Vinos naranjos: el color que faltaba
Ya dejaron de ser los bichos raros, esos vinos solo para súper entendidos y producidos solo por bodegas minúsculas. Hoy comienza la democratización de los naranjos.
LA PRIMERA VEZ QUE, AL MENOS YO, me topé con los vinos naranjos fue hacia mediados de 2000, cuando caí como visita en la bodega de Josko Gravner, un productor del Friuli, en Italia, casi en la frontera con Eslovenia. Por esos años, Gravner estaba alucinando con la idea de la involución, con eso de olvidarse de la tecnología y volver a los comienzos mismos del vino, tanto en historia como en técnica. Él venía llegando del Cáucaso, de Georgia, desde donde se había traído las formas de producción y también varias ánforas de greda, en las que ahora estaba haciendo sus vinos. La uva que usaba era la ribolla gialla, una uva blanca.
La primera pregunta, claro, era por qué si sus uvas eran blancas los vinos que hacía eran más bien naranjos o, quizás, dorados, de color intenso, muy lejos de las pálidas tonalidades de, por ejemplo, un sauvignon costero chileno. La explicación estaba en la vinificación ancestral y, sobre todo, en el contacto de la pulpa, que casi siempre es incolora tanto en blancos como en tintos, pero que en este caso se dejaba macerar con los hollejos, en donde sí hay color, un color cercano al naranjo, como el caso de la ribolla.
Desde ese momento, el asunto este de los vinos naranjos comenzó a expandirse como una moda entre conocedores, entre aquellos que buscaban vinos alternativos, diferentes a lo que ofrecía el mercado convencional. Con ello, también los vinos de Georgia, lugar en el que hace miles de años nació la idea de fermentar uvas para convertirlas en vinos, saltaron al mercado. Todo eso, claro, sucedió hace unos 15 años, cuando también se comenzaba a hablar de los vinos naturales, con una mínina intervención, así es que los naranjos cayeron perfecto en ese grupo, encontraron su hábitat natural.
Pero eso de vinos a medio camino entre blancos y rosados no sería algo que las grandes bodegas o, al menos, las bodegas más convencionales, explorarían sino hasta hace muy poco. Pionera en Chile fue la viña De Martino, que hacia comienzos de la década pasada presentó en el mercado su Viejas Tinajas Moscatel, hecho con una maceración intensiva de la pulpa con los hollejos, tal como los campesinos de Itata usualmente producían esos vinos a los que, claro, no les llamaban naranjos, sino que simplemente blancos. Ese ejemplo fue seguido muy de cerca por otros productores, todos pequeños, que vieron en la tradición de los vinos blancos macerados del sur de Chile una buena forma de interpretar un lugar y una cultura perdidos.
Pero en los últimos cinco años, bodegas de catálogos más conservadores también se han atrevido con los naranjos. Nombres como Torres (con su proyecto La Causa) Siegel, Luis Felipe Edwards, Terranoble, Villard o Morandé se han lanzado a esta piscina naranja, una piscina en la que, por cierto, no es tan fácil nadar.
El principal inconveniente es la rusticidad. De vez en cuando, sobre todo en el comienzo de este estilo en la era moderna, los naranjos eran pura astringencia y amargor. Uno los apreciaba más por la carga cultural que implicaba que por el sabor que ofrecían, un placer más intelectual que físico, en el fondo. Y era difícil pensar en comida, a no ser que uno quisiera acompañarlos con erizos o, mejor, con piures, lo que tampoco resultaba tan mala idea, después de todo.
Ya con la experiencia adquirida, las maceraciones comenzaron a ser más cuidadas, extrayendo aromas y sabores, y dejando a un lado esos taninos y ese amargor que los hacía difíciles de tragar. Hoy en la escena nacional tenemos una variedad de estilos, desde los más radicales hasta los que se acercan mucho a un vino rosado o a uno blanco. Mucho en donde elegir en un color que, definitivamente, ha llegado para ampliar el abanico cromático de los vinos chilenos.
"Hoy en la escena nacional tenemos una variedad de estilos, desde los más radicales hasta los que se acercan mucho a un vino rosado o a uno blanco. Mucho en donde elegir en un color que, definitivamente, ha llegado para ampliar el abanico cromático de los vinos chilenos".
ALGUNOS VINOS NARANJOS EN EL MERCADOA los Viñateros Bravos Piel de Arcilla, Moscatel de Alejandría 2020, Itata
González Bastías Naranjo Moscatel Rosado, Torontel, País 2019, Maule Secano Interior
L'Entremetteuse Four Skins Marsanne, Roussanne, Semillón, Viognier 2019, Colchagua
La Causa La Causa Moscatel Naranjo, Moscatel de Alejandría, 2019, Valle del Itata
Lapostolle Wines Collection Semillón, Torontel 2019, Apalta
Longaví Glup Naranjo, Moscatel de Alejandría 2019, Itata
Luis Felipe Edwards Macerao Orange - Naranjo, Moscatel de Alejandría, 2020 Itata
Maturana Winery Naranjo, Torontel, 2020, Maule Secano Interior
Morandé Bestiario Marsanne, Roussanne, Viognier, 2020, Valle del Maule
Rogue Vine Jamón Jamón, Moscatel de Alejandría, 2019, Itata
Siegel Family Wines Siegel Naranjo Viognier, 2019, Colchagua
TerraNoble Disidente Naranjo P. Blanco, Chardonnay, Pinot Gris 2020 Casablanca
VICAP We Tripantü Gewurztraminer, Riesling, S.Blanc, Silvaner, 2020, Malleco
Villard JCV Ramato Pinot Grigio, 2019, Valle de Casablanca
Vinícola Atacalco Cárabe de Itata Semillón, Moscatel de Alejandría, 2019 Itata