La guerra y la paz
Donald Trump, que se presenta como un maestro en las negociaciones, se está desempeñando como un tosco aprendiz.
"Hacer la paz es más difícil que hacer la guerra", según Georges Clemenceau, Primer Ministro de Francia, a raíz de los acuerdos de paz de Versalles, al final de la Primera Guerra Mundial. "Del dicho al hecho hay mucho trecho", es un refrán popular
Donald Trump no parece estar de acuerdo. Como si fuera sencillo, prometió terminar en pocos días las guerras en Gaza y Ucrania. Han transcurrido más de dos meses desde que asumió su segundo mandato, y a pesar de sus intervenciones, uso y abuso del enorme y temido poder de Estados Unidos, no se divisa solución de esos conflictos.
Ambas guerras, como todas, son de vida o muerte, con efectos devastadores. En los dos casos se suman decenas de miles de muertos, y está en juego la sobrevivencia de los pueblos beligerantes, Israel, Palestina y Ucrania.
Esta semana ambos conflictos se agravaron con centenares de muertos. Misiles lanzados a Tel Aviv y bombardeos desde Israel han puesto término a la frágil tregua en Gaza, celebrada el día antes que asumiera Trump su segundo mandato. En Ucrania, Putin rechazó el cese de hostilidades propuesto por Trump y Zelenski, apoyado por la mayor parte de la comunidad internacional.
El Presidente Trump, en vez de presionar para detener los bombardeos israelíes, los apoyó, seguramente convencido de que sirven para que Hamas libere al resto de los rehenes y continúen las negociaciones de una paz definitiva.
Tampoco Trump logró el consentimiento de Putin para la tregua, quien además de pretender la cesión de los territorios ocupados, se opone a que los ucranianos dispongan de alianzas y de medios militares suficientes para que los rusos respeten su soberanía. Exigir que Ucrania quede abandonada a su propia suerte, sin el amparo de potencias extranjeras, deja en evidencia el propósito ruso de controlar el resto del territorio y población ucranianos, como en tiempos de la Unión Soviética. Además, está la complicación por el aprovechamiento y codicia de Trump, para quien todo tiene su precio. En este caso, exige minerales críticos y un reactor nuclear ucraniano, en pago de su vacilante apoyo a Zelenski, a quien propinó un trato humillante, muy distinto al brindado a Putin, invasor y provocador de la guerra.
Parecería que tanto Putin como Netanyahu prefieren, se benefician y les acomoda la guerra eterna y no la paz. Mientras tanto Trump, que se presenta como un maestro en las negociaciones, se está desempeñando como un tosco aprendiz del arte de negociar, que falla en sus intentos.