El reality show argentino terminó convertido en el fenómeno de la temporada, y con un campeón que estuvo lejos de las polémicas. El saldo de un suceso.
Por Belén Fourment*
Al final, todo se dio como se esperaba. Aunque a último momento el entusiasmo pareció alumbrar el panorama de los fanáticos de dos de los finalistas,
el triunfo de Marcos Ginocchio era indiscutible. Lo del lunes fue solo una confirmación: en el mano a mano con Nacho Castañares, se quedó con la nueva edición de
Gran Hermano Argentina con el 70 % de los votos positivos a su favor. Fue una goleada.
A 162 días del estreno, a cinco meses y dos semanas de que un poco intuitivo jugador le vaticinara que iba a ser el primer eliminado, Marcos, un muchacho de Salta al que apodaron "Primo" y con una personalidad de esas a las que nadie puede oponerse, se coronó campeón del
reality show argentino que fue un fenómeno televisivo.
En su última emisión superó los 30 puntos de rating, una marca que, en la tierra de la última selección campeona del mundo, hacía tiempo no conseguía un programa que no fuera deportivo. En Uruguay, emitido por
Canal 10, le costó establecerse, pero tras algunos ajustes de horarios también cerró con contundencia: según cifras de la consultora Kantar Ibope,
fue lo más visto del lunes con 18,7 puntos de rating. Sacó casi 10 de ventaja sobre su principal competidor de la noche,
Poné Play, el ciclo de entretenimientos de Canal 12.
Fue, en eso también, una goleada: acumuló más de 90 millones de visualizaciones en las diferentes emisiones satélite que Telefe planteó vía
Twitch y
YouTube, y arrasó en las conversaciones de redes, en concreto en TikTok y Twitter. Solo el lunes, en Uruguay, ocho de los 10 temas tendencia de la noche tenían que ver con asuntos de
Gran Hermano.
El aire de victoria propio de un campeonato estuvo presente desde que, el 17 de octubre,
Gran Hermano se estrenó y borró rápido el fantasma de la duda.
El formato, lanzado en 1999 en Países Bajos y hecho por primera vez en la Argentina de la crisis, en 2001, no estaba oxidado ni había perdido el encanto. Era, todavía, capaz de capturar el interés de una teleaudiencia heterogénea y de hacer lo imposible: llevar la atención efímera de la generación Z hacia un programa de televisión que exigía continuidad de lunes a domingos y que tuvo, a través de la plataforma Pluto TV, cámaras transmitiendo las 24 horas del día. La consagración también fue centennial: los tres finalistas el campeón Marcos, el vicecampeón Nacho, el tercer puesto
Julieta Poggio nacieron después del año 2000. Los challenges de TikTok ensayados frente a un espejo y los hashtags destinados a ser virales marcaron el pulso y la juventud.
En el otro polo, esta edición de
GH Argentina quedará marcada por la primera en que un participante de 60 años entró a la casa. Fue
Walter Santiago, Alfa, quizás el gran personaje de la temporada, el reflejo de aquellos que aún comulgan bajo el lema de la juventud perdida. Un conservador a la medida de la Argentina del uno a uno ante tres muchachos en tiempos confusos: estos tiempos de hostilidad y desesperanza donde, sin embargo, todo parece tan posible.
El lunes, antes de anunciar la consagración,
Santiago Del Moro se quitó el saco y se abrió la camisa y quedó uniformado con la camiseta de la Selección Argentina, el atuendo con el que salió al aire durante toda la temporada del Mundial. Este
Gran Hermano generó pasiones futboleras y rivalidades de tribuna y, al final, replicó la historia de Qatar 2022: la consagración del hombre sencillo y humilde, retraído y bueno, tan aparentemente lejano de la malicia como de los vicios del poder.
Gran Hermano tuvo en Marcos a su propio Lionel Messi: un jugador definitorio, que no precisó de artificios para quedarse con la copa que, en su caso, son 19 millones de pesos argentinos (hoy, más de 47 mil dólares), una casa y el cariño de más de un país. Un jugador, quizás, como un ideal de lo que el mundo podría ser.
El Pais, Uruguay
29 de marzo de 2023
