Viernes, 26 de Abril de 2024

Idiota especializado

ChileEl Mercurio, Chile 19 de septiembre de 2021

El esfuerzo extremo de especialización corre el riesgo de transformarnos en seres inentendibles para el resto.

Usando el término de "idiota especializado", el destacado filósofo Alejandro Vigo describe los riesgos del modelo de hiperespecialización a que están sujetos los académicos en las universidades. Con el ánimo de profundizar mucho en aspectos muy puntuales del saber, los investigadores pueden pasar a ser grandes expertos en nada. En muchas áreas del saber, como las humanidades, las ciencias o la economía, el esfuerzo extremo de especialización corre el riesgo de transformarnos en seres inentendibles para el resto, y por tanto irrelevantes. ¿Será esta la razón del descrédito de los técnicos?
La especialización, sin embargo, no es un invento, sino una respuesta inteligente del ser humano para avanzar en el conocimiento. La complejidad de los problemas y la competencia por empujar la frontera del saber explican el alto grado de especialización y tecnicismo en las universidades. Aun corriendo el riesgo de encerrarse en sí mismos, son los académicos dedicados a temas muy específicos los que permiten comprender mejor los fenómenos de la naturaleza, el cerebro humano o la política monetaria. ¿Serán estos un buen ejemplo de idiotas especializados? Claro que no.
¿Cuál es el problema, entonces? Sin duda, el problema parte por quienes generan conocimiento, pero aplican sus herramientas sin reconocer su alcance limitado. Así, el idiota especializado carece de amplitud, y piensa que su lente es el único válido para observar el mundo.
Pero la situación opuesta no es menos preocupante. Aun reconociendo la limitación de su análisis y de sus herramientas, la idiotez del especialista también se puede reflejar en rehuir entregar las conclusiones que la propia disciplina provee. La labor académica requiere hacer notar los efectos de diferentes opciones, sin negarlos ni camuflarlos. Los resultados no necesariamente serán definitorios, pero un buen proceso de toma de decisiones debe tener sobre la mesa las consecuencias de cada alternativa. El especialista deja de serlo cuando no contribuye a la discusión desde su propia disciplina.
Finalmente, los encargados de usar el conocimiento no se la llevan gratis. Ya sea el líder de una organización o un político, quienes toman decisiones deben integrar visiones altamente especializadas. Su rol es ponderar la evidencia y traducirla en acciones o leyes, haciéndose cargo de sus repercusiones. En este caso, el problema se produce cuando el líder niega la evidencia y toma decisiones en base a ideas preconcebidas. En tales circunstancias, no es razonable apuntar con el dedo a los especialistas. La estrechez tiene otro origen.
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