Viernes, 14 de Marzo de 2025

El Pizarro de Beethoven y el nuestro

PerúEl Comercio, Perú 9 de febrero de 2025

Por Periodista

Francisco Pizarro ha regresado a Lima

Por Periodista



Francisco Pizarro ha regresado a Lima. Con ocasión del último aniversario de la ciudad, el alcalde dispuso el retorno de la estatua del conquistador.





Se inauguró la nueva ubicación en honor al mestizaje como ?símbolo de identidad?. ¿Identidad? Pizarro conquistó estas tierras. O sea, las arrasó. Para la presidenta de la Comunidad de Madrid, invitada a la ceremonia respectiva, fue una oportunidad feliz. Para ella, Pizarro representa ?aquel encuentro del pasado que no se entiende sin Pizarro?.





Pizarro ejecutó a Atahualpa y masacró a su séquito. Introdujo el trabajo forzoso a través de la encomienda. Arrasó con los cultos y los lugares sagrados fueron saqueados.





Si alguien en el siglo XX hiciera todo lo que él hizo, sería colocado en un lugar de la historia al lado de Hitler o Stalin. Más cerca, en el lugar de Augusto Pinochet, Fidel Castro o Nicolás Maduro.





Ya hace más de 200 años, Ludwig van Beethoven se dio cuenta de lo que aquí evaden las autoridades locales. En su obra ?Fidelio?, el músico alemán hace intervenir al ?gobernador Pizarro? como tirano, asesino y cruel. Un personaje de ópera no es un personaje de la historia. La percepción de Beethoven, sin embargo, no es gratuita, y debe medirse con el resultado inequívoco de la catástrofe demográfica que produjo la conquista.





No solo hoy en día los historiadores desmitifican la figura de Pizarro. Raúl Porras Barrenechea, entre los hispanistas, recordó que Pizarro ?había luchado únicamente por el poder y nadie sería capaz de quitarle el despótico derecho de mandar?. El profesor Enrique Ballón Aguirre, hace más de 10 años, hizo el estudio del ?Fidelio? de Beethoven. Hizo énfasis en la figura de Pizarro, confrontándola con la figura que construyeron los historiadores.





El negacionismo, viene a decir Ballón, es parte de la historia del Perú basada en silencios, mitos y ocultamientos (véase su obra monumental ?El Pizarro de Beethoven?, Lima, 2014).





El monumento a Pizarro y, sobre todo, su regreso a escena, por el Municipio de Lima, nos hunden en esa historia que no es historia, sino hagiografía y complicidad. Pizarro no se ?encontró? con el llamado Perú Antiguo. Lo arrasó. Fue violento, arbitrario, codicioso e inescrupuloso. Este es el objeto de la celebración de la actual administración municipal.





No toca, pues, celebrar a Pizarro. Es parte de nuestra historia, sí, pero de una de las peores partes de ella. No celebremos a los tiranos.

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