La Argentina, una democracia secreta
En su libro Democracia y secreto , Norberto Bobbio afirma que la democracia es, idealmente, el gobierno del poder visible, aquel cuyos actos se realizan ante el público y bajo la supervisión de la opinión pública, siendo así contrapuesta a cualquier forma autocrática
En su libro Democracia y secreto , Norberto Bobbio afirma que la democracia es, idealmente, el gobierno del poder visible, aquel cuyos actos se realizan ante el público y bajo la supervisión de la opinión pública, siendo así contrapuesta a cualquier forma autocrática. Sintonizando con lo que ocurre en otras latitudes, donde se observan líderes con rasgos mesiánicos que gozan del apoyo mayoritario en las urnas, la Argentina actual puede mirarse con el prisma del filósofo italiano. En tal sentido, la expresión "triángulo de hierro" - acuñada por el presidente de la Nación para referirse al vínculo que mantiene con Karina Milei y Santiago Caputo- traduce cierta forma de absolutismo.
Esta cosmovisión tiene un impacto negativo sobre la institucionalidad. Hay varios ejemplos de eso . El decreto 780/2024, que modificó la reglamentación de la ley de acceso a la información pública, parece cumplir la velada intención de manipular o negar datos oficiales. Ante la sospecha surge el reclamo: "No se puede derrotar la corrupción sin vencer la cultura del secreto", sostuvo François Valérian, presidente de Transparencia Internacional (TI), en el marco de una entrevista periodística durante su última visita a la Argentina, en septiembre pasado.
La opacidad también alcanza a la esfera gremial. En el último período legislativo, los diputados oficialistas que integran la Comisión de Legislación Laboral de la Cámara de Diputados de la Nación no acompañaron el proyecto de ley que pretende eliminar la reelección indefinida en los sindicatos, garantizar la representación de las minorías en los gremios, democratizar las obras sociales y obligar a los popes sindicales -muchos de ellos enriquecidos indebidamente- a presentar declaraciones juradas.
En paralelo, algo oscurece las aguas del Poder Judicial. La postulación del juez Ariel Lijo para integrar la Corte Suprema es rechazada por entidades profesionales y algunos espacios políticos. Denunciado por corrupción en 2008, el magistrado es cuestionado tanto por sus precarios antecedentes académicos como por su presunta habilidad para garantizar un andamiaje jurídico de dudosa independencia. Sin embargo, la nominación del letrado hace coincidir, subrepticiamente, a Javier Milei con Cristina Fernández.
Pero el tema de fondo trasciende la coyuntura: el oscurantismo político, fundado en la desconfianza, el dogmatismo y las conductas sectarias, lleva a la desnaturalización de la república, volviéndola excluyente, incapaz de contener y canalizar las demandas ciudadanas. Así, pues, se debilita la cultura democrática, aumentando el escepticismo colectivo sobre toda acción política. El secretismo, además, encierra un peligro: la aparición de gobernantes o dirigentes autocráticos. Sobre esta cuestión escribió la historiadora y periodista norteamericana Anne Applebaum, autora del ensayo Autocracia S.A. (Debate, 2024). Allí remarca que los autócratas del siglo XXI consiguen el respaldo del público para sus mensajes explotando emociones tales como el odio, el resentimiento y el anhelo de superioridad.
Al calor de ciertos liderazgos globales de tinte cesarista, que actúan dentro del sistema geopolítico y son capaces de atacar los valores de la civilización occidental que dicen defender, la Argentina tiene hoy una democracia secreta, instrumentada desde una práctica ocultista del poder político estatal. Resulta fundamental, entonces, ejercer plena y conscientemente el derecho cívico a la verdad, buscando conocer aquello que se pretende ocultar, echando luz sobre cuestiones que atañen a la vida en sociedad. De esta manera se pueden advertir y evitar posibles derivas autoritarias.
Lic. en Comunicación Social (UNLP)