Mentalidad suma cero
Tal mentalidad ignora que el corazón del crecimiento económico se basa en la creación de una riqueza que antes no existía.
En una entrevista concedida a este diario, el destacado economista chileno radicado en EE.UU. Ricardo Caballero se refirió a las posibles causas del declive estructural que sufre la economía chilena. Indicó que ello podría vincularse con la creciente instalación de una "mentalidad suma cero" en la población, cuyos efectos se trasladan luego a las decisiones de política económica que adopta el país, orientándolas más a la redistribución que a la creación de valor y generando así un estancamiento que a su vez tiende a retroalimentar dicha mentalidad, reforzando el ciclo negativo.
La mentalidad suma cero se refiere a que las personas tienden a percibir las ganancias o beneficios que algunos alcanzan en materia económica o social como el resultado de una pérdida equivalente por parte de otros. Es como si la riqueza o el valor existentes se repartieran y no se crearan, de manera que lo que unos consiguen tiene que provenir de lo que otros dejaron de obtener. Esa mentalidad facilita pensar que las ganancias de las empresas se generan a costa de los consumidores, o que los minerales que explota una firma extranjera les son arrebatados a los nacionales. Y, sin perjuicio de que efectivamente haya innumerables transacciones que son de suma cero -el regateo de precios entre consumidor y comerciante es el caso más obvio-, el corazón del crecimiento económico se basa en la creación de una riqueza que antes no existía. Más aún, es la "creación destructiva", es decir, la introducción de innovaciones en la tecnología incorporada a productos, o en los modelos de negocios para comercializarlos, o en los procesos de manufactura o de organización de las empresas, lo que permite generar bienes y servicios más atractivos, o más útiles, o más baratos que los anteriores, "destruyendo" a estos últimos, y de esa manera aumentar el nivel de riqueza de la sociedad.
La mentalidad suma cero está profundamente arraigada en la psiquis humana desde tiempos ancestrales, pues la distinción amigo-enemigo fue clave para la supervivencia de las comunidades, y esa distinción se tradujo en lealtad y cooperación al interior de los grupos, pero sospecha y desconfianza entre los distintos agrupamientos. Una parte sustantiva del crecimiento económico que han logrado los países se basa en procurar eliminar esa sospecha y desconfianza mediante la introducción de instituciones adecuadas bajo el imperio de la ley, que incentivan el intercambio y entregan certezas respecto de la resolución de conflictos.
Sin embargo, hoy se da en el mundo una relativa pérdida de prestigio de la globalización como generadora de beneficios, junto con una creciente devaluación de algunas de sus consecuencias: flujos migratorios, llegada masiva de productos foráneos, afanes hegemónicos de ciertos países, entre otros. Esto ha abierto el camino al tribalismo identitario, presente en muchas naciones, que enfrenta a grupos como si estuvieran participando en un juego de suma cero.
La tendencia a exigir políticas redistributivas se ve facilitada por la "mentalidad suma cero", pues ellas permitirían a quienes las solicitan recibir la riqueza que, según esa mentalidad, otros ganaron previamente a su costa. Y como ciertas políticas redistributivas -aumentos de impuestos acompañados de una percepción negativa del emprendimiento privado y una incomprensión de la legitimidad de las ganancias- limitan el crecimiento, ese estado de cosas solo profundiza tal mentalidad, retroalimentando el ciclo.
Se acumulan los indicios de que, como advierte Caballero, esta mentalidad se está instalando crecientemente en el país, fenómeno que debe ser combatido con fuerza, para impedir un continuo debilitamiento del ciclo virtuoso de creación de riqueza. De lo contrario, la ciudadanía se verá atrapada por la desesperanza que desprestigia a la política y que lleva a la búsqueda de soluciones simples y populistas.