Miércoles, 12 de Marzo de 2025

Mafalda y las brechas de género: una historia que atraviesa toda la vida

ArgentinaLa Nación, Argentina 7 de marzo de 2025

Hace unos días mi hija mayor me preguntó por qué su tío podía salir a correr sin remera y ella no

Hace unos días mi hija mayor me preguntó por qué su tío podía salir a correr sin remera y ella no. Esa pregunta me hizo pensar en Mafalda, el personaje de Quino, quien también acorralaba frecuentemente a su mamá con cuestionamientos similares. Uno de las más ilustrativos es cuando, mientras recorre la casa y ve todas las labores domésticas que hace su madre, Mafalda le pregunta qué opina sobre el movimiento de liberación de las mujeres, para ir bajando de a poco el tono de voz y terminar con un "Nada, olvídalo" cuando se la encuentra cara a cara fregando el piso.

Mi familia tiene exactamente la misma estructura que la de Mafalda, pero creo que es más igualitaria: ambos trabajamos y ambos ejercemos un rol en tareas domésticas y de cuidado. De todas maneras, las desigualdades de género se ven y (¡afortunadamente!) se cuestionan. Vivimos en un país en el que, al igual que la mayor parte, las mujeres vivimos en peores condiciones durante buena parte del ciclo de vida.

En la infancia, la historia parece prometedora. Como Mafalda y su amigo Felipe cuando jugaban de pequeños y tenían sueños equivalentes, niños y niñas en la Argentina tienen oportunidades semejantes: la cobertura educativa y de protección social es equitativa, y los niveles de pobreza no presentan grandes diferencias por género en la infancia. Pero, cuando llega la adolescencia, la trama se empieza a torcer. Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo de 2021, las adolescentes dedican, en promedio, más de cuatro horas al día a tareas domésticas y de cuidado, mientras que sus pares varones apenas superan las tres. Susanita, que desde siempre soñó con el matrimonio y la familia, no lo habría visto como un problema, pero ¿qué pasa con las chicas que, como Libertad o Mafalda, aspiran a otros caminos?

Afortunadamente, hay avances. La fecundidad adolescente cayó un 66% entre 2014 y 2023, lo que significa menos embarazos no intencionados y mejores perspectivas educativas y laborales para las jóvenes. Pero también persisten barreras: las mujeres siguen estando muy subrepresentadas en las carreras STEM, las que ofrecen mejores salarios y mayores oportunidades.

En la adultez, las brechas se vuelven más profundas. La situación promedio del país sigue mostrando que la mayor parte de las familias argentinas tiene una clara distribución de género, al igual que ocurría en la familia de Mafalda. Las mujeres cargan con la mayor parte del trabajo no remunerado de cuidado: le dedican 6 horas y 30 minutos por día, en comparación con las 3 horas y 30 minutos de los varones. Esto se traduce en menores tasas de participación laboral y una inserción mayor en los sectores informales y peor remunerados . En el segundo trimestre de 2024, la tasa de empleo de las mujeres fue del 61%, frente al 76% de los hombres, y la de desempleo, del 8,6% frente al 7,1%.

Al llegar a la vejez, las desigualdades acumuladas ya dejan una huella difícilmente reversible. La mayoría de las mujeres enfrentan haberes previsionales más bajos porque les costó más cumplir con los 30 años de aportes. Según especifica el informe de Cippec "Brechas de género en el ciclo de vida", en septiembre de 2024, el 86% de las jubiladas accedió al sistema previsional mediante una moratoria, mientras que en los varones este porcentaje fue del 54%. Además, los jubilados sin moratoria tuvieron, en promedio, un haber un 20% mayor al de las mujeres.

Las brechas de género son el resultado de un entramado de barreras que se refuerzan a lo largo de la vida. Lo bueno es que sabemos qué funciona para revertir esta situación: es imprescindible un sistema integral de cuidados basado en tiempo, dinero y servicios, para que las mujeres puedan insertarse mejor en la economía y construir sociedades más equitativas.

Pero esto no se logrará solo con discursos: necesitamos políticas públicas que reconozcan y busquen cerrar estas brechas. Y estas políticas tienen que estar cimentadas en el compromiso de todos los sectores para impulsar las transformaciones necesarias. Sabemos que, al final del día, no se trata solo de un problema de las mujeres, sino de toda la sociedad. Inspirémonos en Mafalda (y en todos los niños y niñas que nos rodean): además de responder las preguntas incómodas, trabajemos para cambiar la realidad y superar las desigualdades que aún persisten.

Directora ejecutiva de Cippec
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