Desesperados por las fugas
Todos los analistas de izquierda buscan desesperadamente argumentos para dar a entender que la mayoría no es mayoría y que por tanto en realidad Orsi es el favorito para el balotaje.
El resultado de primera vuelta fue contundente: mientras que el apoyo directo a Orsi fue de menos de 44%, la sumatoria de partidos que conforman políticamente la Coalición Republicana (CR) fue casi del 48%. La diferencia entre uno y otro bloque fue de más de 90.000 votos. Con ese punto de partida, todos los analistas de izquierda buscan desesperadamente argumentos para dar a entender que la mayoría no es mayoría y que por tanto en realidad Orsi es el favorito para el balotaje.
Es cierto que había encuestas previas a octubre que señalaban que Orsi ganaba un balotaje a Delgado. Pero justamente las campañas cambian realidades, y lo relevante es lo que la opinión decide luego de vistos los resultados de la primera vuelta: lo que pudo haberse especulado antes de esa cita es simplemente, pues, pura especulación.
También se dice que en pasados balotajes siempre creció la intención de voto del candidato del Frente Amplio (FA) entre la primera y la segunda vuelta. Si bien eso también es cierto, nada deja pensar que semejante antecedente alcance para fijar ningún tipo de favoritismo para Orsi: nadie sabe si ese hipotético crecimiento, que todavía debiera de verificarse (ya que lo que pasó en el pasado no siempre ocurre en el futuro), en realidad alcanzará a ser esta vez importante. ¿Quién puede decir a ciencia cierta hoy que este FA, con esta candidatura de Orsi y sus propuestas escoradas a la izquierda, son capaces de crecer tanto en segunda vuelta como para revertir la diferencia de 90.000 votos que acaba de fijar la CR en la primera vuelta?
Y aquí entra en juego el gran argumento izquierdista de las fugas de votos, que trata de subrayar que no hay un automático trasvase entre todos aquellos que votaron a candidatos de partidos de la CR en la primera vuelta, y el voto a Delgado para el balotaje. Dice, en definitiva, que no todos los colorados votan luego a un candidato que proviene de los blancos, ni tampoco todos los cabildantes lo hacen, por ejemplo, y que por tanto Orsi es el que se transforma en favorito de noviembre.
La desesperación que muestra este argumento es trágica. En primer lugar, porque todo aquel que conozca de encuestas sabe que siempre hubo fugas en ambos sentidos: la verdad es que no todos los que votaron a Orsi en la primera vuelta lo votan en la segunda, ni todos los que votaron a Delgado en octubre lo hacen en el balotaje. Alcanza, por ejemplo, con que un 1% de los que votaron a Orsi no lo hagan en noviembre en su favor, sino que voten a Delgado, para acrecentar en 22.000 votos la diferencia en favor de Delgado para el balotaje. Y no hay que creer que esa fuga no existe, o que no existe en esa magnitud del 1%: alcanza con consultar sobre este tipo de antecedentes electorales a los encuestadores serios, y lo confirmarán.
Pero la clave para medir bien las fugas está en entender y respetar la lógica de representación política propia de nuestro sistema democrático. En efecto, si bien los antecedentes de fugas en favor del candidato izquierdista en los balotajes pasados existieron, lo cierto es que desde la reforma constitucional de 1997 nunca había habido un gobierno coalicionista como este: duró todo el período de administración; funcionó con lógica parlamentarista; involucró a todos los partidos que firmaron el acuerdo de noviembre de 2019; y superó en conjunto gravísimas crisis.
Sobre todo, la CR generó un espíritu que hizo que todos los candidatos que fueron a las elecciones de octubre señalaron claramente que, para el balotaje, habrían de estar "espalda con espalda" apoyando al candidato que enfrentará a Orsi. Y esa novedad no puede ser ni disimulada ni relativizada: alcanza con comparar el talante distinto con el que el candidato Ojeda transitó esta elección, con relación al de Talvi en 2019 y sus críticas acerbas a Cabildo Abierto, por ejemplo, para darse cuenta de que la diferencia es enorme. Incluso si se va al detalle geográfico electoral, por ejemplo, se verá que faltaron muchos votos colorados en Salto tanto en el balotaje de 2009 como en el de 2014; esta vez, con la lógica de CR salteña, es claro que los colorados de ninguna manera se comportarán como en esas veces pasadas, ya que el apoyo al proyecto de gobierno conjunto es total.
Seguramente la fidelización partidaria no será perfecta dentro de la CR entre octubre y noviembre. Pero la diferencia de 90.000 es relevante, y los argumentos de fuga de votos forjados por los politólogos de izquierda en favor de Orsi muestran, simplemente, cierta desesperación electoral del FA.