Entre la impotencia y la indignación del engaño
Inés Godín | Montevideo
@|El caso Conexión Ganadera, al igual que otros escándalos financieros recientes, ha dejado a miles de personas sin sus ahorros, sumiéndolas en una incertidumbre desgarradora
Inés Godín | Montevideo
@|El caso Conexión Ganadera, al igual que otros escándalos financieros recientes, ha dejado a miles de personas sin sus ahorros, sumiéndolas en una incertidumbre desgarradora. La magnitud de la irresponsabilidad, la falta de valores y de ética es sencillamente indescriptible. Nos enfrentamos a días difíciles, marcados por emociones a flor de piel: angustia, impotencia, bronca, arrepentimiento y una profunda sensación de vulnerabilidad.
Es inevitable preguntarse: ¿qué piensan quienes estuvieron detrás de esto? ¿Qué pasa por sus mentes? ¿Es la ambición tan grande que todo lo demás pierde importancia? ¿Es tan ciega que no logran ver que nada de esto puede terminar bien, ni siquiera para ellos? ¿No les preocupa el bienestar de sus propias familias? ¿Pueden realmente seguir durmiendo en paz? Preguntas que, lamentablemente, quedan sin respuesta.
Personalmente, siempre he creído en la palabra de las personas. Sin embargo, este tipo de conductas solo generan desilusión, frustración y, por supuesto, una profunda indignación. Vivimos en una sociedad cada vez más contaminada, donde el otro parece importar cada vez menos y la empatía se disuelve en un mar de intereses individuales.
En medio de esta tormenta, surgen voces que, desde la distancia, señalan que "no era una inversión segura". Argumentos que, en muchos casos, carecen de fundamento y sobran en contradicciones. ¿Realmente creen que sus palabras aportan algo en este momento? Lo único que logran es aumentar el dolor de quienes fueron damnificados. Es fácil opinar cuando todo ha pasado, pero lo cierto es que el fraude nunca es un riesgo previsible, es un engaño deliberado.
Por otro lado, la situación también ha desatado una feroz competencia entre estudios de abogados, ansiosos por captar más clientes en este contexto de desesperación. Comprendo que es su negocio, pero cuesta entender cómo pueden actuar con tanta voracidad en un momento en el que las personas están emocionalmente devastadas y en busca de respuestas más que de ofertas de servicios legales.
Espero, con la esperanza de quienes aún creen en la responsabilidad y el sentido de humanidad, que las familias Carrasco y Basso reflexionen sobre el daño inmenso que han causado. No solo han afectado el patrimonio de muchas personas, sino también su salud emocional y mental. Es urgente que reconozcan la situación con transparencia, sinceren los números y presenten soluciones concretas.
No sigan provocando más daño. La dignidad, aunque tardíamente, aún puede salvarse.