Viernes, 23 de Mayo de 2025

Los 70: la desaparición del embajador Hidalgo Solá, una disputa interna que conmocionó en el exterior

ArgentinaLa Nación, Argentina 11 de marzo de 2024

Héctor Manuel Hidalgo Solá, el embajador argentino en Venezuela, desaparecido durante una visita en Buenos Aires en julio de 1977, cuando gobernaba la dictadura militar Uno de los casos de mayor conmoción internacional durante la dictadura militar fue la desaparición del embajador argentino en Venezuela, Héctor Manuel Hidalgo Solá

Héctor Manuel Hidalgo Solá, el embajador argentino en Venezuela, desaparecido durante una visita en Buenos Aires en julio de 1977, cuando gobernaba la dictadura militar



Uno de los casos de mayor conmoción internacional durante la dictadura militar fue la desaparición del embajador argentino en Venezuela, Héctor Manuel Hidalgo Solá. La envergadura del protagonista, un abogado y dirigente del radicalismo que había abierto el camino para una posible incorporación de políticos al gobierno de facto, y la lucha intestina entre el teniente general Jorge Rafael Videla y el almirante Emilio Eduardo Massera le dieron relieve al secuestro ilegal del diplomático, cuyo cuerpo nunca apareció.

No se trataba de un funcionario menor. Su incorporación al gobierno de Videla fue impulsada por un sector de la Secretaría General de la Presidencia, que conducía el general José Rogelio Villarreal, y acordada trabajosamente con referentes de la Unión Cívica Radical, como Ricardo Balbín y Juan Carlos Pugliese, para preparar el terreno a una posible apertura política. La variante de una salida electoral era combatida dentro del Ejército y en el seno de la Armada, a partir de las aspiraciones del almirante Massera por constituirse en el hombre fuerte del régimen militar, para lo cual ya comenzaba a formar las bases de su proyecto político.

El propio Hidalgo Solá, en una entrevista publicada tres días antes de su desaparición, había revelado sus aspiraciones de acceder a la Presidencia de la Nación en una eventual convocatoria a elecciones. "Tenga la seguridad absoluta de que voy a hacer todo lo posible para ser el presidente de la Argentina", declaró a un periodista de la revista Somos, al arribar al país en el mes de julio con motivo del casamiento de su hija mayor.

La escueta información que inicialmente se publicó en las páginas interiores de los diarios al revelarse que no había noticias del diplomático radical fue adquiriendo mayor volumen y trascendencia, a medida que avanzaban los días y el paradero del embajador seguía siendo un misterio. Su familia, encabezada por su esposa, Delia Gómez Rueda de Hidalgo Solá, realizó intensas gestiones, incluso en audiencias por separado con los jefes militares, sin resultados.

En esos años la representación diplomática en Caracas tenía un significado político relevante. A diferencia de lo que ocurre ahora, Venezuela era uno de los pocos países de la región que mantenían la vigencia de la democracia y el gobierno de Carlos Andrés Pérez se destacaba por encima de los vecinos militares que habían accedido al poder en la Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, entre otros países de América del Sur.

Hidalgo Solá consiguió que el líder de Acción Democrática recibiera en Caracas a Videla en mayo de 1977, en su primer viaje a un país con un gobierno democrático, lo que según algunas fuentes habría disgustado a Massera. La delegación que acompañó a Videla llevaba a empresarios y representantes de la ciencia, el deporte y distintas manifestaciones de la cultura, desde Luis Federico Leloir y Alfredo Lanari a Juan Manuel Fangio, Roberto De Vicenzo, Edmundo Rivero, Bonifacio del Carril, Pedro Ignacio Calderón, Rogelio Polesello y Ary Brizzi, entre otros. El embajador argentino en Venezuela, Héctor Hidalgo Solá con Carlos Andrés Pérez, presidente venezolano (centro) y el ministro Escovar Salom, en julio de 1977.

La desaparición

De 52 años, Hidalgo Solá se encontraba en julio de 1977 en Buenos Aires por el casamiento de su hija Adriana Pilar, que se iba a realizar el sábado 23 en la basílica del Santísimo Sacramento. Unos días antes, el lunes 18, el embajador salió a las 8.30 de su domicilio, en Guido 2625, en el barrio de Recoleta, para dirigirse a una reunión en Alsina 1156, donde se encontraban las oficinas de la firma Hidalgo Solá SA. Condujo su automóvil rojo Peugeot 504, desde la cochera subterránea y tomó la calle Agote y, luego. la Avenida del Libertador. A la altura del Museo Nacion al de Bellas Artes fue interceptado por tres Ford Falcon y un Peugeot.

Varios de los captores armados lo obligaron a descender de su vehículo y debió subir a uno de los Falcon. Uno de ellos tomó el volante de su auto y la caravana se perdió entre el tránsito por la avenida Pueyrredón y luego por Figueroa Alcorta, según reconstruyeron las crónicas de la época. Su automóvil fue hallado dos días después en cercanías de la calle La Pampa y avenida Lugones, en Belgrano. Los investigadores alegaron que los secuestradores borraron rastros en el coche para evitar cualquier identificación.

El Poder Ejecutivo deploró el "lamentable episodio" en un comunicado y dijo que el secuestro del diplomático perseguía "el enfrentamiento y la desunión entre los argentinos".

En diciembre de 1979, la Sala I de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal confirmó el fallo de primera instancia que había rechazado el hábeas corpus interpuesto por la familia del diplomático, por entender que el Poder Ejecutivo no había dispuesto medidas restrictivas de la libertad de Hidalgo Solá. En septiembre del año siguiente, la Corte Suprema revocó el fallo y ordenó dictar una nueva sentencia. Sostuvo que debían agotarse las medidas que permitieran dilucidar las circunstancias en que el diplomático radical había sido privado de su libertad.

"El embajador Hidalgo Solá es un problema trascendente que tiene el gobierno nacional porque representó la desaparición de un embajador político designado por el Proceso. Es un problema de envergadura sentimental y trágica. Si el Gobierno no ha dicho hasta ahora lo que ha pasado, es porque no lo sabe. Excepto que alguno crea o quiera suponer que el gobierno nacional haya tenido algo que ver. Si alguno tiene esa idea o esa creencia, quítesela rápidamente de la cabeza", respondió en 1981 el presidente Roberto Eduaedo Viola, sucesor de Videla, cuando un periodista le preguntó sobre el caso.

En abril de 1982, los juzgados completaron las diligencias a su alcance y finalmente la Corte rechazó el hábeas corpus en favor de Hidalgo Solá. Antes de asumir en la Casa Rosada, el presidente electo Raúl Alfonsín recibe a la esposa y los hijos del exembajador argentino en Venezuela, Héctor Hidalgo Solá, desaparecido en 1977. Fue el 14 de noviembre de 1983

Interferencias

En los ámbitos políticos se especulaba con que la labor de Hidalgo Solá en Venezuela tropezaba con interferencias constantes de la propia Cancillería argentina, inicialmente en manos del vicealmirante César Guzetti, que por su lealtad a sus mandos naturales respondía a Massera. Víctima de un atentado de los Montoneros en mayo de 1977, Guzetti fue reemplazado por el también vicealmirante Oscar Antonio Montes. La Cancillería seguía controlada por Massera.

Semanas antes del secuestro, el jefe de la Armada viajó a Venezuela y, para evitar encontrarse allí con el embajador, pidió a la Cancillería que convocaran al diplomático a Buenos Aires. "Le pidieron la renuncia, pero él tomó nota y respondió que solo la podía presentar ante Videla, que era quien lo había designado", reveló a LA NACION Ricardo Yofre, periodista de buenos vínculos con el radicalismo que acompañaba al general Villarreal como subsecretario general de la Presidencia en la Casa Rosada.

Yofre recuerda que Hidalgo Solá era uno de los embajadores políticos designados por el Proceso, pese a la desconfianza y resistencia que la dirigencia de los partidos generaba en muchos militare . Los consideraban de la amnistía a los guerrilleros sancionada al asumir Héctor Cámpora en 1972 y de la crisis previa al golpe de Estado tres años después. A otras embajadas llegaron el desarrollista Oscar Camilión (en Brasil), el conservador mendocino Francisco Moyano (Colombia), el socialista Américo Ghioldi (Portugal), Leopoldo Bravo (Rusia), Rubén Blanco (Santa Sede) y Tomás de Anchorena (Francia).

Nacido el 20 de marzo de 1925 y afiliado a la UCR a los 20 años, Hidalgo Solá fue un colaborador cercano a Balbín. Durante el gobierno de Arturo Illia fue director de la empresa eléctrica Segba y, después, subsecretario de Economía, en un estrecho vínculo con el ministro Pugliese. En abril de 1974 publicó el libro "La hora de la Argentina" (Ateneo) que resumía su pensamiento político y económico.

El caso se reactivó en septiembre de 1982, cuando el exsecretario de Hacienda Juan Alemann reclamó al gobierno militar que investigara el asesinato de Elena Holmberg y la desaparición de Hidalgo Solá, "hechos ocurridos en circunstancias que llevan a creer que sus autores no eran terroristas". Dos días después, familiares del diplomático revelaron que el expresidente Videla se había declarado "impotente para avanzar en la investigación".

La Justicia reabrió la causa e, incluso, se ordenaron sendos careos entre la señora de Hidalgo Solá, acompañada por su hijo Fernando Manuel Hidalgo Solá, con los expresidentes Videla y Viola. S egún la familia del embajador, mientras el primero se había declarado "impotente" para esclarecer la desaparición, su sucesor les había revelado que existía "una conjura de silencio" frente al resonante caso.
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