Apenas una tregua donde los tambores de guerra son una constante
La tregua entre Israel y Hamas
Se habla de un tratado de paz entre Israel y Hamas
La tregua entre Israel y Hamas
Se habla de un tratado de paz entre Israel y Hamas. Equivocado. Apenas una tregua o un cese del fuego entre un Estado nacional y una organización terrorista, una diferencia que es mucho más que un detalle. Por lo pronto, ya se ha iniciado un intercambio de prisioneros. Hamas devolverá con cuentagotas civiles secuestrados, mientras que Israel se compromete a devolver terroristas condenados por las leyes, otra diferencia que pone los pelos de punta a más de un ministro del gobierno de Netanyahu. A primer golpe de vista, el acuerdo es injusto para Israel. Deberá canjear en este primer tramo de las negociaciones a 33 secuestrados por cientos de terroristas condenados. Solo la presión política y cultural ejercida por los familiares de los secuestrados puede explicar semejante desequilibrio; solo un Estado que privilegia en términos humanistas la vida de sus ciudadanos puede consentir este verdadero chantaje emocional.
Entre los puntos a acordar está el control de la zona que limita con Egipto; también el regreso de los gazatíes desplazados, más el retorno de la solidaridad humanitaria, que en buen castizo quiere decir ingreso libre de armas para los terroristas. Pregunta: ¿aceptará Israel que después de todo lo que ocurrió, es decir, la masacre de más de 1200 civiles en su territorio, la organización terrorista Hamas vuelva a gobernar la Franja de Gaza? ¿Hay alguna otra posibilidad para los palestinos? Por lo pronto, la Autoridad Nacional Palestina, que mal gobierna Cisjordania, está muy desprestigiada. No hay que olvidar, además, que en la Franja de Gaza existen organizaciones terroristas islámicas más radicalizadas que Hamas. Digamos que los palestinos de la Franja de Gaza están condenados a ser gobernados por Hamas, la organización terrorista que a la hora de la verdad lo único que puede ofrecerles es más sacrificio y muerte.
Del lado de Israel, los partidos religiosos ultraderechistas están en contra de la tregua tal como lo expresó su irascible ministro Ben Gvir. Incluso, los partidarios de la tregua recelan de Hamas y de su voluntad de cumplir los compromisos. Para Hamas, sostienen, la tregua es un pretexto para recuperar fuerzas, armarse mejor y continuar la guerra hasta arrojar al mar a "los perros sionistas". No están del todo equivocados. Lo que sucede es que a Israel muchas opciones no le quedan. A la presión gravitante de los familiares se suman los costos económicos y humanos de una guerra en donde la victoria absoluta no es posible . La ofensiva militar de Israel para destruir a Hamas fue demoledora, pero Hamas sobrevivirá a la tormenta. Pagó costos enormes y sacrificó a su propio pueblo, pero hoy hay muchos jóvenes dispuestos a sacrificarse en nombre de Alá. Por lo pronto, Hamas festeja la tregua. Cualquier observador podría preguntarles si hay algo que celebrar en un escenario de ciudades en ruinas y, según sus propios informantes, con un tendal de más de cuarenta mil muertos. Sin embargo, festejan. Los muertos son una modesta ofrenda al Profeta y su sacrificio un estímulo a que miles de jóvenes e incluso niños estén dispuestos a recoger el fusil para continuar una guerra cuyos designios no son de este mundo. Si Israel se propuso liquidar hasta el último militante de Hamas, ahora sospecha que esa tarea es imposible porque en ese plano el fanatismo religioso es invencible.
Suponer que los judíos honran la vida y los extremistas islámicos honran la muerte es una verdad a medias y en más de un caso una simplificación. Pero lo que en realidad los diferencia es el concepto de vida. Israel es un Estado nacional cuyos ciudadanos consideran que la vida es un valor a proteger en este mundo, incluso sus religiosos más radicalizados así lo creen. Hamas supone que la verdadera vida no está en este mundo, aunque al mismo tiempo es en este mundo donde el Profeta les exige cumplir con sus mandatos. Su carta fundacional no deja dudas al respecto: Dice su artículo 8: "Para Hamas, Alá es su meta, el Profeta es el modelo, el Corán su constitución, jihad es su paso, y la muerte por el bien de los Hermanos Musulmanes y Alá su creencia más sublime". Cuarenta mil muertos es un precio módico a pagar por esta lealtad. El fanatismo no excluye la astucia: la vida no vale nada, pero a la hora de la guerra los muertos sensibilizan al Occidente herético y culposo.
Los políticos moderados o razonables de Israel proponen que la Autoridad Palestina, apoyada por organismos internacionales, asuma el poder. Tres son por lo menos los problemas de esta propuesta: ningún país árabe por el momento quiere hacerse cargo de los palestinos; la ANP suma a su debilidad política y militar imputaciones reales acerca de la descarada corrupción de sus dirigentes y, por último, los colonos judíos ocupan sin cesar nuevos territorios en Cisjordania bajo la consigna religiosa de que Dios legó todas estas tierras a los judíos.
Como se podrá apreciar, en Medio Oriente los enredos políticos, religiosos, militares, se superponen unos con otros y hasta la guerra -inevitable en más de un caso- ha demostrado que más que una solución es generadora de nuevos problemas. La experiencia histórica enseña que cuando esto ha ocurrido en otros lugares del mundo, la intervención extranjera, diplomática o militar, o ambas cosas, fue el principio de una solución. No parece ser así en Medio Oriente. Insisto una vez más: no habrá paz, apenas habrá tregua.
Desde una perspectiva más amplia, y atendiendo las relaciones de poder en la región, Israel está mejor posicionado. Sigue siendo la economía más vigorosa y dispone de un poderío militar avasallante. Sus relaciones diplomáticas con el mundo árabe son buenas. Acuerdos con Egipto y Jordania, promesa de tratados de paz con Arabia Saudita y los Emiratos, promesas que mantienen a pesar del esfuerzo de Hamas por romperlas, al punto de que para más de un observador la masacre perpetrada en octubre de 2023 tuvo como objetivo central quebrar esas negociaciones. No lo lograron. Por el contrario, los límites de Irán están a la vista y Hezbollah está pagando un alto precio en el Líbano. A eso se suma que la caída del dictador de Siria por el momento favorece a Israel. La llegada de Trump al poder en los EE.UU. fortalece a Israel y muy en particular a sus sectores más beligerantes. Guste o no, en este contexto hay Netanyahu para rato. Conclusión: la consigna catastrófica de arrojar a los judíos al mar y levantar a un pueblo devoto de Alá desde el Mediterráneo al Mar Rojo es una consigna impotente y en algún punto genocida.
¿Se mantiene en pie la consigna de dos Estados? Como consigna se sostiene, pero para la descarnada realidad la causa palestina carece de un interlocutor válido, sin olvidar que los dirigentes de Hamas no quieren oír hablar de dos Estados porque para ellos el destino de Israel es el exterminio. El nacionalismo palestino ha devenido en fanatismo religioso, un fanatismo que podrá fastidiar a Israel pero nunca derrotarlo. Conclusión: la tregua habilitará un alto el fuego, pero todas las condiciones que dieron paso a la guerra se mantienen intactas . Hamas se propone reparar las heridas y volver a las andadas. Israel, por su parte, tampoco se mantendrá contemplativo. Por lo pronto, los colonos judíos, cuyo fanatismo religioso no es muy diferente al de los hijos de Alá, seguirán conquistando tierras en Cisjordania. ¿Dos Estados? Deseable pero muy difícil, porque para que ello sea posible es necesario un Estado palestino, hoy ausente y sin posibilidades en lo inmediato de lograrlo. ß