Lunes, 09 de Junio de 2025

Los últimos días de Zalo, en los ojos de su hijo

ChileEl Mercurio, Chile 27 de agosto de 2022

Hijo único de su matrimonio con Yolanda Molina, Boris González asumió los cuidados del artista desde su hospitalización a comienzos de este mes, hasta su fallecimiento producto de un fulminante cáncer de páncreas. A una semana de lo ocurrido, su primogénito revive la relación entre ambos, el por qué prefirió mantenerse alejado durante años del mundo del espectáculo y la calma que vive tras la multitudinaria despedida del "Gorrión" de Conchalí. "Cuando despertó por segunda vez del coma inducido, le dije todo lo que tenía que decirle", asegura.

Boris González (48), hijo de Zalo, tomó la mano de su padre la tarde del domingo 21 de agosto. Estaba junto a su esposa en la habitación del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, donde el cantante había sido internado once días antes, supuestamente por una descompensación provocada por la diabetes que lo aquejaba. Esa tarde, recuerda Boris, con el velorio masivo y el funeral todavía a cuestas, vio como su padre se apagaba sin haber dejado una cuenta pendiente entre ambos: días antes, dice, había tomado también su mano y, aprovechando que Zalo Reyes había despertado del coma inducido, le dijo que lo amaba. Que lo hizo siempre, dice, incluso durante todos los años en que no se lo manifestó con la misma intensidad que su padre.
Hijo único del matrimonio entre Zalo Reyes y Yolanda Molina, Boris creció con la imagen de un padre al que durante su niñez miró más por televisión que en la casa misma. Recuerda, de hecho, el día en que las cosas cambiaron. Tenía ocho años, dice. También fue en agosto, pero de 1982.
-Yo estaba jugando a las bolitas afuera de la casa -cuenta Boris al teléfono, al interior de la casa de su padre, rodeado de premios e imágenes del cantante-. Y me dice: "mijito, me voy a la tele". "¿A la tele?", dije yo. Porque en ese tiempo ir a la tele era como llegar a Broadway, a Hollywood. En Conchalí nadie tenía acceso a ir a la tele, que era otra tele, todo glamour, donde no se invitaba a artistas chilenos, menos a un cantante cebollero.
Esa tarde Boris se fue a dormir, sin saber lo que ocurriría luego en televisión. Esa noche, sobre el escenario del Anfiteatro Lo Castillo, en la comuna de Vitacura, en el programa "Permitido", conducido por Antonio Vodanovic y dirigido por Sergio Riesenberg para TVN, Zalo Reyes se consagró no solo como cantante popular, sino también como un artista capaz de hacer reír, bromear con el público, imitar a Enrique Maluenda o interpretar su propia versión de It's now or never, de Elvis Presley, emulando a un cantante callejero sin dominio del inglés. Esa noche, recuerda Boris, la vida de Zalo no volvió a ser la misma. Tampoco la suya.
-Al día siguiente desperté con el timbre de la casa -recuerda Boris-. Lo tocaban con insistencia. Salí y eran unos periodistas. Por primera vez llegaban periodistas a la casa. "¿Estará el papá?", me dijeron. "Lo que pasa es que a su papá le fue re bien anoche". A la semana siguiente lo invitaron a otro estelar, y luego comenzaron a anunciarlo para ir al Festival de Viña del 83. Yo salía a la calle y todos me saludaban. Iba a la feria y todos me tenían buena. Comencé a ser hijo de un famoso.
-¿Qué pasó contigo a partir de entonces?
-Empecé a tener un poco más de soledad producto de sus viajes, de su carrera exitosa -cuenta Boris-. Empecé a tener menos a mi papá y comencé a verlo ya más como público. Me acuerdo siempre que una vez estaba almorzando en la casa, viendo el Festival de la Una, y veía a mi papá como cantaba, y lo encontraba muy simpático, muy buen cantante. Pero lo veía como si yo fuera parte del público, no como si estuviera viendo a mi papá.
Después de salir del colegio, Boris entró a estudiar periodismo. Sin embargo, solo cursó los primeros tres años. Joven, cuenta, se casó con su primera polola, quien hasta el día de hoy es su esposa. Se dedicó a los negocios, y vivió el éxito de su padre durante los años 90 con cierta distancia, dedicado a forjar su propia vida, lejos del mundo del espectáculo. Prefería decirle que no a su padre cada vez que lo invitaba a un espectáculo suyo o alguna presentación en televisión. Nunca le gustó, dice, ni el ambiente artístico ni, por sobre todo, escuchar las cosas que se decían de su padre, muchas de ellas alimentadas por el mismo Zalo Reyes: como el haber hecho pública su adicción a la cocaína, o soltar cuñas desafortunadas durante sus entrevistas.
-Como cuando dijo que el Festival de Viña valía call... -dice Boris-. Él no creía que ese tipo de cosas se iban a publicar. Creía que la prensa era como en los 80, cuando todo era bonito.
Comenzó a ver, dice Boris, como su padre ya no solo era invitado a televisión o buscado por diarios por su calidad artística, sino también por su personalidad impulsiva, para que dijera cosas de las que luego se arrepentiría.
-Eso decía siempre: que se arrepentía de su lengua -dice Boris-. Los medios sabían que era mecha corta, entonces lo prendían y él disparaba. Entonces, yo siempre le dije papá, usted no tuvo por qué haber contado esas cosas. ¿Por qué lo contó? A él le gustaba contarlo todo, todo lo de su vida y yo decía no, usted tiene que reservarse algunas cosas, qué gana con que la gente sepa esas cosas.
-¿Cómo le impactaba eso a usted?
-Me dolía. Porque si bien era idolatrado, siempre había gente hablando mal de mi papá. Eso siempre me chocó. Las veces que fui nunca le discutí a nadie, pero como nadie me conocía, me acercaba a la gente y escuchaba: "puta que está cagado el Zalo", decían por lo bajo. Y después esa misma persona se acercaba y le decía que era lo máximo. Por eso nunca me gustó que me incluyera en su mundo, hasta que con el tiempo empezamos a trabajar juntos y lo hice, básicamente, porque tenía que hacerlo.
Boris se refiere a los años en que la economía de la casa se fue a pique, pasado el fragor de la fama que lo mantuvo en andas durante los años 80. Entrada la década de los 90, las cosas comenzaron a decantar. Disminuyeron las invitaciones a estelares, y Zalo Reyes comenzó a convertirse más bien en un personaje de culto para los medios masivos, convocado en general, reconoce su hijo, para que hicieran mofa de él. Boris lo recuerda perdido, buscando retomar su lugar de antes, pero siendo él su propio manager, anotando en una libreta sus compromisos, olvidándose a veces, o llegando tarde a las presentaciones por falta de organización. Boris decidió asumir lo que había negado durante años: trabajar junto a su padre. Sin embargo, en la búsqueda de oportunidades, tomó decisiones de las que se arrepiente. Él mismo fue, por ejemplo, el que acordó con la producción de TVN que su padre se comiera una cebolla en vivo, simulando haber sido hipnotizado por Tony Kamo.
-No deberíamos haber ido, no más -dice Boris-. Porque fue ridiculizado. Le pidieron que se pusiera un smoking para la ocasión. ¿Habrían hecho lo mismo con Rafael de España? Mi papá me dijo: "yo soy re buen actor, así que no tengo problema, ahí vas a ver como actuó". Hasta que ya no aguantó más y tuvo que decir la verdad, que todo había sido un tongo, que le habían pagado por eso, y la gente se enojó con él, porque la gente se mete en el bolsillo ajeno y no sabe que uno por plata hace cosas. Ahora miro al pasado y digo: yo metí a mi papá en todos esos problemas y él nunca se quejó, apechugó, y nunca me lo sacó en cara.
Más tarde viviría otra polémica, en el programa "Cara y Sello", donde se enfrentó en una discusión con su doble oficial cuando este quiso entregarle una torta antes de que comenzara un show en el restorán La Tuna, y que días antes había querido pasarle en su casa, sin ser atendido por el artista. El entrevero, en el que para excusarse Zalo Reyes le lanzó la frase "estaban matando a un hueón", sobrevivió a los años, convirtiéndose en un viral imperecedero. A Boris ese episodio no le da risa. Él fue el que negoció, también, la participación de su padre en ese programa.
-¿Nunca le dijo nada sobre eso?
-No. Lo asumía él. A mí nunca me dijo nada, nunca me echó la culpa. Al contrario, él cada vez que hablaba de mí en televisión decía que le encantaba, que le hubiese gustado ser como yo. Eso me llenaba de orgullo. Me tiraba flores, me encontraba tan bueno. Yo siento que le manifestaba mis sentimientos, pero no con la intensidad que él lo hacía.
La primera señal, dice Boris, fue el cansancio. Su padre no quiso ensayar para preparar el show que debían presentar la semana siguiente. "Estoy cansado", le dijo, y se fue a acostar. Al día siguiente, Yolanda, su madre, le advirtió que su padre no había querido comer. Los días, semanas y meses previos habían sido como de costumbre: su padre al interior de su casa en Conchalí, en el barrio de nunca quiso abandonar, recostado, pidiéndole de vez en cuando un masaje en las piernas a su hijo, adoloridas por la diabetes que ya le había significado la amputación de varios dedos de sus pies. "Ponme YouTube en la tele, Borito, que yo no le pego mucho", le decía luego, pidiéndole videos de Germain de la Fuente, su ídolo. "¿Podís devolverte a esa parte? Qué es bueno, Germain", le decía.
Al día siguiente de no haber querido comer, Boris intentó darle una cazuela, llevando él mismo la cuchara a su boca. Pero Zalo comió apenas. Le tomaron la glicemia, pero estaba en niveles normales. Al otro día, más flaco que en los días previos, y sin capacidad de responder a las preguntas de su hijo, la familia decidió internarlo en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile.
-Le hicieron exámenes y no le pillaban nada -recuerda Boris-. Al tercer día de haber sido hospitalizado salió del coma inducido, y salió bien, y yo le mostré los videos que tenía en el celular, de la gente mandándole saludos, de las oraciones que se hacían por él. Él no podía responderme porque estaba intubado. Solo nos comunicábamos con los ojos, o me apretaba la mano para decirme sí o no. Pero luego volvió a recaer y tuvieron que inducirle el coma de nuevo para hacerle más exámenes.
Días después, y tras una endoscopia, dice Boris, los médicos descubrieron una manchita en el páncreas.
-Por primera vez aparece el páncreas en mi vida. Y me dijeron que eran palabras mayores. Eso fue el viernes en la noche y el sábado 20, en la mañana, me golpearon el hombro y me dijeron que estabagrave, que era cáncer al páncreas. "¿Tiene solución?", pregunté. "No", me dijeron. "Te pediría que le dijeras a la familia, a quienes no han venido, para que lo despidan". Era todo confuso, porque todos pensaban que estaba tirando para arriba. Lo veíamos tan tranquilito, gordito, calientito. Más gordito que como había entrado.
El domingo 21, Zalo Reyes falleció producto de una falla multisistémica producida por el avanzado estado del silencioso cáncer que lo afectaba. Boris le tenía tomada la mano justo en ese instante. Horas más tarde, sacó el traje gris oscuro, la camisa negra y el pantalón negro que Zalo Reyes utilizó por última vez en un show el 31 de julio. La noticia de su muerte fue noticia en todo el país.
Al día siguiente, Boris regresó a la morgue del hospital para retirar a su padre.
-Yo había intentado mantener en reserva ese trámite para vivir en calma ese momento -dice Boris-. El tipo de la morgue me dijo: "no te preocupes, yo te voy a sacar por un lado oculto para que no te vea la prensa". Y cuando salgo de esa morgue fría, de ese túnel oscuro donde pasa el cuerpo ya inerte, estaba todo el hospital afuera, aplaudiendo con flores, con mucha gente. La noche anterior yo decía: "¿lo velaré en la casa? Ahí comprendí que su despedida tenía que ser como él la merecía, a su altura.
El gimnasio de la municipalidad de Conchalí se repletó durante su velorio. El funeral fue multitudinario, recuerda Boris, y miles de personas despidieron a su padre. No hubo comentarios que no quisiera escuchar ese día. Ni tampoco una deuda, cree él, entre ambos.
-Cuando despertó por segunda vez del coma inducido, no dejé nada en el tintero -dice Boris González-. Le dije todo lo que tenía que decirle, menos la gravedad de su enfermedad. Le dije cosas que yo quizás no expresaba como él lo hacía. Le dije que lo amaba y que estaba orgulloso de él. Por eso quizás ahora estamos tan tranquilos. Aunque el vacío sea enorme.
La Nación Argentina O Globo Brasil El Mercurio Chile
El Tiempo Colombia La Nación Costa Rica La Prensa Gráfica El Salvador
El Universal México El Comercio Perú El Nuevo Dia Puerto Rico
Listin Diario República
Dominicana
El País Uruguay El Nacional Venezuela