Entre el Derby y Los Vilos
Todos los años, al día siguiente de aquel en que se corre el Derby cada primer domingo de febrero, he tenido la perturbadora sensación de que el verano ha llegado a su fin, especialmente en Viña del Mar, una ciudad donde no más llegar el segundo mes del año comienza a entrar temprano, y casi a diario, lo que se conoce como "vaguada costera"
Todos los años, al día siguiente de aquel en que se corre el Derby cada primer domingo de febrero, he tenido la perturbadora sensación de que el verano ha llegado a su fin, especialmente en Viña del Mar, una ciudad donde no más llegar el segundo mes del año comienza a entrar temprano, y casi a diario, lo que se conoce como "vaguada costera". Ese frecuente fenómeno climático suele frustrar las expectativas de playa a los veraneantes que se concentran en Viña, y lo que se recomienda es salir a la calle con algo más que una polera, precaviéndose de alguna brusca baja de temperatura. Sin embargo, hay habitantes de la ciudad, especialmente mayores, que agradecen la vaguada, e incluso los completos días nublados que se producen cada tanto, porque el calor de la tarde puede resultar agobiador no solo en Santiago.
La vaguada avanza siempre de poniente a oriente, cubriendo toda la población porteña y viñamarina, mientras que las localidades interiores de la provincia, tales como Quilpué, Villa Alemana y otras, consiguen librarse de este fenómeno, hasta el punto de que la primera de esas localidades califica como "Ciudad del sol". Cada vez que entra, la vaguada lo hace siempre de manera rápida, implacable, dejando caer a veces una fina y enojosa llovizna. Entonces no queda más que refugiarse en un café y aguardar el regreso del sol.
En el Festival de la Canción, a finales de mes, y llegada cierta hora de la noche, el público empieza a sacar ponchos, mantas y gorros de lana. Parte de los asistentes, debido también a lo avanzado de la hora de término de cada función, empieza a retirarse de la Quinta Vergara y a buscar la locomoción colectiva que pueda llevarlos a casa. Contaba María Luisa Bombal que ella podía oler los pinos de la Quinta Vergara desde la playa de Caleta Abarca.
Disputado ya el Derby de este año, he caído presa de la sensación descrita antes en esta columna. Me parece que el verano ha terminado, y es entonces, gracias a una amiga con casa en ese lugar, que podemos desplazarnos hacia La Puntilla, muy cerca de Los Vilos. Allí puede llegar también la vaguada, por lo que cada día de sol se agradece como debe ser. El recorrido matinal por la vía principal de Los Vilos es ya algo obligado para efectuar las compras del día y caer luego en el acogedor café del Bodegón Cultural, contando con la cantidad justa de visitantes para no perjudicar la tranquilidad del recinto. El Bodegón, que tiene más de dos décadas, sigue muy activo en su programación, y representa un lugar en cierto modo inesperado en medio de un balneario pequeño y popular. Por la noche, en la misma casa de La Puntilla, se apagan las luces y se proyecta en cada jornada la película elegida para ser vista. Nunca hemos pifiado alguno de los filmes mostrados allí, aunque sí debatido sobre los méritos o defectos de lo que acabamos de ver. En este caso, la mayoría estuvo de acuerdo con celebrar "María", de Pablo Larraín, y con tirar para el lado, unánimemente, "Babygirl", protagonizada por Nicole Kidman
Vuelvo al Derby -¿cómo no?- para señalar que a media mañana deambulé por sus recintos debiendo sortear a lo menos cinco de los excesivos controles con que me topé luego de ingresar por calle Los Castaños. Esta vez, sin embargo, tuve que privarme de ver la gran carrera de esa tarde, lo cual acentuó mi sensación de fin de fiesta.
"Vamos bajando la cuesta, que arriba en mi calle, se acabó la fiesta", canta Joan Manuel Serrat.
Cada vez que entra, la vaguada lo hace siempre de manera rápida, implacable, dejando caer a veces una fina y enojosa llovizna.