Riqueza que pende de un hilo
Vecinos silenciosos en la geografía de la costa, estos ecosistemas están llenos de vida. Tanta que son un verdadero paraíso para los observadores de aves y fanáticos de la naturaleza. Aquí hay varios que conocer. Y resguardar. Texto y fotos: Jorge López Orozoco , desde la Región de Valparaíso.
B rrrrrrrrrrmmmmmm. Tres segundos dura el sonido del automóvil que cruza raudo el puente sobre el estero San Gerónimo en Algarrobo.
Ubicado en la parte norte de este balneario del litoral central, y rumbo a Mirasol, se encuentra en una ruta que bordea arenas doradas junto a enormes edificaciones piramidales, torres de departamentos con vista al mar situadas casi en la misma playa.
Uno, dos, tres segundos. Los vehículos cruzan veloces, haciéndonos temblar sobre la superficie del puente de cemento. Quizá sea la temperatura. Igual seguimos lo más quietos posible; hablamos bajito. Son las ocho de una mañana y la veterinaria Marcela Arratia y su marido Mauricio Tapia censan la fauna del estero. La pareja observa silente. Con binoculares inspeccionan la superficie del agua, algo que vienen realizando cada mes desde septiembre del año pasado. A pocos metros de la baranda, media decena de cormoranes yeco flota con gracia. Al fondo, en un recodo del estero, la figura alba de un cisne coscoroba imanta nuestra atención, hasta que se la roba una pareja de coipos -sí, coipos- que nada en absoluta tranquilidad hacia el oriente usando sus largas colas como timón.
Los autos no paran de cruzar. Nadie repara en este espectáculo natural que, sin duda, requiere más que tres segundos.
Para el conteo, por cierto, se necesitan tres cuartos de hora. "Los primeros diez minutos son para que los animales se acostumbren a nuestra presencia", susurra Marcela, quien trabaja como coordinadora de proyectos en Algarrobo para la Fundación Kennedy, entidad dedicada hace dos décadas al resguardo de humedales en el país. Los 35 minutos restantes son de observación directa, agrega.
Pararse más de media hora en tiempos de ultra velocidad (cuando miramos el celular cada siete minutos), para concentrarse en desentrañar qué es qué en este humedal y cuántos ejemplares hay, es un desafío mayor. Sin embargo, el sosiego, las ondas que avanzan por las corrientes de aguas dulces según los vientos, sumada a un desfile de más de una decena de distintas aves, transforma a este tiempo en algo más parecido a la meditación.
"Hemos contado más 74 especies de aves en estos meses. La información oficial refería a 72 y pensamos que debe haber más", explica Marcela. Mientras, Mauricio apunta la cámara con un lente montado de 200 mm a una espesura de juncos donde yo no veo nada, pero él sí.
Como un juego
"Una pareja de picurios", escucho. "Un pato jergón grande". Treinta segundos después: "Mira, una tagua común. ¿Es o no es?".
Los diálogos de la pareja se intercalan. Parecieran desafiarse a quien ve primero e identifica correctamente al ave que aparece en escena. Para un neófito (como quien escribe esta crónica), los nombres son como un laberinto. "Es como el Pasapalabra de los pájaros", digo en voz alta. Todos reímos. Lo que empezó en broma termina en enseñanza. En realidad, en una lección fundamental: "No todas las aves son pájaros. Los pájaros se refieren a las paseriforme, o sea las que cantan y que tienen esa clásica forma con que dibujamos a los pajaritos", corrige.
La veta educativa es una labor fundamental para la Fundación Kennedy, quienes llevan a niños y adultos de la comuna para conocer en terreno a esos antiguos y desconocidos vecinos, a través de visitas y charlas educativas.
San Gerónimo, pese a que no ha sido aún considerado como humedal urbano protegido (por tanto, está desprotegido legalmente), ha sido beneficiado por los esfuerzos de esta ONG para intentar conservar la feble estabilidad de estos ecosistemas. La creación de un sendero con diversos miradores, acompañados de carteles sobre flora y fauna resaltan la importancia de este hito geográfico. Además, al momento del censo poseía un cercado perimetral que aleja a los perros asilvestrados de los nidos y mantiene a raya la curiosidad humana.
En el límite oeste de la superficie del humedal, al lado de la playa Internacional , se ve un paisaje antagónico: extensas torres con centenares de departamentos son vecinos de coipos y yecos que toman el sol a poquísimos metros. Frente a la vitalidad de la naturaleza, la amurallada ciudad con pirámides habitacionales ostenta el récord por la laguna artificial más grande del mundo frente a una playa que se adelgaza año a año por el alza de los océanos. En esta temporada no hay nadie aparte de las aves. Unas defensas de hierro enterradas en las arenas que intentan detener la voracidad de las mareas cada vez más altas, le dan a la playa un aire muy Mad Max .
Vecino invisible
La comuna de Algarrobo cuenta con más de una decena de humedales, algunos de ellos ubicados en plena ciudad o, como ya fue dicho, en las cercanías de zonas edificadas. De ellos hay algunos visualmente notables como San Jerónimo o El Membrillo, y otros desconocidos como el de Los Claveles , en el que encontramos a María José Domínguez, arquitecta y directora ejecutiva de la Fundación Kennedy.
Los Claveles casi ni se ve. Está frente a la playa Las Cadenas y al costado de las ruinas de un antiguo hotel en que se busca edificar una enorme torre que desentonará con el resto de esta zona histórica del poblado, y se ha transformado en una problemática ambiental. Al mirarlo es como un tranque de agua aposada pero este humedal, aunque pequeño, tiene todos los componentes para ser reconocido como tal según la Ley de Humedales Urbanos promulgada hace cuatro años: hay vegetación que crece en aguas saturadas, posee suelos hídricos y un régimen hidrológico de saturación, sea permanente o temporal.
"A los humedales se les conocen como los riñones del mundo", dice María José. Esto por su capacidad para filtrar y purificar las aguas, controlar inundaciones, infiltrar agua a los acuíferos subterráneos, capturar nutrientes como nitrógeno y fósforo, además de ser el hábitat de decenas de especies.
Suena todo demasiado importante como para no considerarlos, sin embargo el actual estado de Los Claveles se encuentra en peligro real de desaparecer con consecuencias desconocidas. Para que no suceda, dice María José, es el municipio quien debe pedir la declaratoria de humedales urbanos para su protección que visa el Ministerio del Medio Ambiente y que busca habilitar un desarrollo armónico de estos ecosistemas junto con pueblos y ciudades.
Conservación ejemplar
Treinta minutos en auto rumbo norte se encuentra el poblado de Tunquén , la zona septentrional de la comuna y sitio del humedal homónimo que fue declarado Santuario de la Naturaleza hace una década. Tras dejar el estacionamiento, que hace las veces de entrada, a los pocos minutos una veintena de flechas rojas escapan veloces de un árbol a otro. Los pechos color escarlata de la bandada de loicas parecen irreales. El espejismo se desvanece cuando las aves vuelven a mostrarse en varias ocasiones acompañando el trayecto hacia la laguna de este humedal. La geografía es compartida con dunas y casonas encumbradas en los montes. Al oeste se alcanza a ver el mar, pero una gran franja de arena separa las aguas dulces de las salobres.
El lugar está lleno de vida. Decenas de especies animales se mueven en tranquilidad. Patos cuchara, pimpollos, perritos y taguas nadan, se persiguen, sumergen o juegan dentro de las 95 hectáreas que fueron protegidas por el Estado el año 2014 luego de una larga campaña de sus vecinos humanos por proteger este ecosistema. La zona fue transformada en santuario porque es hogar de decenas de especies endémicas que viven en el estero de Casablanca y porque es sector de descanso de aves migrantes provenientes del hemisferio norte como el playero de Baird, la gaviota de Franklin y el zarapito.
Sobre unos postes, que limitan al área protegida y las arenas que llevan al mar, una ceremonia sucede. Una docena de jotes de cabeza colorada mantienen sus alas extendidas secándose al sol. Como si fueran estatuas, no se inmutan con la presencia de personas. Junto con una neblina que se asoma a lo lejos el paisaje pareciera ser parte de un sueño más que de una realidad, sensación que se extiende al sentarse a mirar la fauna que se despliega por el humedal en una armonía original. La sensación de paz es tan profunda como el persistente viento frío que viene desde el océano anunciando el atardecer.
Un equilibrio precario
A la mañana siguiente vamos al humedal El Membrillo , el primero en la comuna de Algarrobo considerado legalmente como "humedal urbano".
Vecino a San Jerónimo, cerca la zona norte de los edificios piramidales enormes y su laguna artificial. La superficie de sus aguas permanece limpia y llena de juncos en flor. Desde 2021 fue reconocida como área de protección ambiental transformándose en uno de los grandes logros de la Fundación Kennedy, que bregó 15 años por ese reconocimiento.
Su territorio es pequeño, con solo tres hectáreas, pero la variedad de flora y fauna concentrada es sobresaliente. Un sietecolores -afamado por el personaje Fiu de los Panamericanos- se esconde y aparece en varias ocasiones entre la espesura de las plantas que cubren la ribera. Esta especie, y setenta y una más, han sido oficialmente avistadas acá.
El Membrillo tiene particular relevancia como zona de reproducción de una quincena de especies como la tagua común, tagüita, pidén, cisne coscoroba, perrito, colegial, chorlito nevado, queltehue, trile, huaravillo, pato real y pato jergón. Además, adopta el humedal como hogar transitorio una decena de aves migratorias y, en la barra de arena, que separa agua dulce del mar, nidifican el pilpilén y el chorlito nevado desde octubre a febrero.
Este pequeño paraíso natural y su equilibrio pende siempre de un delgado hilo. A la cercanía de los seres humanos con su curiosidad, se suma el ataque de perros a aves o huevos, la contaminación por efectos antrópicos y también, el cambio climático. Así quedó de manifiesto en junio pasado, cuando intensas precipitaciones pusieron en jaque a los humedales San Gerónimo y El Membrillo. Debido al aumento del nivel de los esteros por las lluvias, las viviendas colindantes casi se inundaron y los vecinos entraron en pánico. No encontraron mejor solución que abrir la barra de arena con una pala mecánica de la municipalidad, generando una catástrofe ambiental impensada.
Si bien la abertura sirvió para bajar el nivel de las lagunas, provocó también que las olas entrasen y se mezclaran con el agua dulce. "Se han observado significativas alteraciones en el comportamiento de las especies que lo habitan. En particular son preocupantes los efectos sobre el agua que ha disminuido sus niveles, ha aumentado la salinidad en el estero y preocupa que con ello afecte a las poblaciones de macroinvertebrados, la producción de vegetación acuática que provee alimento y hábitat para numerosas especies, especialmente anfibios y aves acuáticas como el cisne coscoroba", señalan desde la Fundación Kennedy.
La consecuencia más clara fue que las aves prácticamente desaparecieron. Marcela Arratia cuenta que en invierno el panorama fue desolador, sin embargo, la naturaleza ha ido dando luces de un renacer. En los últimos monitoreos han vuelto a ver a algunos patos jergones, cisnes coscoroba y taguas armando nidos.
"Eso nos da esperanzas de pensar en la alta resiliencia de estos ecosistemas tan importantes para la vida", dice Marcela.
¿Es una historia con final feliz...?