Martes, 02 de Julio de 2024

El futuro del país se juega hoy

UruguayEl País, Uruguay 30 de junio de 2024

Las elecciones internas determinan quiénes serán los únicos candidatos que podrán aspirar a la Presidencia Y, ¡por favor! no todos los candidatos o políticos son iguales.

Cinco años después, las urnas vuelven a convocar para que los uruguayos decidan su futuro: hoy votan los ciudadanos y empieza el camino hacia el 1° de marzo de 2025, cuando se instale un nuevo presidente y un nuevo gobierno. Y lo que se decida en esta jornada compromete a todos y compromete el destino del país por otros cinco años.

Este 30 de junio los uruguayos eligen directamente, sin intermediarios, quiénes podrán aspirar al máximo poder ciudadano. Y se hace a través del voto secreto, en la intimidad de un cuarto rodeado de hojas de votación, sin rendir cuentas a nadie más que a su propia conciencia.



El secreto convierte al acto de votar en la expresión de la más absoluta libertad. Ante las diversas opciones, presiones y compromisos el ciudadano está solo, nadie lo controla, nadie lo mira. Introduce una lista en un sobre, lo cierra y lo coloca en una urna. De ese voto, de ese acto tan simple, surge luego la legitimidad del poder que recaerá en el vencedor.



La consigna de la jornada debe ser votar. No hay excusas para no hacerlo. Se dirá que el voto de hoy es voluntario y que no acarrea ninguna sanción. Pero no votar hoy es amputarse la mitad del supremo derecho de los ciudadanos de elegir su gobierno; es menospreciar la posibilidad de ser protagonistas y asumir el deber que corresponde con el país, con nuestra propia dignidad y, sobre todo, con las nuevas generaciones.



Las elecciones internas determinan quiénes serán los únicos candidatos que podrán aspirar a la Presidencia. Y, ¡por favor!: no todos los políticos son iguales y no todos los candidatos son iguales. Ese gastado sonsonete sobre los políticos es solo una triste exhibición de descontento o de frustración por un gobierno mal elegido o por un alarde de estupidez humana que elige fáciles consignas antes que pensar. Porque lo único que tienen de "igual" los políticos es que todos acceden a sus cargos exclusivamente por el voto ciudadano. Si están en el Parlamento o en la Torre Ejecutiva es porque alguien -o muchos miles- los votó, se tomó la "molestia" de ir a su mesa de votación y sufragar.



Si el ciudadano no vota, si no hace uso de ese supremo poder, si considera que no puede perderse una hora cada cinco años para cumplir con su deber de intentar elegir a los mejores, pierde el derecho a criticar: tuvo la posibilidad de elegir y cambiar y no hizo nada.



Si desvalorizamos ese derecho o por desidia, comodidad o falta de compromiso lo omitimos; si no estamos dispuestos a invertir -o sacrificar, para los pesimistas- un rato de este día para decidir lo que ha de ocurrir en los próximos cinco años, después no protestemos: estaremos ilegitimados para reaccionar cuando otros arrasen con nuestros sueños y pisoteen carísimos derechos. Se rechazó lisa y llanamente la posibilidad de ser parte del futuro y esa pasividad permitió el triunfo de un demagogo, un incapaz o un corrupto y marcó la derrota del inteligente, del honesto o del respaldado por un buen equipo. Porque no todos los políticos son iguales: solo los votos son iguales y todos valen uno.



La democracia no garantiza buenos gobiernos, solo asegura gobiernos legítimos. No siempre gana el mejor, solo gana el que tiene más votos. Si votan mal o no votan, a no quejarse: la culpa de las futuras desgracias no será porque "todos los políticos son iguales" sino porque se eligió mal o, mucho peor: ni siquiera se votó, se renunció a opinar cuando se le llamó a hacerlo.



Pero hay otro punto fundamental en estas elecciones internas: las democracias fuertes descansan sobre partidos políticos fuertes. Allí donde están sin respaldo y malheridos, crecen los autoritarismos y se amenazan las instituciones republicanas.



La región está llena de ejemplos de lo que ocurre cuando los partidos políticos se debilitan porque los ciudadanos abandonan la militancia partidaria. Aparecen autócratas mesiánicos, se saltean las Constituciones, arremeten contra los derechos y libertades de los ciudadanos, destrozan la separación de poderes y convierten al Poder Judicial (la máxima garantía de todo individuo) en un engranaje más de sus delirios absolutistas. Venezuela, la Venezuela de Maduro, es el paradigma de estos regímenes, aunque también están Cuba y Nicaragua. Si ve que hay alguien que simpatiza con ellos no los vote, no regale su libertad y la libertad de sus hijos.



El futuro de este país es hoy. Por favor, vote. No deje que otros resuelvan por usted.
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