Sábado, 17 de Mayo de 2025

La "parodia grotesca" de un taller de costura en Auschwitz

ChileEl Mercurio, Chile 9 de julio de 2022

La historiadora inglesa Lucy Adlington construye la historia real de las mujeres que se salvaron del genocidio gracias a sus habilidades con la aguja.

En el libro "La cinta roja" había dos niñas que lograban salvarse de los hornos crematorios en los campos de concentración nazis gracias a sus conocimientos de costura. Esa historia, algo ingenua y adolescente, se convirtió en una novela exitosa, traducida a varios idiomas, que le dio reconocimiento a la historiadora de la moda Lucy Adlington. También, cuenta ella, le abrió las puertas a la historia verdadera de lo que ocurrió al interior de Auschwitz: la empezó a contactar gente de distintas partes del mundo para contarle que un familiar -la madre, la abuela, la hermana, la tía- había pertenecido al Estudio Superior de Confección abierto en aquel temible lugar.
"Si no hubiese escrito la historia imaginaria no hubiese descubierto la historia verdadera", cuenta Adlington a "El Mercurio" en una entrevista por Zoom. Si no fuera por los testimonios que recabó, el taller de alta costura para las mujeres de los jerarcas de las SS no tendría asidero en la racionalidad, cree Adlington.
A pesar de que en todos los campos de concentración se utilizó a las mujeres que sabían coser para hacer ropa a los soldados y los civiles, la investigación de Adlington se centra en la decisión de Hedwig Höss, la mujer del comandante de Auschwitz, Rudolph, de contar con modistas para mantener su ropero. De entre las prisioneras dio con Marta Fuchs, una eslovaca dueña de un taller de moda en Bratislava y que era una gran cortadora de moldes. Al poco, Hedwig le pidió a Marta que organizara un espacio en el edificio principal de administración de Auschwitz para reclutar a más costureras que suplieran las necesidades de ella y de otras mujeres de los SS reinantes en el lugar. Este taller estaba en el subterráneo y las elegidas vivían allí en mejores condiciones que el resto de la población del campo de concentración. Adlington cuenta que al final de la guerra había unas 25 costureras, pero que en todo el tiempo en que funcionó pasaron por ahí cerca de 40 mujeres.
Además de Marta, Adlington recogió los nombres de Betka, Katka, Irene, Renée, Hunya, Mimi, Manci, Alida, Marilou, entre otros, de las mujeres del taller e investigó sus orígenes, familias y cuándo llegaron al campo. Adlington utiliza toda esa información para construir su relato, que es ameno y muy detallado. Da cuenta del poder de la industria textil y de la moda en la Alemania de la década de 1930, mayoritariamente en manos de empresarios judíos. También, de la vida cotidiana de una familia, en donde las mujeres solían aprender nociones básicas de costura y remiendo.
-¿Qué le sorprendió descubrir durante su investigación?
"Creo que la extensión del trabajo esclavo que los nazis usaron en los campos, y no solo para la industria pesada. Los prisioneros estaban en la administración como oficinistas, habría unos 300 en el mismo edificio del taller de costura, y también como peluqueros, masajistas, esteticistas. Para mí, esto fue realmente increíble, como una parodia grotesca de civilización, y todo estaba ahí para hacer que los SS tuvieran una vida lujosa y confortable".
-¿Qué podría decir de las mujeres del taller de costura?
"La mayoría eran muy jóvenes, entre 20 y 25 años, algunas en los 30; muy cariñosas; varias de Eslovaquia y eso me sorprendió, por lo que ya tenían fuertes conexiones familiares; también había dos francesas de la resistencia, prisioneras políticas, una era una costurera y la otra, corsetera. Estaban muy choqueadas cuando llegaron a Auschwitz y descubrieron que no era un campo de trabajo, sino que el infierno; estaban destruidas, pero fueron capaces de resistir. ¿Sabes? A través de la costura se hicieron amigas, fueron capaces de ayudarse unas a otras, de tener tiempo para ser humanas, y no prisioneras, de divertirse, a veces, y también, apoyarse".
Adlington desarrolla en varios pasajes de su libro cómo los nazis usaron la moda para enaltecer sus ideas de superioridad y para anular psicológicamente a los judíos, primero obligándolos a coser en su ropa la estrella de David y en los campos, con un traje a rayas de género basto, sucio y deshumanizante.
"A menudo decimos 'es solo ropa, no es importante', pero, de hecho, el impacto de la imagen y el estilo es crucial. Los nazis querían controlar la imagen del Tercer Reich, por ejemplo, en el escenario internacional, entonces las mujeres de la élite SS solo usaban ropa elegantísima y bellísima, para legitimar el régimen. Pero la verdad es que usaban muchas veces ropa hecha en guetos y en el caso del salón de costura, ropa de Auschwitz. Entonces, en estos casos, también la moda muestra la grotesca hipocresía del régimen nazi".
-¿Cuál es su nuevo proyecto ?
"Estoy investigando un nuevo libro sobre holocausto y moda; es la historia de tres jóvenes refugiadas. Yo estoy comprometida con contar la historia de estas personas y hacer que no se nos olvide su vida y destino".
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