Miércoles, 05 de Febrero de 2025

¿Quién mató a David Lynch?

ChileEl Mercurio, Chile 17 de enero de 2025

"Es un hermoso día, con sol y algo de nubes, cielo sureño y los volcanes siempre ahí, serenos, imponentes, pero también inquietantes

"Es un hermoso día, con sol y algo de nubes, cielo sureño y los volcanes siempre ahí, serenos, imponentes, pero también inquietantes...". Este podría ser uno de los partes meteorológicos que solía hacer David Lynch en internet y que ya no podrá escribir de nuevo, porque la muerte lo ha pasado a buscar, para ocultarlo, quizás, detrás de una cortina roja -como la de algunas escenas de sus películas-, ahí donde se esconden nuestros sueños y pesadillas, el inconsciente que es tal vez la verdadera realidad y que Lynch exploró como ningún otro director de cine contemporáneo, hasta extraviarse en él.
Lynch nos acostumbró a que la frontera entre el mundo de los sueños y el real es muy porosa. No podemos sino guardarle gratitud al que en la década de los 80 subvirtió la televisión, hasta entonces una caja alienante de las masas, con la serie "Twin Peaks", que, con la música hipnótica de Angelo Badalamenti, nos trasladaba a un pueblo del Estados Unidos profundo en donde había sido asesinada una muchacha, Laura Palmer, y en la que una trama policial se convertía de pronto en una historia casi metafísica. "¿Quién mató a Laura Palmer?": esa pregunta cambió la vida de millones de telespectadores. Cuántas veces corrí para no llegar tarde a ver la serie que no llevaba a ninguna parte, salvo al mundo de la extrañeza radical.
Lynch inoculó al séptimo arte de extrañeza, en la frontera del miedo y de la sombra de un país (Estados Unidos) cuyo inconsciente colectivo el director exploró como nadie. Antes de crear, meditaba, rigurosamente, y esa meditación (budista, entiendo) que a otros llevó a las regiones del Nirvana, a él lo llevó a regiones impensadas, a veces muy turbias y siniestras, donde nos espera el miedo agazapado, el miedo atávico que acompaña al hombre desde las cavernas y que hay que mirar de frente y no ocultar debajo de la alfombra.
Eso hizo Lynch, también con humor y poesía. Fue un coleccionista y proveedor de imágenes inéditas, insólitas, en un tiempo donde casi todas las imágenes se han gastado y han perdido su poder original. Fue un mago, un chamán del celuloide y su obra va probablemente a sobrevivir justamente por eso, pues nos pone en contacto con los arquetipos más antiguos que vuelven a aparecerse ante nosotros, pero esta vez en un motel en Los Angeles, o en una carretera, o en una pieza que tiene siempre más fondo del que pensábamos. Hay alguien siempre detrás de la cortina o esperando escondido en un clóset, hay una voz que nos deja un mensaje en plena noche y nos estremece, hay un espejo que nos devuelve nuestra propia imagen envejecida, hay una muchacha que nos canta con voz de sirena en un bar y por la que nos podemos perder en un viaje sin retorno. Si entras en el mundo de Lynch tienes que estar dispuesto a perderte en plena noche, en tu propia mente, en ese inconsciente en el que la inteligencia artificial al parecer va a poder entrar para hacer "extractivismo" interior, la peor de las pesadillas posibles. Ese inconsciente, sagrado, hay que protegerlo. Y lo deben cuidar y manejar los artistas, no los ingenieros en IA. El cine de Lynch es un ejemplo de lo lejos que nos pueden llevar la inteligencia y sensibilidad humanas, mucho más lejos que las máquinas, que nos prometen todo, pero que tal vez vengan a robarnos todo, y sobre todo el alma.
Esta noche sé que soñaré con Lynch. Me lo encontraré atendiendo una gasolinera en medio de algún desierto del país del norte, o como policía de un pueblo sin nombre. Estará ahí, en medio de la nada, comiendo una rosca sin hoyo, me acercaré y le diré: "es un hermoso sol, con algo de nubes, en el sur...". De pronto, una canción comenzará a sonar en un wurlitzer en la cafetería, una canción que al escucharla nos dan ganas de llorar o de gritar, me abrirá la puerta del local, me invitará a pasar y adentro habrá muchos comensales cuyo rostro reconoceré sin saber de adónde. Y sabré que el viaje apenas ha comenzado, que todo todavía está por verse...
Esta noche sé que soñaré con Lynch. Me lo encontraré atendiendo una gasolinera en medio de algún desierto del país del norte.
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