Por Economista
De estudiante, tuve el honor de conocer al economista ruso Simón Kuznets, inventor de las estadísticas llamadas ?cuentas nacionales? que hoy son los datos básicos de todo país en el mundo
Por Economista
De estudiante, tuve el honor de conocer al economista ruso Simón Kuznets, inventor de las estadísticas llamadas ?cuentas nacionales? que hoy son los datos básicos de todo país en el mundo. La variable central de esa estadística es el PBI o producto bruto interno que no se refiere a una falta de inteligencia sino a un cálculo incompleto. La versión completa ?el producto nacional neto? excluye el desgaste o consumo del capital usado. Pero el doble sentido de ?bruto? parece acusatorio, y da que pensar. Si queremos explicar el desarrollo o subdesarrollo de un país, ¿qué tienen que ver el conocimiento y la información?, ¿acaso nuestra pobreza se puede atribuir a un subdesarrollo mental? Las explicaciones de nuestra pobreza que dan los economistas hablan de falta de inversión, de inestabilidad política y monetaria, y de una falta de apoyo a la industrialización. Y, a todas esas explicaciones tradicionales del subdesarrollo, últimamente se ha sumado el pecado de la informalidad que, más que ser un producto de la ignorancia parecería ser una expresión de la viveza y de la deshonestidad. De ser cierto, resultaría que la pobreza tendría más que ver con una falta de valores que con ser ?brutos?.
Pero la atribución de nuestra pobreza a la ignorancia no es consistente con la evidente explosión de conocimiento de la gran mayoría de peruanos durante la República, especialmente durante el siglo XX. Podría decirse que el país ha vivido una transformación intelectual durante ese siglo como resultado de varios procesos. Quizás el instrumento más importante ha sido la alfabetización, que hoy es casi universal, y que a lo largo del siglo ha venido multiplicando las opciones y las capacidades económicas y políticas de cada poblador. El alfabetismo ha empoderado enormemente a los segmentos más pobres de la población, multiplicando su capacidad para informarse acerca de los riesgos y oportunidades de sus negocios, tanto en el mundo rural como urbano. Otro instrumento de educación que se ha sumado a la revolución informativa del último siglo han sido las sucesivas tecnologías de comunicación. Durante los años 40 y 50 del siglo XX, todo pueblo en el interior del país creó un radio en viva voz, usando parlantes colocados en la plaza central para transmitir hora tras hora, noticias personales, grupales y económicas de interés para los vecinos.
La vida económica de la mayoría de la población, tanto rurales como las ahora vastas poblaciones urbanas, depende crucialmente de la información, trátese de una economía que, para salir de la mera subsistencia, estuvo obligada a tomar decisiones de producción y de comercialización con base en las adivinanzas acerca de las cosechas en pueblos vecinos, a las posibles preferencias acerca de las distintas variedades de sus productos.
La expansión gradual de la comercialización ha requerido información ?necesariamente informal? acerca de la honradez y las capacidades de compradores distantes. Gran parte de la eficacia y productividad de la economía urbana se debe, sin duda, a la cercanía que permite un conocimiento y medición mucho más personal acerca de los riesgos y las capacidades de los distintos proveedores y compradores en cada actividad. La transformación informativa más reciente se está logrando con el revolucionario celular, que en un par de décadas se ha vuelto un instrumento obligado para casi toda la población.
La pobreza sigue existiendo entre el campesinado y en las vastas nuevas poblaciones urbanas, sin duda por varios motivos, pero el conocimiento personal y las informaciones generales ya constituye una de las bases claves de los avances alcanzados por nuestra economía. El único ?bruto? en el país es el del PBI de Kuznets, que siguen calculando los estadísticos.