Jueves, 30 de Marzo de 2023

Fragmentación política y gobernabilidad

ChileEl Mercurio, Chile 19 de marzo de 2023

La democracia representativa no solo aspira a que las diversas expresiones ciudadanas puedan manifestarse a través de sus instituciones, sino que, además, a que la dispersión de puntos de vista resultantes no constituya un obstáculo para quienes fueron electos para gobernar

La democracia representativa no solo aspira a que las diversas expresiones ciudadanas puedan manifestarse a través de sus instituciones, sino que, además, a que la dispersión de puntos de vista resultantes no constituya un obstáculo para quienes fueron electos para gobernar. Por el contrario, lo que se busca es que, a pesar de esa dispersión, los esfuerzos de gobierno puedan aglutinarse en las direcciones adecuadas y resulten efectivos. En otras palabras, que la fragmentación política no dañe la gobernabilidad.
La fragmentación política de la sociedad chilena se ha visto acentuada por la dinámica que introducen las redes sociales y por el sistema electoral proporcional que reemplazó al binominal, que facilita que ello ocurra. Respecto de las redes sociales, el mundo está recién aprendiendo a lidiar con sus consecuencias, tanto las benéficas como las deletéreas. En cambio, en materia de sistemas electorales, hay una vasta experiencia mundial desde donde recoger las mejores experiencias. En Chile la fragmentación política ha sido, además, magnificada por la explosión de los "díscolos", es decir, de parlamentarios que, una vez electos, actúan luego con independencia de las directivas de los partidos políticos en los que militan.
Hay una oposición entre sistemas electorales mayoritarios, que concentran la representatividad, mejorando la gobernabilidad, y los proporcionales, que la dispersan a costa de la gobernabilidad. Hay países que combinan ambos, eligiendo una parte del Parlamento de manera uninominal, concentrando la representatividad, y al resto mediante listas nacionales elaboradas por los partidos, permitiendo la expresión de más sensibilidades políticas, pero poniendo exigentes umbrales mínimos de votación para impedir una fragmentación excesivamente alta. Hay además mecanismos de compensación que intentan armonizar los resultados de aquello, de difícil comprensión inicial para la población, pero que se han hecho crecientemente necesarios para asegurar un buen funcionamiento de la democracia.
El hecho de que el país se encuentre inmerso en la redacción de una nueva Constitución es una buena oportunidad para reflexionar respecto del sistema electoral, introduciendo artículos que contribuyan a mitigar los problemas de la fragmentación. Sin embargo, la tentación de establecer el sistema electoral en la propia Constitución debe ser evitada, porque rigidizaría innecesariamente al sistema electoral, dificultando su posterior adaptación en el Congreso conforme a sus resultados. Pero sí la Carta Fundamental debe orientar al legislador en la importancia de la gobernabilidad y las dificultades de la fragmentación, y esta es una ocasión que no debe ser desperdiciada.