Jueves, 02 de Enero de 2025

Asuntos de familia

ColombiaEl Tiempo, Colombia 30 de diciembre de 2024

Mis papás fueron gente progre, abierta

Mis papás fueron gente progre, abierta. Sin embargo, mi mamá siempre tuvo inquietudes espirituales, también religiosas. Digo "sin embargo" porque en el mundo en que vivimos, programado en blanco y negro gracias a la inteligencia artificial y a la superficialidad humana, decir "religiosa" para muchos equivale a decir conservador, antiaborto, proderechas y un montón de otras bobadas. Como si las ideologías se vendieran en paquetes, en combo. "Véndame un pack familiar" y, en principio, en este viene creer en la existencia de Dios junto con la inclinación por los líderes autoritarios, la privación de los derechos sociales y el beneficio del libre mercado por sobre todas las cosas, amén. O bien, en esta familia somos socialistas, nos ponemos la camiseta del Millos, le rezamos a la Pachamama, om shanti shanti. Por suerte, mi familia no venía en un combo. Ha sido y sigue siendo una tribu donde se ejercen las libertades individuales y se respetan las elecciones sexuales, políticas, culturales, religiosas, etcétera de todas y todes. Y como tendemos a normalizar lo que nos toca en suerte, antes pensaba que así era en todas las familias. Pero con el paso del tiempo he venido a descubrir lo equivocada que he estado. Porque sé que en muchas (la mayoría, dicen algunos) de las familias se arruinan las cenas navideñas porque se habla de política, o porque la Nena sale del clóset, o porque el primogénito explica que abandona la carrera de ingeniería. No es que nosotros no peleemos, sí peleamos claro, pero por otras cosas. Lo cierto es que ya no estamos en el Neolítico, pero sí en el Ansiolítico, y en estos tiempos las razones para ponernos nerviosos sobran. Entonces no tiene mucho sentido agregar tensión con frases totalitarias estilo: "Nosotros los Gómez no pensamos así". ¿Pero qué son acaso? ¿Una secta? ¿Una empresa? ¿Una ONG? ¿Una corporación? Cuando tuve mi fase beata a los diez años y quería ir a misa casi a diario, rezaba todos los días de rodillas. Mis hermanas no me hicieron bullying. En todo caso, no demasiado. Mis papás me llevaban a la iglesia, como quien tiene que ir a hacerse una endoscopia sin anestesia. No querían hacerlo, pero lo hacían, almitas de Dios.Y así como no me hicieron militar como católica, tampoco me negaron mi fase rezandera. También tuve mi época comunista cuando viví en Cuba en la adolescencia, y mi papá, genio, en lugar de confrontarme, me hacía preguntas y me escuchaba mis peroratas sobre por qué el régimen era la salida para la humanidad. Nunca sentí que se me exigiera ser alguien, que hubiese unas expectativas particulares frente a la persona que debía ser. Si bien mi mamá fue una mujer dura y exigente, no coartó mis libertades. O en todo caso, no que lo haya notado hasta ahora. Es cierto que todos podemos ser mezquinos, egoístas, desconfiados. Pero también es cierto que podemos ser generosos, comprensivos, piadosos. Y el primer escenario humano con el que contamos para poner en práctica estas virtudes es la familia. Aquí entiendo familia como ese grupo celular donde instalamos la columna vertebral de nuestros afectos y lealtades. Porque las familias también se construyen, así como algunas se destruyen. Para esta época de fiestas solo me queda desearles aceptar y ser aceptados, escuchar y ser escuchados, pertenezcan a la religión a la que pertenezcan, sea su familia biológica, adoptiva, reconstruida, creada, como sea, mientras sea un lugar seguro, un círculo de confianza donde aprender a convivir y dejar vivir. O como bien decía el sabio San Agustín: "Ama y haz lo que quieras". Felices fiestas y que se quieran y se dejen querer. Amén. @melbaes
Aprender a convivir
Melba Escobar
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