Viernes, 09 de Mayo de 2025

Don?t stop me now

MéxicoEl Universal, México 26 de septiembre de 2023

FJ Koloffon EL UNIVERSAL La pequeña gran Lulú, Maguadalupe la fantástica y Fernando el hermoso ¿Qué hacer cuando te dicen que no hay nada que hacer, que no hay posibilidades, que no hay camino ni existe solución? ¿Hacia dónde voltea uno? Muchos miraríamos al cielo resignados, pero Maguadalupe no

FJ Koloffon



EL UNIVERSAL







La pequeña gran Lulú, Maguadalupe la fantástica y Fernando el hermoso







¿Qué hacer cuando te dicen que no hay nada que hacer, que no hay posibilidades, que no hay camino ni existe solución? ¿Hacia dónde voltea uno?



Muchos miraríamos al cielo resignados, pero Maguadalupe no. Ella, a pesar del negro futuro que le pintaron los doctores y escuelas que le negaron la atención a su pequeña Lulú -quien, al nacer, en 1967, sufrió un daño en su cerebro por falta de oxígeno-, decidió voltear a ver a los lugares donde alguna vez sintió grandes esperanzas y emoción profunda.



"Me la rechazaron de todos los colegios y clínicas. Decían que nadie podía tratarla y que mejor la dejara en casa, porque nunca evolucionaría. Según ellos, jamás iba a hablar. Pero, en un instante de iluminación, se me prendió el foco: Yo, de joven competía en natación y quería ir a las Olimpiadas, como Joaquín Capilla. Al recordar la paz que sentía en el agua, decidí llevar a mi hija a la alberca del deportivo Palillo, en la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca".



A la orilla de la piscina, tuvo la suerte de encontrar a quien considera el más hermoso de los maestros: Fernando Vázquez. Aquello, más allá de suerte, parecería una de esas citas que el destino tiene concertadas entre personas especiales.



-"Traes a tu niña a natación, ¿verdad?" -nos preguntó apenas nos acercamos, y yo, con mi cabeza, respondí que sí-. ¿Sabe nadar?



-"No".



A pesar de que Lulú intentaba morderlo para zafarse, con toda la paciencia que no tuvieron los médicos ni las escuelas, él la cogió de la mano y le dijo: "Voy a hacer de ti una gran nadadora".



Al poco tiempo, Lulú viajó a Veracruz a su primera competencia y comenzó a pronunciar sus primeras palabras.



"Decía puras groserías, ¡pero eso no quita que Dios existe!", cuenta su fantástica y sonriente madre, quien apenas este verano -a cincuenta y tantos años de iniciada su odisea- acompañó a Lulú a Berlín, a los Juegos Mundiales de Verano de la organización Special Olympics, que -junto con otras asociaciones, como la Fundación Diez Morodo en México- apoyan, entre otras causas, a atletas con discapacidad intelectual en su desarrollo personal.



Lulú, quien ahora es también corredora, porta orgullosa en su pecho medallas que valen tanto como si fueran olímpicas, y que son prueba de que los remedios aparentemente más complejos están muchas veces en lo más sencillo: El amor, la generosidad, la ternura y el simple movimiento.



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