Jueves, 02 de Enero de 2025

El leve y persistente declive blanco

UruguayEl País, Uruguay 30 de diciembre de 2024

Hay un leve y persistente desgaste en el voto en favor de los blancos, tanto a nivel de regiones más urbanas de distintos departamentos como a nivel nacional desde hace varias décadas.

El cierre de este año precisa una reflexión sobre la votación del Partido Nacional (PN), ya que hay que evitar una especie de procesión flagelante en busca de culpables y errores que terminen por hundirlo en una desazón derrotista o en un calvario culpabilizador en 2025. Antes bien hay que tratar de salir del corto plazo y prestar atención a evoluciones políticas y sociales más estructurales que precisan ser enfrentadas para retomar la senda del triunfo.

En primer lugar, importa constatar que hay un leve, pero persistente declive de largo plazo en la votación que el PN recibe en elecciones nacionales. Desde hace 30 años, sus porcentajes redondeados sobre votos válidos fueron los siguientes: 31% en 1994; 22% en 1999; 35% en 2004; 30% en 2009; 32% en 2014; 30% en 2019; y 28% en 2024. Alguien podrá decir que los blancos están siempre mal que bien en el eje del 30%, mientras que en las últimas tres décadas todo el sistema de partidos ha cambiado radicalmente: los colorados dejaron de ser opción de gobierno mayoritaria; el Frente Amplio (FA) se consolidó en torno a un mínimo cercano al 40%; y desde 1999 el candidato presidencial blanco ha sido protagonista del sistema de balotaje casi en todas las instancias.

Pero si bien todo lo anterior es verdad, no es menos cierto que el PN pasó gradualmente de ser un partido de más del tercio del electorado entre 1966 y 1989, a ser uno que representa algo más del cuarto del total de los uruguayos, y con una concentración geográfica que va perdiendo peso en las zonas más urbanas del país. Tendencialmente los blancos han pasado de esperar recibir apoyos en el eje del 35%, a recibirlos en el eje del 29%: redondeando, se trata de una merma porcentual que representa un par de senadores menos.

En segundo lugar, la reforma electoral de 1997 ayudó a consolidar a los blancos como un partido de gobiernos departamentales. El resultado de 2020 en este sentido fue contundente, con 15 intendencias ganadas por el PN, lo que naturalmente sitúa a los blancos como el principal actor departamental -a lo que se suma la mayor cantidad de alcaldías en todo el país-. Es razonable pensar para el año que viene que en todas ellas el lema PN puede volver a ser una opción de triunfo, con casos en los que incluso se integren expresiones de otros partidos de la Coalición Republicana (CR) entre sus filas.

Pero tras esos triunfos se esconde también un leve y persistente desgaste del voto en favor de los blancos que importa señalar claramente. Si se va al detalle de las votaciones más urbanas, por ejemplo, en las capitales departamentales, se notará cómo el voto en favor del FA ha ido creciendo incluso en las instancias departamentales propiamente dichas. Hay zonas del país en donde se ve más claramente el fenómeno: en San José, donde la influencia del oeste de Montevideo se ha hecho mayor; en la parte costera de Canelones, cuyo comportamiento electoral imita el capitalino; y en capitales del Litoral como Mercedes, Fray Bentos, Paysandú o Salto, por ejemplo.

Alguien podrá decir que es natural que en el largo plazo un partido que gana elecciones como el PN en el Interior se enfrente a cierto desgaste que, de todas maneras, en muchos casos nunca ha puesto en tela de juicio la victoria nacionalista, como ocurre con San José, Durazno o Soriano, por ejemplo. Sin embargo, es evidente también que son los centros urbanos, con su socialización generacional y su mayor peso electoral en las circunscripciones departamentales, los que pueden estar marcando una tendencia de desgaste más estructural de todo el PN, ya que, además, es una señal que se verifica en varias regiones del país al mismo tiempo.

No se trata de alarmarse, ni tampoco es cuestión de dejarse estar. Por un lado, los resultados de octubre- noviembre van en el sentido de ratificar un leve declive histórico, que va de la mano de una reestructuración del sistema de partidos en la que la CR está llamada a ser protagonista. Por otro lado, la evolución del voto urbano en el Interior y la predominancia blanca en la mayoría de los departamentos del país deben llamar la atención sobre procesos estructurales que van más allá de tal o cual liderazgo y de tal o cual elección: se trata de modernizar los canales de las socializaciones partidarias y de reflejar los valores preferidos por la sociedad en la tarea de la representación política.

Los blancos están así frente a un desafío importante y de largo aliento que no pueden soslayar si quieren volver a la senda del triunfo nacional.
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