Problemas emocionales y poco lenguaje: dos secuelas de la pandemia en la primera infancia
Se trata de menores que lloran de forma repetitiva, presentan problemas para dormir o no saben cómo socializar. Sus habilidades motoras también se muestran más disminuidas.
La Encuesta Longitudinal de Primera Infancia se ha aplicado tres veces en Chile (2010, 2012 y 2017) con el objetivo de medir el desarrollo de niños de tres y cuatro años en áreas como lenguaje, función ejecutiva o socioemocional.
Tras los primeros meses de pandemia, y bajo la idea de evaluar cómo la llegada del covid-19 afectaba a los más chicos, a fines de 2020 representantes de Fundación Integra, investigadores asociados a las universidades Adolfo Ibáñez y Católica de Chile, de la mano del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), seleccionaron una muestra de 240 niños, de siete jardines infantiles de la Región Metropolitana, con características sociodemográficas similares a la cohorte que participó en la encuesta 2017. A ellos les aplicaron las mismas pruebas de desarrollo que se emplearon en ese entonces.
Los resultados fueron poco alentadores, dando cuenta del impacto que tuvo el cierre de los centros preescolares: al comparar un año y otro, se advierte que la pandemia repercutió en un menor desarrollo general, de lenguaje y de habilidades socioemocionales en los párvulos.
Menor educación materna
En específico, el estudio evidenció que en cuanto a desarrollo general, en comparación al grupo de 2017, los encuestados en 2020 presentaron pérdidas que oscilan entre los 5,6 y 8,9 puntos estandarizados.
Esto supone que fueron menos los que pudieron manipular un lápiz o que lograron cumplir de manera efectiva con otros hitos motores que se esperan para su edad.
"Para hacerse una idea de cómo se da el puntaje, en las preguntas relacionadas a lo motriz aparece, por ejemplo, si (el niño) salta en una pierna. Se le ponen dos puntos si cumple con los criterios especificados. Si el niño salta en una pierna, pero tres segundos en vez de 10, como dice el indicador, se le pone (solo) un punto", explica Florencia López Boo, economista líder de la División de Protección Social y Salud del BID. Si el niño no logra cumplir con la tarea, el puntaje es cero.
Lo mismo ocurre en el caso de los otros ítems que evalúa la categoría de desarrollo general, entre ellos habilidades cognitivas y adaptativas.
En cuanto a desarrollo del lenguaje, la pérdida en los niños evaluados es de hasta casi 5 puntos estandarizados, lo que equivale a disminuir en cinco años la educación de sus madres. "Es imaginar que se pasa de tener una mamá con universidad a tener una sin. Y esto sabiendo que la educación materna es uno de los más grandes predictores del desarrollo del niño", indica López Boo.
Por su parte, el puntaje en el Cuestionario de Conducta para Preescolares -CBCL, una prueba orientada a identificar posibles problemas de comportamiento- aumentó entre 6,2 y 8 puntos estandarizados, lo que sugiere un incremento de problemas emocionales.
"Se vio mucho durante la pandemia en niños que lloran mucho, con menores controles de esfínteres, con problemas para dormir y para socializar", señala la economista, quien recuerda que además de las cuarentenas y cierre de jardines infantiles, este fenómeno se asocia con el hecho de que durante este período, muchas familias vieron crecer su nivel de pobreza, lo que también repercutió en su estrés a nivel general.
Para abordar los problemas identificados en el estudio, la sugerencia que llega desde el BID, a nivel regional, es poner foco en cinco puntos.
El primero de ellos es pedir a los gobiernos que sigan priorizando y expandiendo el acceso a servicios de primera infancia, poniendo especial énfasis en la calidad. Esto implica no solo invertir en salas cunas y jardines infantiles, sino en programas de visitas domiciliarias o en servicios de salud de atención al embarazo y los primeros días de un niño.
En ese sentido, otro punto clave, según advierte Florencia López Boo, es "coordinar más que nunca con los servicios de protección social y salud", incluyendo los de salud mental para los cuidadores.
La investigadora también considera crucial continuar haciendo mediciones en primera infancia y aprovechar las tecnologías para dar mayor flexibilidad. Por ejemplo, fomentar los talleres de estimulación temprana por redes virtuales.
Todo esto debe ocurrir al mismo tiempo que se sigue promoviendo el desarrollo cognitivo y de lenguaje de los más chicos, priorizando, además, que en el currículo existan espacios para "hablar y comprender los sentimientos de los niños".
Cimientos sólidos"Es fundamental realizar campañas de concientización acerca de la importancia de asistir a clases durante los primeros años y cómo esto tiene un impacto positivo en la trayectoria del desarrollo de los niños y niñas", comenta Paula Armijo, coordinadora del área de Gestión Educativa de Fundación Educacional Oportunidad -quien no formó parte del estudio-, respecto a qué acciones se deberían tomar para abordar las pérdidas de desarrollo infantil que evidencia la investigación.
"Los primeros años son cruciales para establecer cimientos sólidos para su desarrollo integral, por esta razón, debemos trabajar fuertemente en una estrategia para que los niños y niñas asistan a clases, aprovechando al máximo la cantidad de tiempo en el cual están expuestos a experiencias de aprendizaje con interacciones de calidad".
Armijo también recuerda que las interacciones de calidad que se generan con los niños "no solo pueden desarrollarse en los centros educativos, sino que también se puede hacer un trabajo en conjunto con las familias", por lo que se vuelve primordial fomentar estos vínculos.
Patricia Soto de la Cruz, directora de la carrera de Pedagogía en Educación Parvularia de la U. Finis Terrae y especialista externa al estudio, agrega que si bien "el reconocimiento a la educación en la primera infancia a nivel de discurso genera consenso nacional e internacional", sin duda "aún existe una falta de coherencia en la bajada de este reconocimiento a nivel familiar, social y de políticas públicas que permitan generar espacios más allá del cuidado, espacios educativos con profesionales, educadores de párvulos idóneos, a la altura de las tareas que deben enfrentar".
En ese sentido, considera como "deberes importantísimos para nuestro país" el que se pueda "retomar la discusión respecto al kínder obligatorio, la atracción de talentos a las carreras de Pedagogía y abordar sus condiciones salariales, laborales y de formación continua".
Acciones para orientarRespecto a la investigación, la subsecretaria de Educación Parvularia, Claudia Lagos, comenta que esta "entrega información relevante para avanzar en la identificación del impacto que tuvo el cambio del estilo de vida de los niños y niñas y sus familias, y del confinamiento en su bienestar integral. La reducción de oportunidades para jugar y compartir con pares, así como de participar en actividades al aire libre ha impactado diversas áreas del desarrollo, entre ellas el desarrollo psicomotor, el bienestar socioemocional y del desarrollo del lenguaje".
Para avanzar, explica, el área que supervisa trabaja "intensamente en entregar orientaciones, tanto a los equipos pedagógicos como a las familias". En el caso de la convivencia y formación integral, esto se refleja en acciones como el desarrollo de un maletín emocional "con fichas de trabajo dirigidas a equipos pedagógicos y familias". Se descarga en https://parvularia.mineduc.cl/maletin-socioemocional/.
Lagos también recalca que la formación de educadores y técnicos se ha seguido fomentando, así como el "fortalecimiento de trayectorias desde la primera infancia".