David TuestaPresidente del Consejo Privado de Competitividad
¿Querer es poder? Esta conocida frase sugiere que la voluntad basta para lograr un cambio, pero en la práctica, la conexión entre los dos verbos puede quebrarse por poderosas limitaciones. En el caso del Perú, deseamos retornar a tasas de crecimiento económico superiores al 5%. Sin embargo, las condiciones para lograrlo no están completamente alineadas.
Para entender este desafío, utilicemos un modelo de crecimiento endógeno, que destaca dos variables claves que activan esta dinámica: (i) el acceso al financiamiento asequible y (ii) las expectativas de retorno sobre la inversión.
El financiamiento del crecimiento. Nuestra calificación de grado de inversión facilita el acceso a capitales globales, incluso en escenarios complejos. Sin embargo, a escala doméstica, persisten barreras significativas. Aunque el sistema financiero es sólido, los niveles de intermediación son bajos con tasas de interés altas, especialmente para las pequeñas y medianas empresas que refleja riesgos asociados a la informalidad y la falta de garantías suficientes, que dificulta que muchas empresas accedan a financiamiento asequible. Aunque esto preocupa, no representa el mayor obstáculo estructural para el crecimiento del país.
Bajos retornos a la inversión. El verdadero problema para el Perú radica en los retornos insuficientes que desincentivan la inversión, que es el resultado de múltiples barreras que incluyen: (i) factores geográficos que restringen la conectividad doméstica e internacional; (ii) infraestructura deficiente que agrava esta desconexión, limitando el comercio y la productividad; (iii) déficit en capital humano reflejado en la baja calidad educativa y la insuficiente capacitación laboral que reducen el atractivo de invertir en sectores de alto valor agregado; (iv) fallas institucionales como la elevada corrupción, la debilidad en la defensa de los derechos de propiedad y un sistema político inestable; (v) problemas de política económica expresados en una mala estructura tributaria, deficientes decisiones de gasto e inestabilidad macroeconómica; y (vi) mercados disfuncionales tales como mercados laborales rígidos y falta de competencia en sectores claves.
Viendo la multiplicidad de trabas que deprimen la rentabilidad de la inversión y el potencial del crecimiento, ¿cuál será la estrategia de política correcta? ¿El camino será apostar por un ?big bang? ambicioso que busque solucionarlo todo? ¿O mejor priorizar? En un contexto de alta fragmentación para generar consensos políticos en el Perú, y entendiendo que esto continuará después del 2026, quizá el camino inteligente sea identificar los nodos críticos para el crecimiento, apostando por aquellos cambios políticamente factibles que generen los efectos multiplicadores más impactantes que eleven la pendiente de crecimiento actual.
Querer crecer es sin duda importante, pero, para ello, necesitaremos contar con una clase política que quiera hacerlo y que se decida por la estrategia que nos lleve a crecer vigorosamente.
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