían para salir con más rapidez de la crisis, sería un pésimo negocio colectivo. En conclusión, el petróleo en Colombia todavía es parte de la solución y no del problema. Para un país que, además, cuenta con una matriz de generación de energía limpia y está haciendo una buena tarea en materia de renovables, resulta válido seguirle apostando a una actividad que aún puede -y por un buen tiempo- beneficiar en forma importante a sus ciudadanos.