Espíritu navideño
Si bien es difícil de delimitar en qué consiste exactamente el "espíritu navideño", es notorio, al menos para mí, que dicho espíritu supone una disposición del alma y del corazón en relación con el nacimiento de
Jesús, lo que implica fundamentalmente un fervor y una contemplación del misterio de la venida del Redentor en Belén
Si bien es difícil de delimitar en qué consiste exactamente el "espíritu navideño", es notorio, al menos para mí, que dicho espíritu supone una disposición del alma y del corazón en relación con el nacimiento de
Jesús, lo que implica fundamentalmente un fervor y una contemplación del misterio de la venida del Redentor en Belén. Estos días no son para volverse loco comprando multitud de regalos, sino para recogerse en lo esencial, el lazo personal con el Salvador del mundo. La celebración del nacimiento en Belén no es para ir de consumo, sino más bien para ser inundado por el asombro y la gratitud de quien piensa que allí comienza el largo viaje de retorno del ser humano al paraíso, perdido por la culpa de nuestros primeros padres.
Estos días, por tanto, de un trajín incesante, invitan a algo distinto: al silencio orante de la fe más que al ruidoso vaivén del comercio. Esto, en una época del año en la que quizás muchos gastan mucho y pocos avivan el sentido religioso ahondando en la plegaria que cada uno puede, como un José atento y mudo por tan gran gozo, observar en el sencillo pesebre del establo que, en medio de animales, concilia esta escena admirable: la de un Dios que se hizo Niño y la de una Virgen que se hizo Madre.