Martes, 20 de Mayo de 2025

Cómo pasó Jorge Asís de escribir notas de temporada a publicar la novela que lo lanzó a la fama

ArgentinaLa Nación, Argentina 20 de julio de 2024

Jorge Asís Samantha y Rodolfo van al paraíso "Samantha, esto en un día común no pasa, en un día común un poeta puede robar una flor en cada uno de los jardines de Quilmes, el mejor sitio para robar flores, rosas o jazmines, claveles o nenúfares

Jorge Asís



Samantha y Rodolfo van al paraíso

"Samantha, esto en un día común no pasa, en un día común un poeta puede robar una flor en cada uno de los jardines de Quilmes, el mejor sitio para robar flores, rosas o jazmines, claveles o nenúfares."

Flores robadas en los jardines de Quilmes.

Conseguir editorial se vuelve una obsesión. Sudamericana ya le dijo que no, lo mismo Corregidor, también Planeta. Le tienen miedo a su novela, se paralizan cuando conocen su trama, por más que la obra no haga una apología ni una defensa de nada, pero es tal el miedo, es tal la autocensura, que cualquier referencia, cualquier elipsis que roce la desgraciada realidad social, se vuelve amenazante.

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El Turco arranca 1980 en Punta del Este, otra vez de temporada, enviado por el diario. Esperanzado, brinda por Alejandro, su tercer hijo que nació hace un mes, y por su novela: se promete a sí mismo que ese año va a conseguir publicarla.

Su nota de apertura de temporada desde Uruguay es una entrevista a Norma Aleandro, exiliada en ese entonces en Madrid, que se presenta por esos días en un teatro de Punta del Este con un monólogo.

A pesar de que es su segundo año allí, con su texto posterior intenta capturar el alma, o al menos los usos y costumbres de ese balneario en el que descansa la alta burguesía rioplatense. Desentraña Rocamora: "Compadres, no hay que hablar fuerte, no gritar, ni pelearse, ni ser feo. A propósito, la fealdad -más que un estado de ánimo o una condición física- en el Este es un error, es estar totalmente equivocado. Y ser aburrido o extremadamente racional puede tener sabor a patético descuelgue, y derivar en depresiones que nada tienen que ver con el lugar, y lo peor, a las que nadie les dará importancia". "Turco", de Pablo Perantuono y Fernando Soriano

Luego hace una serie de artículos típicos de temporada, vinculados a los precios -menos accesibles que el verano anterior-, los alquileres, los días de lluvia, la llegada de argentinos, la presencia brasileña. Nada inolvidable.

El Turco es, quizá como nunca, el orificio por el que respira el diario. Escribe un puñado de notas "rosas", sobre métodos de levantes, alguna historia de amor, alguna escena en el casino. También aprovecha para ir al cine. Durante ese verano, en el balneario proyectan las películas que la dictadura argentina prohíbe, algunas viejas como La naranja mecánica o El Imperio de los sentidos , y otras recientes, como Kramer versus Kramer -sin cortes- o Manhattan . De esta, escribe en el diario: "Por lo menos una vez por semana se brinda a tantos miles de argentinos la posibilidad de compartir íntegramente una de las obras de arte más bellas y valiosas, una película, Manhattan , así nomás, en blanco y negro, concebida e interpretada por un genio, Woddy Allen. Es que en nuestro terruño, lamentablemente, aún no la pudimos ver, y probablemente por un tiempito no podamos así que en la península este lujo se debe aprovechar. Sin embargo nunca -decía una tía que finalmente murió soltera- hay que perder las esperanzas, en principio porque las grandes obras de arte no son vulnerables a los rigores del envejecimiento, y los señores de las tijeras, esos que tanto nos cuidan, afortunadamente sí".

Esta vez la temporada es larga: termina el 14 de febrero. En el medio, arropado por el murmullo terapéutico del mar, vuelve a la lectura -le gustan las novelas El baile de los guerreros , de Ernesto Schóo, y Persona , de Nira Etchenique-, y empieza a escribir una nueva obra, a la que se imagina no como una continuidad de Flores robadas , pero sí como parte de un todo, quizás una trilogía, a la que imagina con el título tentativo de Canguros . Cuando regresa a Buenos Aires lo hace con un solo objetivo, ajustar algún detalle y conseguir que le editen Flores .

"Él me leía los capítulos e incluso algunas cosas le he corregido también. En ese momento era todo más artesanal y él tenía una escritura como salvaje, pero había que estar atrás de sus textos. Yo se los pulía un poco, tampoco mucho. Nunca quiso que una editorial le corrigiera algo, que le tocara una coma, eso lo he hecho yo pero con mucha discreción, algo muy básico". (Mirta Hortas) Fernando Soriano y Pablo Perantuono, autores de la biografía no oficial de Jorge Asís

No bien vuelve de Uruguay, su amigo Jorge Aulicino le hace un largo reportaje para el diario El Libertador , de Posadas, Misiones, del que es el corresponsal en Buenos Aires. El título es elocuente: "Soliloquio de un tirador franco". La fotografía de la nota refuerza el concepto del cazador urbano: Asís aparece de cuerpo entero parado en el medio de la avenida Caseros, la cámara lo toma de lejos y está vestido con saco y corbata y mocasines, con un pucho en la mano y una sonrisa entre socarrona y suficiente. Es el prototipo de un porteño de su tiempo. Con envidiable confianza en sí mismo, el Turco cuenta sobre la novela que tiene entre manos: "Es la historia de nosotros, de nuestra generación, de los tipos de treinta o treinta y pico de años. El punto final lo puse a las doce de la noche del 1 de diciembre del año pasado en la redacción de Clarín . Tenía ganas de levantarme, de abrazar a alguien, de festejar. Pero estaba solo, casi solo. Ahora estoy con el segundo libro de Canguros , que se llamará Los Triunfados o Tiradores francos , todavía no lo decidí. Y ya tengo en mente el tercero. En la primera historia, se narra, simplemente, el encuentro de Rodolfo con Samantha, una ex-novia que se está por tomar el buque a Europa. Caminan, se sientan en los canteros del obelisco, hablan. Esa es la historia.(...) Ahora ando hecho un tiro. Soy un tipo que mira, como diría Arlt, con la seguridad de un triunfo próximo. Si con Flores robadas doy un machetazo que deja un tronquito así, con el segundo libro arranco hasta las raíces".

Abierto por la confianza con su interlocutor, el narrador de Domínico exhibe sus llagas: "Cuando los amigos me preguntan qué tal, cuándo publico algo, les digo que no tengo editor y se mueren de risa. Pero es así, les digo: no tengo editor. Mi slogan es aquel verso de Villón: «Bien recibido y por todos rechazado». Cuestión de tiempo. Mi secreto consiste en no morirme".

Sobre el final, y ya sin ningún tipo de trabas, se muestra sincero, íntimo y provocador: "Cada escritor escribe de acuerdo con la cara que tiene, y no lo digo por jactancia. Sabés, todo el secreto está en escribir. Todo anda mejor cuando escribo: tengo lucidez, buen ánimo, ando bien con mi mujer, con los pibes, en el laburo. Quisiera serenidad y plata para poder meterme bien en lo mío. Como experiencia aunque sea, porque yo sé que si mi novela la hubiese escrito con tiempo no sería la misma. El dolor de no poder escribir le dio cierta grandeza (...) Leí el último de Cortázar , Un tal Lucas : un desastre. Si lo hubiese escritor Gudiño Kiefer hubiese dicho qué interesante, pero es de Cortázar. Pensemos en Rayuela y chau".

A través de su viejo amigo Elvio Romero, poeta paraguayo con quien lo une una corriente de afecto y admiración mutuas, se contacta con Editorial Losada. Romero publica en ese sello y, además, suele acercar autores, incluso consagrados como el caso del brasileño Jorge Amado , que lanzó allí Doña Flor y sus dos maridos y fue un éxito.

A fines de febrero, Asís se presenta en la oficina de Jorge Lafforgue, editor de Losada, con dos carpetas que contienen el original de Flores .

"Cuando llegó me dijo que lo que tenía era mejor que cualquier novela de Vargas Llosa. Es más, me dijo que él era el nuevo Vargas Llosa, que su novela era genial. Me la dejó, la leí y me gustó. No me pareció Vargas Llosa, pero me pareció que podía andar" (Jorge Lafforgue).

A los pocos días, Lafforgue lo llama al diario para decirle que habló con Gonzalo Losada, hijo del propietario, que en ese momento está de vacaciones, y que sí, que la van a publicar.

El Turco se colma de euforia, está convencido de que "va a romper todo". No solo lo estimula su intuición, esa antena inaprensible que por lo general tiene afinada, sino también la certeza de que el ambiente literario está anquilosado, que la dictadura anestesió la cultura y que su libro, con ese título que encierra una poética misteriosa y prometedora resulta seductor. Por oficio periodístico, sabe que la palabra "robadas" es un gancho inapelable.

"Para entonces, el proceso militar ya era distinto, ya hasta había fracasado, ya había que buscar una salida política, ya se hablaba del cuarto hombre. Trascendían cuestiones internas de los militares. Con la apertura del videlismo al violismo, exactamente en ese momento, lo conseguimos con la editorial Losada, que tenía una situación pendiente conmigo porque habían querido publicarme a principio de los 70 pero por distintas cuestiones no lo hicieron, y en donde había buenos amigos ahí. No solo Lafforgue, sino también Beatriz Guido. Ella creo que ni siquiera había leído mi novela pero le rompía tanto a Gonzalo Losada: «Hay que publicarlo a Jorgito, porque la novela de Jorge... porque lo que es Jorge..»" (Jorge Asís).

Lafforgue le informa que la tirada de Flores robadas , que en su tapa llevará un dibujo de unas rosas amarillas y tendrá 288 páginas, será de tres mil ejemplares.

En simultáneo, el Turco sigue haciendo de las suyas en Clarín . Escribe un perfil de Eduardo Alvarez Tuñon, su amigo poeta. Sale el 12 de marzo. A los cuatro días, el diario lanza otra idea que también le pertenece a Cytrynblum, "el emprendedor". Un festival de cine francés, para el cual llega una constelación de estrellas a Buenos Aires: Lino Ventura, Jacques Doillon, Roman Polanski, Nastassja Kinski, Daniele Delorme y Veronique Jannot, entre otros. Cytryn participa al Turco en algunas de las galas. Para el jefe de redacción y para Clarín es una celebración inolvidable.

Mientras tanto, en Argentina empieza la era del color: la televisión está en las vidrieras. El 1 de mayo, ATC y Canal 13 transmiten su programación en colores tras 30 años de hacerlo en blanco y negro. El Turco apenas lo puede disfrutar: Cytryn le pide que viaje a Brasil, una vez más, para hacer una serie de notas relacionadas con la llegada masiva de inversores argentinos -sobre todo porteños y santafesinos- a ese país, quienes aprovechan la brecha cambiaria favorable que existe entre el cruceiro y el peso para comprar propiedades. Mientras en Buenos Aires el tema de conversación dominante es la oferta de seis millones de dólares que hizo el Barcelona de España por Maradona, el Turco cuenta que los argentinos, solo en enero de 1980, invirtieron 30 millones de la moneda estadounidense en inmuebles en Río de Janeiro.

A su regreso, una tarde de la segunda semana de mayo, Cytryn le encarga una nota sobre un problema endémico de los porteños: las condiciones de hacinamiento que sufren los pasajeros del subte. Asís se entusiasma, son los tópicos que le gustan, con los que puede calzarse el traje de aguafuertista arltiano que describe, con melodramática agudeza, ese ecosistema matinal trufado de empujones, mal humor y amasijos. "Blues de la línea B", le pone de título y sale publicado el martes 20. Mitifica Rocamora: "En fin, Balderi, aquí uno -con sólo mirar al semejante- podría adivinar hasta el último secreto, y presentir, mucho más por intuitivo que por loco, que en el fondo todo sentimos vergüenza. (...) Decíamos, en una crónica anterior, que para los solemnes egipcios antiguos, la muerte era una especie de viaje; al contrario -lo que son las paradojas del tiempo-, para los dramáticos porteños actuales, el viaje es una especie de muerte."

El artículo es un éxito: lo leen Magdalena Ruiz Guiñazú y Bernardo Neustadt en sus programas de radio. En la redacción, Cytryn y algunos compañeros felicitan a Asís, que se siente complacido aunque, fiel a su costumbre, exterioriza suficiencia y una conformidad reducida, siempre dando a entender que bueno, que él en realidad está para grandes cosas: "Son notitas, no más que eso. Lo importante es la gran obra, que ya está por salir". El texto del subte genera alguna tensión entre el intendente de facto Osvaldo Cacciatore y la cúpula del matutino, vínculo que tuvo sus idas y vueltas a lo largo de esos años. Dos días después, Clarín ensalza en su tapa el avance en la construcción de la autopista 25 de Mayo. "Me usaron", piensa el Turco para sí.

Esa misma semana, el 24 de mayo, el suplemento cultural de La Opinión -diario que hace un lustro ya no dirige Jacobo Timerman sino que fue cooptado por la Junta militar- publica un adelanto de la novela, con un breve reportaje al Turco en el que el autor repite lo que dijo en la entrevista con Aulicino de febrero.

"Publicar, ahora, es una especie de revancha personal. Me la debía. Siento que largo una novela en el desierto, donde por suerte todavía existen unos cientos de beduinos que se interesan, a pesar de todo, por la cultura".

El lunes 2 de junio llega el gran día: sale a la calle Flores robadas en los jardines de Quilmes . El Turco recibe diez ejemplares en su casa de Caballito. Abre uno y mira la dedicatoria: "A Haroldo Conti ¿In memoriam?". Es un gesto valiente para la época, aunque él no lo ve así. "Era lo único que podía hacer por él", dirá más adelante. Se lo muestra a Mirta, lo revisa, lo guarda en la valija: enviado por el diario, se va por primera vez a Europa. Aprovecha, facilitada por Cytryn, una invitación que llegó al diario de Alitalia, la línea aérea italiana.

La situación lo seduce: no estar en Buenos Aires, y sí en Europa, es una manera elegante, casi literaria, de otear desde lejos la realidad, de aliviar ansiedades, de dejar la bomba y tomar distancia. La secuencia se repetirá en el futuro.

Aterriza en Roma, donde se encuentra con Julia Chiquita Constela, ex editora de la revista Crisis , exiliada allí. Ella le presenta a Ernesto Sábato, de viaje por Italia también, con quien comparte un café en Il Greco, en el centro de la capital italiana. Luego enfila hacia París, también por primera vez. Se fascina con la ciudad, se imagina viviendo allí algún día. La camina, la curte, se sienta en las veredas de sus cafés, mientras fuma y mira a sus mujeres. Visita a su amigo Federico Moreyra, exiliado allí, en su modesto departamento en Bastille. Cuando se ven, se dan un abrazo más prolongado que el destierro. Le lleva un vino y un ejemplar de Flores robadas . Moreyra le cuenta sus penurias, le dice que el desarraigo es duro y cansador, pero que también lo cansan los argentinos que en Buenos Aires apenas pegaban afiches pero que "acá se la dan de mártires" de la dictadura. Dos días después, visita al corresponsal de Clarín en la capital francesa, Françoise Lepot, que lo invita a la casa y le cocina unos churrascos. Lepot le cuenta que al día siguiente llega Cytryn, entonces ambos lo van a buscar al Aeropuerto de Orly y pasan un fin de semana juntos recorriendo las "postales", paseos que incluyen una excursión nocturna por el Crazy Horse, legendario cabaret parisino, y una ida al cine para ver Calígula, prohibida en Argentina. En la tranquilidad de un café frente al río Sena, el Turco le comenta por primera vez a Cytryn su deseo de irse del diario con un arreglo económico. El "Ruso" le dice que aguante, que por ahora eso es inviable.

Una tarde, desde un teléfono público sobre el bulevar Saint Germain, poniendo una tras otra monedas de cinco francos, el Turco llama a Mirta para escuchar su voz, para saber cómo están los chicos. Ella lo atiende exultante: "¡Estás en la lista de bestsellers!" . Ríen, gritan, se emocionan, a 12 mil kilómetros de distancia. Lo logró, lo hizo, se van todos al carajo, piensa. Después lo llama a Lafforgue, que le dice que la primera tirada está por agotarse y la editorial va a lanzar otra.

"Puedo mentir y afirmar que no podía creerlo. Pero estaba seguro de que la iba a embocar" (Jorge Asís)

Algo grande está por empezar.

"Una vez que sale Flores robadas cambia todo. En ese momento Morales Solá dice «es el libro que rompe la oscuridad de la literatura argentina». Un señor que se llamaba Hugo Levín, dueño de Galerna, una distribuidora, un rusito que tenía un olfato del carajo, cuando ve lo bien que puede andar Flores , compra mil ejemplares en firme. Entonces Losada en vez de tres mil, tira cinco mil". (Jorge Asís)

Vuelve de Clarín y se siente como Alejandro Magno de regreso a Macedonia tras conquistar Asia menor. Pero la realidad diaria lo baja de un hondazo. Escribe un aguafuerte de su paso por Roma y de su encuentro con Constela. Es un texto que desborda melancolía: "Ninguno de los dos tiene ya visión de futuro, ni esperanza, ni euforia. Somos otros, crecimos entre el dolor y la decepción (…) La dolce vita ya pasó, pienso, la vida de dulce no tiene un pepino; paro un taxi, ordeno hacia la Piazza Navona". Pero Cytryn lo lee y le baja el pulgar. "Se va del fleje", le dice, lacónico. Media hora después, el Turco lo ve al "Ruso" pasearse, largo como es, empuñando el manuscrito de su texto y, con una mezcla de impunidad y lástima, lo escucha lamentarse en voz alta: "Si supieran el Rocamora que tengo y que no puedo publicar, qué cagada"

El episodio lo decepciona, y forma parte de una larga lista de pequeñas situaciones desalentadoras para él, entre ellas, aunque en menor medida, las asimétricas dos realidades que atraviesa: en Clarín escribe a diario perfiles de personajes anónimos (durante julio y agosto publica diez textos de ese estilo) o debe cubrir hechos menores destinados al olvido inmediato, mientras que fuera de la cuadra de Tacuarí comienza a ser atravesado por los vientos huracanados del éxito, el fenómeno Flores robadas.

La segunda tirada también se agota. Emprende giras breves: en agosto lo presenta en La Plata, Paraná y Rosario. También se publican las primeras reseñas. En el suplemento Cultura y Nación de Clarín , su compañero Juan Jacobo Bajarlía, escribe: " Flores pone en evidencia los rasgos de lo que alguna vez denominé la generación marginalista (...) En un lenguaje esencial, con páginas antológicas, el mundo se hace un caos, las estrellas caen, los valores del hombre se dilatan hasta reventar". En el mismo suplemento, una semana después, el Turco debuta en los listados de los más vendidos: aparece entre los cinco libros de ficción más leídos del país, junto a El señor de los anillos , de R.R. Tolkien, y El doctor Fischer de Ginebra , de Grahan Greene.

El libro ya provoca lo que sólo logran los bestsellers: que lo lea un público no habituado a la lectura, consumidores que llegan a la obra por razones tan variadas como inescrutables, como el incomprensible fenómeno del contagio, o el boca a boca. Flores se regala en los cumpleaños, en el día del padre, en el día de la madre, por qué sí, porque está de moda.

"Yo trabajaba en Tribunales y había empleadas que no habían leído nada más que a Asís, y eran empleadas simples, sencillas, que habían terminado la secundaria, que vivían en Floresta y lo leían a él. Fue impresionante, se hablaba del fenómeno Asís. Es cuando las chicas nacidas comienzan a llamarse Samantha. El Turco era muy envidiado porque era pintón, le iba muy bien, tenía una simpatía arrolladora y vendía cuando nadie vendía. Era petulante también. Eso generó una tremenda envidia". (Eduardo Alvarez Tuñon)

Y como su nombre vuelve a tener brillo, también firma notas como Jorge Asís en el diario: escribe un texto en memoria del narrador Enrique Wernicke, un viejo admirado suyo, y le hace un reportaje a Osvaldo Piro, bandoneonista y amigo de Cytryn.

Clarín , por su parte, también sigue en alza: en octubre publica un aviso de toda una página en el que anuncia que en "la 9na. Asamblea General de la Federación de Institutos Verificadores de Circulación que sesionó en Estocolmo, Suecia, se establecieron cuáles son los matutinos de mayor tirada del mundo. Entre ellos, en el 8vo. puesto, está Clarín".

Unos días más tarde, mientras Adolfo Pérez Esquivel es galardonado con el Premio Nobel de la Paz y en Oriente Medio Irán e Irak entran en guerra, el Turco escribe un breve texto por el día de la madre. Y sobre el final del artículo hace una referencia sutil: "Estas líneas estarían incompletas si no se les tributa el homenaje más auténtico a tantas madres que hoy no recibirán el beso de sus hijos".

Al mismo tiempo que el éxito se apodera de la novela, también emerge su contracara, las críticas y las resistencias sobre todo apuntadas, más que a su prosa torrencial, a veces sinuosa, a veces desprolija, al cinismo al que apela para maquillar el desencanto de su generación, que más que un regusto amargo lo que transmite es una sensación de vacío emocional, casi nihilista.

El Turco comienza a posicionarse y repetir un relato a su medida. Pese a que pocos autores recibieron la atención de la crítica que tuvo y tiene él, Asís esboza una especie de épica de la desatención o de la incomprensión sobre su obra en cuyos pliegues resuena el eco de cierta victimización, de una vanidad en demanda constante. Exagerado, en uno de los primeros reportajes que brinda tras la salida de la novela, asegura: "A mí muy pocas veces me hicieron una crítica en serio. Comentarios a favor o en contra, pero muy pocos se metieron en serio a desmenuzar mis trabajos. Todos saben que son míos, cómo es mi «estilo», cuáles son mis libros, pero críticas serias, aquí, muy pocas".

Con Flores robadas esa ausencia de atención, que parece difícil de comprobar, será colmada con creces. Para bien y para mal. Como todo boom, su éxito desata pasiones y demonios. En un ambiente elitista y exclusivo como el de la literatura, y aún cuando el Turco tiene trayectoria y obra, su novela es tomada, sobre todo entre un sector de la crítica y de la academia, como la aventura de un oportunista, como la consagración comercial de una obra que le debe más a una hábil maniobra pro mercado que al intento de capturar el zeitgeist de una época.

Clarín mismo, en un nuevo artículo, comienza a hacer notar la falta de unanimidad en la consideración de su novela. Escribe Leonardo Moledo en el Suplemento Cultura y Nación: "Un párrafo aparte merece tal vez Flores robadas en los jardines de Quilmes (...) Más allá de sus aciertos y errores -en ambos casos de antología-, al instaurar un nuevo tipo de permisividad frente al quietismo y la autocensura y al agotar tres ediciones en un lapso mínimo, muestra a las editoriales que el manuscrito de un joven narrador argentino puede ser una buena inversión".
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