Sábado, 27 de Julio de 2024

Los enormes costos que la crisis económica y política está generando en la sociedad argentina

UruguayEl País, Uruguay 18 de septiembre de 2023

Nos estamos comiendo "las joyas de la familia" desde hace varias décadas y cada vez quedan menos, afirma Rafael Rofman, especialista en protección social, desarrollo humano y pensiones.

Detrás de los indicadores macroeconómicos sobre los que se debate a diario en la campaña electoral, Argentina presenta indicadores sociales que desde hace décadas le llevan a perder riqueza como sociedad. Pobreza, vulnerabilidad infantil, enormes niveles de informalidad, abultados recursos en planes sociales insuficientes para modificar la realidad y un sistema previsional con 200 regímenes excepcionales que lo convierten en una bomba de tiempo. "La coyuntura es muy dura, pero el largo plazo nos pone ante un desafío tremendo", afirma Rafael Rofman, economista y Doctor en Demografía. Los argentinos viven un proceso de angustia, y "ni los más relegados ni los más ricos, percibe un futuro mejor", lo que alimenta el descrédito y la posibilidad de pensar en políticas de largo aliento. "Los planes sociales no ayudan a salir, la educación no brinda las habilidades necesarias y el trabajo privado formal es poco", enumera. "Nos estamos comiendo las joyas de la familia desde hace varias décadas y cada vez quedan menos", subrayó. A continuación, un resumen de la entrevista.

La sociedad argentina observa una campaña electoral donde se debate sobre dolarización, Banco Central, deuda, FMI. ¿Cómo se vive esta situación desde quienes están ajenos a la política electoral de cada día?
Están cada vez peor. Como se sabe, ha habido un deterioro de todos los indicadores económicos que afectan a la vida cotidiana de la gente. No solo está peor, sino que eso genera mucha ansiedad; la gente está tensa, angustiada, incluso quienes no tienen problemas económicos serios pero sienten que hay que hacer algo para modificar esa situación. Qué hacer, cómo defenderse en esta crisis, cómo tratar de ganar algo y no distraerse, porque lo que se logra se pierde muy rápido. Todo esto lleva a que la vida cotidiana sea más difícil y que la gente la pase mal.

No ven perspectivas en el futuro...
Claro, porque por un lado está la coyuntura, pero desde una visión más estructural hay problemas muy serios de largo plazo, que en parte son los que explican lo de corto plazo. Un país que se empobrece, que no produce, no crece, donde nos estamos comiendo las joyas de la familia desde hace varias décadas y cada vez quedan menos. En términos relativos somos cada vez más pobres y fácilmente lo vemos comparándonos con Uruguay; nos parecimos mucho siempre, incluso con algunas ventajas para Argentina en algunos indicadores, hoy ustedes están un 50% arriba. La cotidianeidad nos arroja un sentimiento muy angustiante sobre la calidad de vida de la gente y no debemos soslayarlo; pero encima de eso, nadie, ni los más relegados ni los más ricos, percibe un futuro mejor.

De ahí el descrédito que expresan hacia los políticos...
Es muy complejo el debate político de estos días; todo es muy loco, se escuchan cosas muy disparatadas. Cuesta mucho convencer a los argentinos de que, si hacemos las cosas en forma ordenada en 10 años vamos a estar mejor. ¿Por qué?, porque hace 30 o 40 años que se le dice lo mismo y eso no sucede. Yo creo que muy buena parte del fenómeno Milei tiene que ver con esto, "ya está, estamos jugados, pongamos cualquier cosa y veamos qué pasa", parece ser el sentimiento de muchos.

¿Con qué cosas puntuales podría cambiarse en algo al menos la realidad que atraviesan los más necesitados?
El daño es tal que levantarlo es muy complejo, ha sido acumulativo durante mucho tiempo. Argentina combina muchas dificultades de performance económica y de resultados en materia de bienes públicos; la educación tiene problemas serios, la salud, la seguridad ni hablar, la ciudad está rota, la vida cotidiana es complicada. Cuando al mismo tiempo tenemos un Estado que cuesta tanto y no da servicios, el problema es peor. Hay países que pueden estar peores que Argentina en términos de calidad de vida, pero tienen el espacio para poder avanzar. No es el caso de Argentina, que necesita ser mejor en política pero con menos plata, con lo cual es mucho más difícil todavía. El gasto social en transferencias, se ubica en un 10% del PIB en pasividades, aproximadamente; alrededor de 1,5% en transferencias a la niñez y otro tanto en planes sociales. Hay unos tres puntos más en subsidios a la energía y el transporte.

 Las tasas de pobreza en Argentina han crecido mucho en los últimos años. ¿Qué respuesta hay a ese fenómeno?
Más allá de la comparación en tasas de pobreza con otros países, cosa que se dificulta porque hay diferencias metodológicas, lo cierto es que, mientras otros países han logrado los últimos 20 años bajar en forma consistente la pobreza, desde el nivel que fuera, Argentina no la baja, incluso ahora se incrementa.
Ese número puede mejorar efectivamente si la macro se ordena un poco y la economía mejora. Si baja la inflación, el pobre vive mejor. Y eso es al día siguiente, porque los pobres en Argentina y en el mundo viven en efectivo, no tienen plazos fijos ni dólares, y entonces cuando hay inflación, los billetes que consiguen tener el bolsillo pierden valor todos los días muy rápido. Luego de la inflación, la gente más vulnerable mejora su vida de inmediato. Y se logra que la economía se active, hay más movimiento, se puede generar empleo. Dicho esto, para muchos argentinos la pobreza no es solo monetaria. Los problemas no son solo bajos ingresos, sino el acceso a la vivienda, a la salud, la posibilidad de desarrollar habilidades que les permitan insertarse en un empleo. Y la gente que presenta estas características es mucha y viene en ascenso. Ahí hay un problema mucho más serio, porque eso no se resuelve solo con mejor macro. Es condición necesaria, pero no suficiente.

¿Esas carencias de habilidades están vinculadas a un sistema educativo deficiente?
Ese es un problema enorme. Tenemos un modelo educativo pensado entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, muy de avanzada en su momento, que generó que fuéramos líderes casi globales; el problema es que hoy tenemos un modelo educativo que se parece mucho al de aquel momento, en un mundo completamente distinto, con una inercia y una enorme dificultad de imponer reformas. Los uruguayos lo van a entender porque en esto somos parecidos. Y además, la gente no registra el valor de la educación como posibilidad de progreso, por tanto, no lo tiene entre sus principales demandas. No hay manifestaciones de padres exigiendo mejores escuelas para sus hijos. Es que cualquier cambio es pensando en ver resultados de acá a 20 años y la gente busca cosas que se puedan solucionar ya; promesas a futuro son difíciles de vender en el corto plazo, ante el enorme sentido de urgencia que existe.

Esos problemas del sistema educativo se reflejan en el mercado de trabajo...
Si estamos donde estamos, parte de la explicación es esa. Hay poco capital humano, poca capacidad de los trabajadores de conseguir empleo de mejor calidad, hay cada vez más fragmentación en el mercado de trabajo. Por un lado hay un sector tecnológico donde algunos chicos súper formados se van por el mundo a trabajar o trabajan desde aquí para empresas globales. Y después, montones de chicos que no saben hacer nada, porque no se les enseñó a hacer nada, o no terminaron la escuela, o si la terminaron, fue con una escolaridad pensada hace cien años.

Pero además, muchos niños y adolescentes seguramente tienen dificultades para incorporarse con posibilidades de egreso en el actual sistema...
Sin dudas. Del sistema educativo salen pocos y mal formados. Pero también tenemos muchos chicos que no logran siquiera esa base. Más de la mitad de los niños en Argentina viven bajo condiciones de pobreza. Eso ya los condiciona, llegan con muchas dificultades al sistema educativo y hoy no hay soluciones para ellos.
Hay una buena noticia, que creo que no la hemos evaluado todavía en su plenitud y que va a tener buenos impactos a la larga: en los últimos 6, 7 años, viene procesándose una fuerte baja de fecundidad, especialmente en adolescentes. Esa es una muy buena noticia, porque parte del problema está en la reproducción intergeneracional de la pobreza, donde hay mujeres muy jóvenes con embarazos no planificados, que condicionan su propio desarrollo y el de esos niños, indudablemente. La fecundidad total en Argentina desde 2015 a la fecha bajó cerca de un tercio y en adolescentes, cerca de un 60%. Eso además quita presión a las escuelas de educación inicial que presentaban un enorme déficit, sobre todo en zonas vulnerables.
Pero el problema de la pobreza infantil es enorme y sin resolver eso no vamos a avanzar. Y en paralelo, una población que envejece...

¿Cómo está la situación previsional?
Es un enorme problema y de compleja solución. Argentina tiene un nivel de fragmentación previsional monumental, hay más de 200 regímenes con excepciones al sistema general. Gente que trabaja en determinada provincia o diversas actividades favorecidas con regímenes especiales, o sectores que tienen también reglas diferentes. ¡Doscientas excepciones! Así es imposible. Por supuesto que todas las excepciones son más caras que el régimen general, y todas responden a algún grupo de interés, por lo que desarmarlo es una batalla tremenda, aunque imprescindible. Una combinación de regímenes previsionales que es carísima, gastamos más de 10 puntos del producto en jubilaciones y pensiones, y a los jubilados –muchos de ellos no les alcanza para vivir.

El sistema es ineficiente...
Sí. Y se lleva buena parte de los recursos de los activos; a su vez, los pasivos cobran poco, pero viven más y necesitamos más de esos recursos. La cuestión es que si todo el excedente que producen los más jóvenes, los que trabajan, los destinamos a los pasivos, el país no puede invertir y si no invierte, nuestra sociedad no podrá ser más rica.
Hoy le estamos dando beneficios a mucha gente que está en edad de seguir trabajando. ¿Por qué? Porque hay una norma que dice que los docentes de determinada provincia se jubilarán a los 50 años, por ejemplo. Y así muchos casos especiales. Algunos casos se analizarán y se acordará que, por sus características, es justo que se jubilen antes, pero no es en todos los casos así.

El régimen general es de retiro a los 65 años. ¿Debería ajustarse al alza la edad de retiro?
No está ahí el problema. Como ejercicio, veamos esta cuenta: si mañana el Estado argentino le pagase a cada persona mayor de 75 años a todos el monto que corresponde a la jubilación del régimen general, eso costaría tres y cuatro puntos menos del producto de lo que cuesta el sistema de previsión ahora. O sea, el costo del desorden es altísimo. Entonces, lo que hay que hacer es ir corrigiendo la edad de retiro, pero no la legal, sino la efectiva.
Tenemos regímenes especiales hasta para los bailarines del Teatro Colón, así es imposible. En Argentina tendemos a tener muchos esquemas con muchas capas geológicas de ideas que se van acumulando y agregando, estructura sobre estructura y esto se consolida. ¿Quién lo mueve?

¿Cómo superar los enormes problemas de informalidad laboral?
Por un lado, el empleo público es muy alto, especialmente en las provincias. Ante las dificultades económicas que atraviesa el país, el Estado empieza a inventar empleo para darle algo a la gente y tratar de sostener la economía. Es un círculo vicioso. Eso se cubre con impuestos, que encarece los servicios a toda la sociedad en lugar de invertir en infraestructuras para que la economía sea más competitiva. Ha crecido tanto ese fenómeno que se hace muy difícil desmontarlo.
Por otro lado, hay un problema serio de informalidad. En parte, es gente que directamente evade, pudiendo tributar, ante un Estado sin capacidad de control. Pero también hay un problema de ausencia de habilidades, de falta de productividad, con lo cual mucha gente trabaja, pero lo que produce apenas le alcanza para subsistir, y no es factible pensar en que pague impuestos. Y eso pasa con trabajadores y con pequeños empresarios, que si pretenden formalizarse, tienen que bajar la cortina. Es un problema con doble complejidad que hay que empezar a resolverlo. Parte de la solución tiene que ver con resolver algunas cosas en el mercado de trabajo que funcionan muy mal, con una normativa laboral pensada para un mercado de trabajo hiperformal y estable. Entonces, den esas condiciones, solo contratan las grandes empresas que tienen espalda para aguantarlo. El trabajo en plataformas es un gran desafío, un ambiente donde además muchas veces hay rotación, maltrato, injusticias para los trabajadores, hay muy poca transparencia en ese sector. Pero si no entendemos que tenemos que buscar soluciones para mejorar esas condiciones, no combatirlos. Enfocamos mal el tema. Por otro lado, necesitamos reglas razonables que inviten a que se contrate más, es necesario corregir la normativa para que las empresas inviertan en mano de obra.

Hay un fuerte debate sobre los planes sociales. ¿Es posible desmontarlos?
La mayor parte de esos recursos le llega a hogares vulnerables, eso es indiscutible, pero también es cierto que casi no tiene impacto en términos de generar condiciones para que esa gente salga de esa forma de vida. Y además, está muy cooptado por grupos políticos, lo que determina que de los 8 millones de informales que hay más o menos en Argentina, solamente un millón y medio reciban esto; aquellos que consiguieron acceder por alguna relación. Es discrecional. Hay que repensarlo, de manera que sea un camino a una inserción de más calidad del mercado de trabajo. Hay gente allí con déficit educativos muy fuertes, ese debe ser el foco; habría que pensarlo de ese lado y sin intermediarios políticos.
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