Tengo un amigo en la Casa Blanca
Milei, durante la ceremonia de jura de Trump, en el Capitolio
Es lógico que se miren con lupa los gestos de Donald Trump hacia Javier Milei, porque la mayoría de los analistas entiende que en ese vínculo personal anida ahora la buena estrella de las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina
Milei, durante la ceremonia de jura de Trump, en el Capitolio
Es lógico que se miren con lupa los gestos de Donald Trump hacia Javier Milei, porque la mayoría de los analistas entiende que en ese vínculo personal anida ahora la buena estrella de las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina. Se ha llegado a calibrar -y a celebrar- la intensidad de la palmada en la espalda que Trump le dio a Milei a la salida de la iglesia St. John durante las ceremonias de asunción , aunque no está muy claro si la resonancia es o no directamente proporcional a la cantidad de dinero fresco que arrimará el FMI. ¿La holgura de las inversiones extranjeras que estarían por venir ya no dependen sólo del desplome del Riesgo País sino de la suba de un nuevo índice consagrado a medir afectos presidenciales?
La diplomacia siempre bregó por la germinación de empatías, digamos, humanas (empatías entre países son más difíciles); esto no es nuevo, lo nuevo es que el trato personal ocupe el centro de la escena, que se lo crea absolutamente determinante.
La historia de los contactos presidenciales argentino-estadounidenses tiene 89 años. Siete presidentes estadounidenses vinieron ya a Buenos Aires: Franklin Roosevelt (1936), Dwight Eisenhower (1960), George Bush (1990), Bill Clinton (1997), George W. Bush (2005), Barak Obama (2016) y Trump (2018). Interactuaron con Agustín P. Justo, Arturo Frondizi, Carlos Menem, Néstor Kirchner y Mauricio Macri. Salvo esas horas que estuvo en Buenos Aires hace seis años para la reunión del G-20, Trump no viajó nunca como presidente a América latina.
Como pintoresca tal vez gane la visita de Roosevelt, el único que vino en barco. Cinco semanas de viaje. Una vez en el Congreso fue interrumpido por un grito diáfano, visceral, "¡abajo el imperialismo!". Voz que el presidente Justo no tardó en reconocer: "ese es mi hijo" le informó al homenajeado. El anarquista Liborio Justo pasaría un mes preso y dos años sin hablarse con el padre. Pero si es por hostilidades, seguramente nadie superará al anfitrión Kirchner con la "contracumbre" que le armó a Bush hijo en Mar del Plata en 2005.
El precursor que le dio importancia al contacto directo para consolidar una política exterior aguerrida fue Frondizi, primer presidente argentino que realizó una visita oficial a Washington. Sucedió en enero de 1959, tres semanas después del triunfo de la Revolución Cubana. De ese acontecimiento pasaron sólo 66 años. Las relaciones con Estados Unidos cumplieron hace poco 200 años.
Eisenhower había enviado a la asunción de Frondizi a su vicepresidente Richard Nixon (a quien manifestantes le arrojaron huevos en Aeroparque). Frondizi se reunió un día antes de asumir con Nixon y le solicitó ayuda económica para desarrollar la industria del hierro y el acero. El joven Nixon respondió que las necesidades argentinas se resolverían con una combinación de créditos gubernamentales y la estimulación de inversiones privadas que permitieran desarrollar los recursos del país.
Cuando vino Eisenhower, Frondizi compartió con él un vuelo en un avión de la Fuerza Aérea norteamericana de Mar del Plata a Bariloche. Fue una de las tres conversaciones que tuvieron. Pero un vínculo más estrecho forjó el innovador desarrollista con Kennedy al involucrarse en la mediación, al cabo inconclusa, por la cuestión cubana. Frondizi sorteaba los "planteos" que le hacían los militares, quienes hasta lo acusaban de "comunista" mientras él se esmeraba por mejorar las relaciones con Estados Unidos. Ahora bien, si se atendieran los modos distintos de cada época, las cambios culturales y las diferentes características temperamentales de ambos dúos, ¿no podría compararse el apego de Milei y Trump con el de Frondizi y Kennedy? Frondizi también hablaba de admiración, de afinidad, estaba encantado con su interlocutor (pese a que tenían algunas diferencias sobre Cuba). Desde luego, decía que buscaba que el entendimiento presidencial se tradujera en beneficios económicos para el país. Se discutía en esos momentos la Alianza para el progreso.
Trump y Milei, cuya amistad resplandece a diario en la prensa argentina, hasta ahora se vieron tres veces . No se sabe que hayan mantenido profundas conversaciones. Frondizi y Kennedy tuvieron dos reuniones. Ambas fueron extensas. La primera en Nueva York. La segunda, en Palm Beach, Florida.
Después del magnicidio de Dallas, Frondizi recopiló en artículos y entrevistas detalles de la cálida relación forjada con quien devino prócer. En 1981 tuve ocasión yo mismo de que me contara, entre otras cosas, su conversación con Kennedy en el auto descubierto en el que lo acompañó al aeropuerto de Palm Beach, una ciudad muy acomodada donde casualmente Trump tiene hoy la residencia. Como a los costados del camino había algunas personas que lo vivaban, Kennedy le susurró que esas personas en realidad lo odiaban. Frondizi textual: "Kennedy me comentó al oído ‘no crea en lo que ve y escucha, muchas de esas personas quisieran verme muerto’. Tenía razón, después le metieron un balazo en la cabeza" .
Otra anécdota da cuenta de un ambiente distendido durante las conversaciones. En un momento entró Jacqueline Kennedy con su hijo John John en brazos, en malla, descalza, lo cual sumó familiaridad, decía Frondizi.
Suele evocarse con el rótulo de "relaciones carnales" la política hacia Estados Unidos de los noventa. Cualquiera sea la opinión que sobre ello se tenga es innegable que George Bush estableció con Menem, su compañero de tenis en Olivos, un vínculo amistoso políticamente muy intenso, por no decir, también, de negocios. Basta recordar que Bush vino horas después del levantamiento del coronel Mohamed Seineldín. Decidido a apoyar a Menem descartó las sugerencias de suspender el viaje.
En cuanto a los presidentes argentinos que fueron a Estados Unidos hay que computar en las antípodas de estos vínculos promisorios al dictador Jorge Rafael Videla, recibido en 1977 por el recientemente fallecido Jimmy Carter. Fue durante la cumbre convocada para la firma del tratado del Canal de Panamá, el tratado que Trump ahora quiere revisar. La reunión se llevó a cabo en el Salón Oval. Sobre el final, Videla se quejó de que un asunto como el de los derechos humanos hubiera consumido gran parte del encuentro cuando había tantos temas tan importantes para tratar. Así dijo. A lo que Carter respondió que ya estaba llegando el presidente de Uruguay, su siguiente audiencia, quien sería puntual. En simultáneo un grupo de tareas de la Armada secuestraba en Buenos Aires al profesor Alfredo Bravo, cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
Raúl Alfonsín fue el tercer presidente argentino recibido en el Salón Oval. Previamente, en los jardines de la Casa Blanca, Alfonsín hizo un enérgico discurso que desencadenó un memorable cruce con Reagan a propósito de la política estadounidense en Centroamérica y el resguardo de las democracias.
Menem, el primer presidente peronista que visitó Estados Unidos (país que Perón no conoció), estuvo allí 17 veces en los diez años y medio de sus dos mandatos. Su primera visita oficial fue en 1991. Lo recibió Bush. En el Capitolio fue ovacionado durante un minuto. La segunda, en 1999, cuando gobernaba Clinton. Fernando de la Rúa también fue recibido por Clinton y más tarde por Bush hijo. Kirchner estuvo en el Salón Oval una sola vez, con Bush hijo. Cristina Kirchner, en sus ocho años de gobierno, ninguna. Nunca consiguió que Obama la recibiera.
Cuando Trump recibió a Macri, en 2017, hacía 14 años que no llegaba a la Casa Blanca un presidente argentino. A propósito de amistades: Macri es el único presidente argentino con una relación previa de mucho tiempo con un presidente norteamericano, con Trump. Lo conoce desde que tiene 24 años debido a los negocios inmobiliarios que con él hacía su padre. Se tratan de "querido amigo".
Al reunirse hace dos años con Joe Biden, Alberto Fernández se convirtió en el octavo presidente argentino recibido en la Casa Blanca. Milei, en algún momento, será el noveno. Como presidente ya hizo ocho viajes a Estados Unidos, pero ninguno fue oficial. A Trump lo conoció en persona hace menos de un año, el 24 de febrero de 2024, en la conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), en las afueras de Washington. Encuentro partidario en el que ambos fueron oradores. En noviembre lo volvió a ver en su mansión de Palm Beach, donde se realizó otro encuentro de la CPAC. Milei dio un discurso de cinco minutos y a su turno, Trump lo elogió en público. Compartieron una cena informal.
Y ahora viajó a Washington invitado a la asunción. Para saber cómo sigue la incipiente pero efusiva amistad hay que esperar que caigan algunas hojas del almanaque.