Martes, 20 de Mayo de 2025

Viva Verdi y viva el Coro Sinfónico

ChileEl Mercurio, Chile 8 de julio de 2024

Excelente idea la de celebrar los 79 años del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile con la "Messa di Requiem" de Giuseppe Verdi (1874)

Excelente idea la de celebrar los 79 años del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile con la "Messa di Requiem" de Giuseppe Verdi (1874). Fundado en 1945 e integrado por un centenar de voces, es el conjunto coral más antiguo del país y de sus filas han surgido destacados solistas vocales. En estas casi ocho décadas de trabajo sistemático, sus directores han sido nombres fundamentales del medio musical chileno: Mario Baeza, Marco Dusi, Hugo Villarroel Cousiño, Guido Minoletti, Hugo Villarroel Garay y, actualmente, Juan Pablo Villarroel, quienes han guiado a la agrupación por repertorios muy diversos con un estándar de excelencia constante.
Escucharlo en esta magnífica partitura verdiana permitió volver a reflexionar sobre lo que significa el canto coral y que tan bien sintetiza la escritora Muriel Barbery en su libro "La elegancia del erizo": "El curso de la vida se ahoga en el canto, de golpe hay una impresión de fraternidad, de solidaridad profunda, de amor incluso, que diluye la fealdad cotidiana en una comunión perfecta. Hasta los rostros de los cantantes se transfiguran (...) Veo seres humanos que se entregan en el canto (...) A fin de cuentas, me pregunto si el verdadero movimiento del mundo no es el canto".
La monumental "Messa di Requiem" es una prueba de fuego tanto para los conjuntos instrumentales y vocales involucrados como para cada uno de los solistas y del propio director. La Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Sinfónico, conducidos por el maestro Rodolfo Saglimbeni, brindaron una ejecución dramática e inolvidable desde ese inicio en pianissimo sobre las palabras "Requiem aeternam", que avanza hacia las contrastantes frases del "Te decet hymnus" para desembocar en el "Kyrie", con esa súplica construida sobre la ascensión sucesiva del cuarteto de solistas. Voces e instrumentos se sumaron luego al tremendo "Dies Irae", que encarna la feroz expresión del furor divino.
Saglimbeni, dirigiendo de memoria, guio magistralmente esta monumental estructura musical, que precisa de todos los músicos convocados una profunda conexión emocional con la turbadora alternancia expresiva soñada por Verdi. Se sucedieron momentos sobrecogedores, como "Tuba mirum", liderado por el bajo Cristián Lorca, de honda expresividad; el complejo "Liber scriptus", con la entrega doliente de la mezzosoprano Evelyn Ramírez, verdadero puntal en una parte de altísimo compromiso vocal y musical; el desconsolado "Ingemisco" del tenor Patricio Saxton; el operático "Confutatis" del bajo, y ese pozo inagotable de tristeza individual y colectiva que propone el "Lacrymosa", un fino trabajo en manos de los solistas, el coro y el maestro Saglimbeni, siempre atento a la manera en que el compositor emplea el contrapunto para crear texturas densas y profundas, añadiendo capas de significado a la música.
Ya hacia el final, la soprano Javiera Saavedra y Evelyn Ramírez supieron recrear la atmósfera de serenidad y contemplación del bellísimo "Agnus Dei", con ese inicio a cappella , mientras que "Lux aeterna" fue un módulo camerístico místico en las voces del tenor, la mezzosoprano y el bajo. El clímax de esta obra se alcanza en el "Libera me", una fuga abierta por la voz de la soprano solista a la que se añade el coro y en la que reaparecen el "Dies Irae" y las invocaciones del "Requiem aeternam". Dura prueba vocal, está concebido para lo que conocemos como una soprano lírico-spinto o bien una soprano dramática, como aquella en la que Verdi pensó para roles como Aida o Leonora; Javiera Saavedra es una cantante musical y precisa, pero el suyo es un material muy ligero para hacer frente a los requerimientos de esta sección vocal que obliga a saltos mortales por la partitura y a sobrepasar con holgura el volumen de la masa orquestal y coral.
Ad portas de los 80 años del Coro, habría que ver cómo serán celebrados. Tiene que ser en grande. El "Requiem" de Dvorak es una atractiva posibilidad y también el "War Requiem" de Britten. ¿Y por qué no, para ampliar el repertorio, la "Gran Misa de muertos" de Berlioz o la "Misa" de Leonard Bernstein?
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