España en el corazón de Florida
Coral Gables, en el condado de Miami, que fue creada a imagen de las urbes españolas, acogió entre 1939 y 1942 al poeta hispano en exilio Juan Ramón Jiménez, quien le dedicó un bello libro de romances. La ciudad está cumpliendo cien años y sigue encantando.
Texto y fotos: Marilú Ortiz de Rozas , desde Estados Unidos.
J uan Ramón Jiménez escribió que "oía hablar a los árboles" cuando vivía en este municipio de inspiración mediterránea, ubicado unos diez kilómetros al sur del centro de Miami. Monumentales son las especies que aún pueblan sus avenidas, calles y parques, principalmente palmeras, e inmensos ficus bengalíes (o Banianos). Estos últimos, con las ramas enmarañadas en sus propias raíces, parecen conectar el cielo con la tierra. Basta verlos para entender que, para el poeta, son "árboles hombres". Así tituló uno de los más emotivos poemas de Romances de Coral Gables (1939-1942), libro que le devolvió la escritura al alma.
El vate transitaba un duro período de sequía literaria. La Guerra Civil española lo había mandado al exilio, le arrebató a un querido sobrino, saqueó su casa y destruyó su nación. Con su esposa, Zenobia Camprubí, también escritora y traductora de Rabindranath Tagore, viajaron a Estados Unidos en 1936. Tras unos meses en Washington, y luego de una fase de errancias, se instalaron en esta pequeña ciudad donde todo le recordaba a la patria dejada atrás, porque las calles tienen nombres de ciudades o regiones de España, y la arquitectura la evoca en cada arco, en cada techo de teja, en cada fuente de agua y torre de piedra.
La casa del poeta era blanca y acogedora como las de su Andalucía natal. Quedaba en el 140 de la calle Alhambra Circle , a metros de la esquina del bulevar Ponce de León, que fue el explorador que descubrió Florida para la corona española en 1513 (Juan Ponce de León). Hoy hay un moderno edificio de espejos donde estuvo la casa de Jiménez, pero al frente y en todo el barrio quedan viviendas, iglesias y portales de estilo español, así como una alta hilera de erguidas palmeras que deben tener los mismos cien años exactos de este barrio.
No fue una casualidad. Coral Gables fue construida a imagen y semejanza de las ciudades y pueblos españoles. También nació de circunstancias trágicas, como nos enteramos al conocer la vida de su fundador, George Merrick. A fines del siglo XIX, una familia de Massachusetts perdió a una de sus hijas a causa de un frío invierno, y decidió trasladarse con camas, petacas y los otros cinco niños a un lugar con mejor clima. Los Merrick compraron un gran terreno al sur de Miami, y se pusieron a limpiarlo y a plantar diversos vegetales, que vendían en carretas por la ciudad.
A continuación, levantaron una casona con la roca coralina extraída del lugar -que hoy también es un museo, la Casa Merrrick -, y le pusieron Coral Gables, nombre con el que empezó a conocerse toda esta localidad, que crecía día a día. George, el hijo mayor, toma las riendas del negocio a la muerte de su padre. Él empieza a lotear. Él quería construir una ciudad. Y la quería bella. Cuentan que mandó a su equipo de arquitectos y urbanistas a España para que se inspiraran, y empezaron a trazar esta urbe que se dio por fundada en abril de 1925. Incluyeron a un reputado paisajista, que plantó los maravillosos "hombres-árboles" de Coral Gables, y que recubren a veces por completo las calles con un techo vegetal que protege de las inclementes lluvias tropicales. Hay ejemplares tan grandes que no caben en las fotos ni se les puede dar el abrazo que piden.
Museos, librerías, gastronomía
"Coral Gables ha sido elogiada como uno de los mejores desarrollos planificados de principios del siglo XX en Estados Unidos", destaca el texto curatorial de una exposición sobre la obra del arquitecto Phineas Paist en el Museo de Coral Gables . Este se encuentra en la calle Aragón, a la vuelta de la esquina de donde vivía el poeta.
Paist colaboró en varios edificios históricos de la ciudad, como el ayuntamiento, la estación de policía/bomberos (hoy, el mencionado museo), y una clínica, donde actualmente funciona la muy bien surtida librería Books & Books (en la misma cuadra). En esta última uno puede pasar el día hojeando ejemplares de la más diversa naturaleza, saboreando especialidades en el café/restaurante, e incluso se puede concertar una cita a ciegas con un libro (ver foto).
Por cierto, en el Museo de Coral Gables se presentó en 2011 la traducción al inglés de Romances de Coral Gables , y el año pasado se exhibió una gran muestra del connotado pintor chileno radicado en Nueva York Jorge Tacla.
Siempre en calle Aragón se encuentra el Coral Gables Art Cinema , y dando la vuelta a la manzana se llega al paseo más famoso del barrio, el Miracle Mile . Es la prolongación de Coral Way, una de las arterias principales de la ciudad, cuyo bandejón central acoge una larga fila de corpulentos ficus de Bengala. El tramo de Miracle Mile está más bien flanqueado de palmeras, y tiene un aire a Rodeo Drive. Este paseo se caracteriza por sus boutiques de vestidos de novias, una gran sede de la librería Barnes & Noble, algunas galerías de arte, coloridos murales y animados cafés y restaurantes, entre ellos el Motek . Bien valía la pena detenerse también en este agradable hito gastronómico que se presenta a sí mismo como un restaurante kosher de estilo mediterráneo, con influencias libanesas, marroquíes, turcas y yemeníes, todo por los antepasados de sus propietarios.
Con un gran bar al centro, y mesas alrededor de tipo brasserie , Motek es un sitio de ambiente relajado y elegante a la vez. Pedimos un ceviche y el salmón era tan suave que no parecía cocido al limón, cosa que la maître nos confirmó. Han debido adaptar ciertos platos para los paladares locales, nos comenta. Probamos también una deliciosa carne de cordero con tomate y especies envuelta en masas de hoja, que llaman cigarros marroquíes, porque es lo que parecen. Seguimos con una ensalada griega con tomates orgánicos que sabían a tomates, intensas aceitunas negras y un queso feta impecable; y rematamos con un helado de pistacho al agua. El coctel de la casa era cítrico, burbujeante y suave, para no desentonar con el soleado día...
Biltmore y Fairchild
Si hay otro edificio que destaca en este barrio es el imponente Hotel Biltmore , donde se reprodujo la magnífica torre de la Giralda, de Sevilla, en la avenida Anastasia, entre los bulevares Columbus y Granada. Data de 1926 y constituye uno de los sitios emblemáticos de Coral Gables, así como el centro de su vida social durante muchos años pues aquí llegaban todas las celebridades. Al frente, por avenida Málaga, se encuentra la Iglesia Congregacional , con su preciosa arquitectura neocolonial española, la más antigua de Coral Gables. Construida en 1923, hoy acoge también conciertos, bodas y a todas las comunidades de Florida, sin distingo alguno. Fue construida por George Merrick para rendir homenaje a su padre, que era ministro de esa iglesia.
No lejos de allí, otro sitio histórico, la piscina veneciana, emplazada en el lugar donde se encontraba la cantera de coral; el club de golf Granada, y cientos de calles residenciales con magníficas casas de arquitectura hispana que se adivinan tras una vegetación exuberante y árboles protectores que hablan con poetas.
Mención aparte, en Coral Gables se encuentra la sede central de la Universidad de Miami, que, además de estilizadas palmeras y lagunas, incorporó un interesante museo, el Lowe . De sus colecciones sobresalen las de arte oriental y de los pueblos primeros de América y África, a las que se sumaron otras importantes donaciones, como una de arte del Renacimiento europeo, y pinturas y esculturas de artistas modernos y contemporáneos internacionales, desde Gauguin y Picasso a Andy Warhol y Frank Stella.
Como hemos podido apreciar, si hay algo que tiene protagonismo en Coral Gables es la vegetación, que es el ornamento fundamental de edificios, casas, calles, plazas, fuentes y portales de piedra centenaria. Mas, hay varios parques botánicos propiamente tal. Entre ellos, el magnífico Fairchild : es el primero en su tipo en el país y abrió sus puertas en 1938, es decir justo antes de la llegada de Juan Ramón Jiménez. Debe haber venido a pasear por estas vastas avenidas verdes fundadas por el doctor David Fairchild, uno de los mayores "exploradores de plantas" de la historia, un hombre que viajó por el mundo recolectando ejemplares, como el poeta recolectaba versos. Hoy en su parque de más de treinta hectáreas se pueden apreciar más de cuatro mil especies, lo que incluye una amplia colección de palmeras y cícadas.
Delicioso alejarse de la urbe por unos momentos y sumergirse en el atemporal tiempo del mundo vegetal, y su fauna. Aquí abundan aves, ardillas, caimanes y mariposas. Una de las más lindas experiencias fue ingresar a un mariposarium donde por primera vez pudimos fotografiar un morpho, esas grandes e inquietas hadas azules incandescentes que hechizan los bosques tropicales.
Finalmente, en esta ciudad las artes escénicas también tienen espacio: en el Actors' Playhouse del Miracle Theatre se presentan obras de teatro para todo público; y en el Gable Stage , situado en el Hotel Biltmore, se pueden ver éxitos de Broadway y piezas de Shakespeare. Asimismo, en Miracle Mile se celebra hace décadas un animado festival de música al aire libre, que es parte del Carnaval de Miami (con eventos desde febrero hasta abril).
Razones tenía Juan Ramón Jiménez para sentirse bien en Coral Gables: no solo la arquitectura emula la de España, sino también el espíritu festivo y cultural. Pero el destino lo llevó a regresar a Washington en 1942, y unos años después se radicó en Puerto Rico. Allí estaba cuando le anunciaron que había ganado el Nobel, en 1956, noticia totalmente opacada por el fallecimiento de su esposa tres días después. "Se morirán aquellos que me amaron...", había escrito. Desconsolado, no tuvo fuerzas ni para ir a recibir el premio. A los dos años, este poeta que había estado internado varias veces por cuadros depresivos, falleció en Puerto Rico. Allá acabó su camino en la Tierra quien alcanzó celebridad por Platero y yo , libro en prosa poética dedicado a su gran amigo de infancia, el burro Platero. También partió antes que él. Le escribe: "Un momento, Platero, vengo a estar con tu muerte. No he vivido. Nada ha pasado. Estás vivo y yo contigo...".
Los que no se irían antes que él son los árboles majestuosos de Coral Gables, y él lo supo: "Cuando yo ya me salía/ vi a los árboles mirarme,/ se daban cuenta de todo,/ y me apenaba dejarles./ Y yo los oía hablar (...)/ con blando rumor, de mí".
Siguen hablando del poeta, los árboles de Coral Gables. Basta sentarse con ellos, a la hora indicada por él: "Muy tarde, muy tarde".