Wedding Dancer
Le comento al Prócer que me duelen las rodillas por mis actividades de wedding dancer y que, como los anglicismos están de moda, inventé este término para denominar a quienes hemos restringido el baile a las fiestas de matrimonio
Le comento al Prócer que me duelen las rodillas por mis actividades de wedding dancer y que, como los anglicismos están de moda, inventé este término para denominar a quienes hemos restringido el baile a las fiestas de matrimonio. Explico que el dolor de rodillas proviene del matrimonio de un sobrino al que asistí la semana anterior, en el que, alentado por mi mujer, una entusiasta bailarina, nos cimbramos largo rato en la pista de baile al ritmo de la música de nuestra época juvenil. Luego analizamos con el Prócer los aspectos positivos del baile: la alegría, desinhibición y relajación de tensiones que genera, a la par de los beneficios del ejercicio físico, y que es una lástima que a nuestra edad lo tengamos reducido al wedding dancing . Concluimos que bien valdría resucitar la costumbre de los té danzantes de antaño, cuando algunos restaurantes, además de los servicios culinarios, ofrecían la oportunidad de bailar a los parroquianos.
"¿Y tú te consideras un buen bailarín?", me pregunta de sopetón. Me quedo en silencio un momento, ya que la pregunta es cruel. A pesar de que me gusta bailar, soy tieso y me cuesta mucho contonearme con propiedad, al extremo de que mi mujer en una oportunidad me dijo con ironía que bailaba como mono de taca-taca. "Por empeño, no me quedo", le respondo en forma ambigua. "No te preocupes, yo tampoco soy buen bailarín", acota, y me propone averiguar si podemos tomar unas clases con el profesor Valero.