Jueves, 25 de Abril de 2024

Un origen, varios caminos

ChileEl Mercurio, Chile 4 de febrero de 2023

Emerson Marín es emprendedor y desarrollador web. Actualmente es el CEO de Lirmi, exitosa empresa chilena de software educacional. Y antes fue un niño de Nueva Imperial y un joven que dejó la universidad. Aquí, habla de los sesgos que tiene la gente con los mapuches que emprenden, los hitos que cambiaron su perspectiva profesional y cómo la filosofía y el amor dieron paso a Lirmi. El lado humano de un éxito en alza.

Emerson Marín Licanleo (36) insiste varias veces en que está un poco aburrido de ser mencionado en la prensa como si ser mapuche fuera su dato más interesante. La empresa de la que es el CEO, Lirmi, es desarrolladora de un software para la organización de instituciones educativas, fue cofundada por él, Isabel Loncomil y Marcelo Catrileo: tres mapuches de Temuco. No es que quiera renegar de eso, pero siente que han sido encasillados: "Desde el origen, del conflicto mapuche y todo eso, que somos los mapuches que fuimos a Silicon Valley", comenta y agrega: "Obviamente, yo soy mapuche y me siento mapuche. Ahora, ¿qué significa? Eso es otro cuento".
-¿Significa algo políticamente?
-Nada en el contexto de política ni como definición social, tampoco una responsabilidad de decir si me abandero, o no me abandero...
-¿Has sufrido discriminación por ser mapuche?
-No sé si llamarlo discriminación, pero hay un efecto negativo. Han sido varios años en los que nos hemos tenido que desligar del tema mapuche. Si no, a la primera noticia que salga, ya es poco importante lo que hemos hecho como desarrolladores de software , como empresa. Porque seamos realistas, lo que buscan los medios es el titular que venda, ponerle 'mapuche' de alguna forma. Quizás sea como una especie de estigma más que discriminación.
Y agrega:
-¿Cuántas compañías que surgen fuera de Santiago logran dominar un mercado a nivel nacional, con ventas de 4 millones de dólares y creciendo 100% todos los años? ¿Y cuántas de estas tienen una cofundadora mujer? Hay muchas singularidades que, si las tenemos en cuenta, nos agregarían valor. Pero con lo de ser mapuche se ignora el crecimiento que hemos tenido.
Ahora Lirmi se prepara para apostar de lleno en entrar al mercado educacional mexicano este 2023.
El diablo de la creatividad
Hasta los cinco años, Emerson vivió en un sector rural de Nueva Imperial, Región de La Araucanía, con sus abuelos maternos y su madre. "Vivíamos en una casa buena, aunque no teníamos luz eléctrica y usábamos lámpara a gas". Sin televisión, se acostumbró a inventar cosas en el campo a base de ramas y piedras. Cuando entró al colegio San Francisco de Asís de Nueva Imperial, se cambiaron con su madre a una mejor casa, en el centro de la comuna. Ahí, ya soñaba en ser un inventor conocido o un científico y armaba sistemas para abrir o cerrar las puertas y ventanas de la habitación con hilos y rondanas.
En el colegio, donde hizo toda su enseñanza básica y media estaba en el grupo de los desordenados. Hacía grafitis, cantaba rap, aunque igual tenía buenas notas. "No me sacaba puros sietes a propósito, para no estar con los mateos", asegura. Y seguía desarmando juguetes para usar sus motores y crear otras cosas, como una máquina para hacer tatuajes.
Su compromiso con la programación computacional tardó en llegar y fue por un camino extraño. A los 18 años, Emerson se interesó en aprender sobre filosofía de múltiples vertientes. Ese mismo año de búsqueda, una pequeña tragedia lo marcó: "Una familia que vendía cochayuyos sufrió un accidente en la carretera Puerto Saavedra - Imperial. Estuvieron varios días en la plaza de la comuna los niños, padre y madre, bueyes y perros, esperando que compraran sus productos para poder regresar a su hogar".
Ese fue un punto de inflexión. "Pensé que como creador podría hacer un mejor modelo económico para estas personas, mapuches, que se les hacía tan difícil la vida. Me sentí inspirado".
Se lanzó a tratar de entender modelos de ventas, economía, aspiración de las personas, recursos naturales. El desarrollo de software fue la luz al final del camino: "Son una buena forma de construir vehículos que generen movilidad social en personas comunes y corrientes".
Dio sus primeros pasos en el desarrollo web sin internet, por la poca conectividad de su pueblo y el costo del servicio. "La conexión salía entre el 8-10% de los ingresos mensuales de mi mamá. Entonces yo iba al ciber del pueblo y descargaba PDFs para aprender a programar y los pasaba al pendrive ". Así aprendió, jugando con amigos. "Hacíamos un sitio web, alguna cosita chica, alguna tontería".
Uno de sus primeros proyectos serios fue una aplicación llamada Launchcard, una tarjeta de presentación virtual. "La intención era tener algo como 'LinkedIn', pero geolocalizado. Entonces tú llegabas a un evento y lanzabas tu tarjeta; y en la nube todos la veían y te sugería matches , localizada en el momento".
La universidad parecía el camino obvio, así que procuró pagarla haciendo y vendiendo sitios web, con una fábrica de software pequeñita, "QFactor". El proyecto continuó, pero la universidad nunca la terminó. Partió estudiando en la Universidad de La Frontera, en la carrera de Ingeniería Civil Industrial. "Yo creo que sí me sirvió para la base de ingeniería, pero era demasiado industrial, demasiado cuadradita", comenta. Se fue a Ingeniería Informática en UC de Temuco, pero se sintió en dos mundos: el de la U, que le consumía mucho tiempo, y el de sus proyectos. "La Universidad era un estorbo. Mi camino no era ser ingeniero informático ni trabajar para alguien, sino construir algo".
-En la universidad, ¿te topaste con ambientes radicalizados? ¿O nunca te interesó la política universitaria?
-Nunca me ha interesado. No digo que la política de fondo sea inútil, todos hacemos política. Pero no entiendo cómo la política universitaria puede aportar valor. Yo soy un creador, entonces creo soluciones, caminos, productos. Opinar no me parece una forma de crear.
Por el peso social, Emerson se demoró dos años en renunciar a la universidad. Considera que hay una cierta distinción que entrega la universidad. Tanto así, que su madre aún le pregunta si piensa retomarla. Él sentencia claramente: "La universidad es el peor camino que puedes seguir en el desarrollo tecnológico, que es un mundo totalmente diferente. No es eficiente ni eficaz, y tiene un montón de deficiencias".
-¿La universidad no te entregó nada?
-Creo que sí. Adquirí base de datos, metodología de desarrollo ágil, gestión de proyectos. Eso lo uso constantemente y creo que los principios los obtuve en la universidad.
-¿Y en el tema humano?
-Vi realidades distintas en la universidad, a pesar de que la naturaleza de la universidad en la que estaba, la región y la ciudad, hacen que la diferencia entre clases sociales no sea tan grande. E hice buenos amigos, algunos de ellos aún trabajan conmigo en Lirmi.
En 2010, Emerson se encontraba haciendo software con su empresa QFactor. Ese año asistió a una escuela de Filosofía en Temuco, donde se encontró con la profesora Isabel Loncomil. "Ambos estábamos buscando aprender. Creo que eso hace muy mágico el conocernos y lo que hemos construido en torno a una búsqueda común". Isabel trabajaba en un colegio en Temuco y vivía en carne propia las dificultades, estar haciendo planificaciones los fines de semana, revisar pruebas hasta largas horas de la noche, etc. "Eso nos dio una ventaja a la hora de construir Lirmi, ya que creamos una solución a partir de esa experiencia".
Actualmente Isabel ya no está en aula, sino que dedicada a la investigación en educación y ciencias del aprendizaje. "Es nuestra arma secreta", comenta Emerson. Emerson e Isabel están casados y tienen dos hijas.
Camino a Silicon Valley
Todo partió a raíz de la invitación del inversionista chileno Rubén Hernández, quien se interesó ese 2012 en emprendedores sureños y les ofreció llevarlos a conocer el ecosistema de desarrolladores en California. La invitación era sin financiación y encontró a Emerson recién a la semana de salirse de la universidad. "Yo no tenía pasaporte, no tenía plata, no tenía ni una cuestión. Fue todo un camino conseguirlo". Así, seis emprendedores se lanzaron a juntar el dinero suficiente para vivir tres meses en California. Entre otras gestiones, levantaron un proyecto para ser ayudados por Conadi, lo que se concretó. "Igual fue súper rimbombante todo el tema, de cómo lo hicieron, 'primera vez que un grupo mapuche va a Silicon Valley'. Tuvimos que literalmente vendernos un poco". La ayuda de la institución estatal, que se fue en pagar arriendo, fue complementada con los ingresos que le dejaba QFactor, ahora haciendo sitios para estadounidenses.
-Mirando hacia atrás, igual usaron el hecho de ser mapuches.
-Creo que había que hacerlo, conseguir la ayuda económica era más importante.
-¿Cómo fue vivir allá?
-San José en septiembre es brutalmente caluroso, solo recuerdo un calor infernal jajaja. Teníamos tres habitaciones, cada dupla compartía cocina comedor y patio. Fue una gran experiencia, teníamos que cocinar, mantener la casa en orden, convivir con otras personas desconocidas y sobrellevar un día a día intenso en reuniones, eventos, trabajar en tu idea, etc. Una muy buena experiencia.
Desde el segundo mes, Rubén les prestó su casa en San Leandro.
Con el correr de los meses, Emerson empezó a perder interés en Launchcard, el proyecto que llevó. Lo notó en la mejor oportunidad de usarla: los emprendedores fueron al evento Dreamforce, en San Francisco. Grandes exponentes del desarrollo tecnológico reunidos en un solo lugar. "Un evento grande, con 4 mil personas que no se conocen en un ambiente súper glamoroso, lugar ideal para probar. Pero pensé, ¿voy a pasar tres años más evento tras evento?".
-¿Era un tema de comodidad?
-Más bien noté que era poco relevante para mí el problema. Entendí que hay que resolver un tema real, ir a la calle. Hay que ir a conversar con la gente para trabajar conectado con los usuarios. Eso se nos olvida un poco en general en el ecosistema emprendedor. Están buscando valorizaciones, volverse unicornios o lo que sea, pero la pregunta es qué problema resuelves, sin perder de vista que sea cómo te sustentarás a lo largo del tiempo". Esa idea de las tarjetas virtuales se perdió totalmente.
Marcelo Catrileo, que era parte del grupo, estaba con un startup de turismo, y Emerson cree que también estaba pensando en ver problemáticas más complejas. "Un día cualquiera, lo invité a que me acompañara a visitar la Escuela Popular, institución comunitaria y bilingüe de San Jose. Ambos fluimos muy bien trabajando en equipo. Desde ese día nos dedicamos a visitar colegios y hemos trabajado juntos".
Tras todo este camino que relata, Emerson reflexiona sobre esta actitud sorprendida de quedarse con lo pintoresco, que presenta la gente al saber que son gente pobre de Temuco. "La mejor aspiración que teníamos nosotros, lo que supuestamente 'tenía que pasar' con nuestro grupo socioeconómico, es que Isabel siguiera trabajando como profesora y yo, como informático. Nosotros éramos la primera generación profesional de la familia, entonces es súper raro que construyamos una compañía. Pero tenemos que cambiar ese switch de creer que nos educamos para entrar a la U; y que entramos a estudiar algo para sacar un título y encontrar pega. En realidad nos tenemos que preparar para desarrollar conocimiento para afrontar los desafíos futuros".
Sobre el progreso de Lirmi, Emerson se plantea metas ambiciosas. "Yo sé que si hacemos las cosas muy, pero muy bien los próximos 10 años, quizás movamos un poco la aguja en la educación del país. En Latinoamérica la educación es un commodity , entonces hay que preguntarse cómo la mejoramos, no pensando en cómo tenemos mejor SIMCE o una mejor prueba PISA, sino que teniendo en cuenta que el aprendizaje transforma".
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