Miércoles, 06 de Noviembre de 2024

Laboratorio del desastre

ChileEl Mercurio, Chile 31 de octubre de 2024

Ya no quedan excusas para que la izquierda democrática siga sin condenar con claridad el drama cubano.

Tal vez una de las peores consecuencias de las sanciones estadounidenses contra Cuba -una medida que ayer volvió a ser condenada por la asamblea general de la ONU, en un ritual que ya lleva décadas y que significó además la destitución de la canciller argentina debido al voto de su representante- sea el modo en que el régimen usa el tema como excusa para el estrepitoso fracaso del modelo comunista y cual justificación para seguir reprimiendo a sus ciudadanos.
Así lo ha vuelto a hacer en las últimas semanas, en que los cubanos han sufrido el colapso del sistema eléctrico, lo que además ahora impacta sobre el suministro de agua, agregando nuevas penurias para la población. Y junto con ello, las autoridades han advertido que "no se aceptarán conductas antirrevolucionarias", una amenaza directa contra quienes piensen en levantar la voz y protestar. Dicho y hecho: de manera preventiva, el régimen ya ha procedido a cancelar credenciales de periodistas extranjeros, detener a disidentes y colmar las principales avenidas de todas las ciudades con agentes de seguridad.
Se ha escrito, en realidad, mucho de la tiranía de Cuba, donde la falta de las más mínimas libertades y la pobreza generalizada son las características centrales de la vida cotidiana. Pero ello no debe ser analizado como un mero fenómeno local en una pequeña isla caribeña. La tragedia cubana no es más que otra expresión de los deletéreos efectos que ha traído cada uno de los intentos por implantar la ideología comunista en distintos lugares del mundo. Y, sin embargo, pese a las evidencias del fracaso y del inmenso costo humano pagado, una parte mayoritaria de la izquierda latinoamericana -incluidas figuras como el Presidente Boric- sigue mostrándose incapaz de condenar con claridad esa forma de concebir la política.
Hay en todo ello una gran paradoja. En los países democráticos el comunismo suele liderar las manifestaciones contra el modelo de desarrollo, atribuyéndole generar abuso y pobreza. Al mismo tiempo, denuncia y rechaza la más mínima acción represiva del Estado, catalogándola siempre como una violación de los derechos humanos. Sin embargo, en aquellos lugares donde ha logrado hacerse con el poder, sus políticas han sumido a la población en la miseria y el desastre ambiental, al tiempo que acallado cualquier manifestación de disidencia, violando sistemáticamente los derechos de las personas. Precisamente Cuba ha sido una suerte de laboratorio de todo aquello, con el resultado de generar una sociedad detenida en el tiempo, sin progreso ni posibilidad de expresarse.
A estas alturas, parece tiempo de aquilatar lo perniciosa que ha sido una doctrina que enarbola como bandera la defensa de los más débiles, manipulando incluso causas justas para terminar traicionándolas luego de conseguir sus objetivos. Ya no quedan excusas para que la izquierda democrática latinoamericana siga sin separar claramente aguas y condenar sin ambages el drama que está viviendo Cuba y también los enormes perjuicios causados por la doctrina que sustenta a ese régimen.
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