Otoño
"¿Te has dado cuenta cómo ha empezado a caer la luz en estos últimos días, mijito?", espeta tía Waverly el fin de semana
"¿Te has dado cuenta cómo ha empezado a caer la luz en estos últimos días, mijito?", espeta tía Waverly el fin de semana. Y, efectivamente, ya estamos con el curso del sol cayendo de manera oblicua, por así decir, sobre la faz de la tierra. Ya no se trata de la luz estival que nacía y moría recta sobre nuestras cabezas (y en especial y fatigosamente, por los ventanales que dan al poniente). "Ya se acerca el otoño, por fin. Y ya las mañanas se sienten más heladas", agrega.
Fin del verano, bisagra antes del invierno. Todo empieza a decaer, a terminar, a cerrarse un ciclo. No sé por qué se me viene a la cabeza esa novela de Gabriel García Márquez, "El otoño del patriarca", y se lo comento a la tía. "Bueno pues, mijito, como te diría Freud, algo ronda en tu inconsciente al respecto". ¿Y qué será, me y le pregunto? "A lo mejor estás pensando en este gobierno, en el otoño ya no del patriarca (que sería mucho decir), sino quizás del aprendiz. Y lo digo con todo respeto, mijito, por si reproduces mis palabras en las leseras que escribes, y te pongo en aprietos con el editor".
No lo creo, pienso para mí, pues efectivamente se trata del otoño, del principio del fin (!por fin¡) y está claro que, en muchos sentidos, Su Excelencia ha sido un aprendiz.
"Lo bueno es que no ha sido como el aprendiz de mago, ese de Disney, cuando Mickey Mouse deja la escoba con las escobas y se inunda toda esa especie de castillo, ¿te acuerdas?". Vaya si lo recuerdo, era uno de mis cortos favoritos de infancia.