Cargos políticos, premios a la militancia
Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Y una duda que persiste: el caso de Tamara Paseyro
Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Y una duda que persiste: el caso de Tamara Paseyro.
La reciente designación de Tamara Paseyro como Ministra de Vivienda y Ordenamiento Territorial no es un hecho aislado, sino parte de una lógica recurrente del Frente Amplio: premiar la militancia con cargos políticos, más allá de los resultados obtenidos o de la formación académica de quienes asumen esas responsabilidades.
Paseyro ha ocupado diversos puestos en el área social y habitacional, tanto en la Intendencia de Montevideo como en el propio Ministerio de Vivienda. Sin embargo, no hay logros notables ni transformaciones profundas que avalen esa trayectoria con resultados concretos. Más bien, lo que se observa es una continuidad burocrática, donde el paso por diferentes estructuras del Estado se convierte en argumento suficiente para ser promovida a un cargo ministerial.
Se ha dicho que tiene "formación en Ciencias Sociales", pero hasta ahora no se ha podido confirmar si posee un título universitario expedido por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Esa es la gran interrogante que queda en pie, y que nadie en el gobierno parece apresurado en aclarar. ¿Tiene o no tiene título? ¿La formación académica ya no importa en la gestión pública?
En un país donde cada vez se exige más a los ciudadanos comunes para obtener una beca, acceder a un empleo o conseguir un ascenso, resulta inadmisible que quienes ocupan los más altos cargos no estén sujetos al mismo nivel de exigencia. La experiencia puede ser importante, pero sin resultados que la respalden y sin transparencia sobre la formación académica, se convierte en un argumento vacío.
No se trata de una persecución personal, sino de una crítica política legítima a una forma de hacer las cosas. El Frente Amplio reparte cargos como premio a la lealtad partidaria, no como reconocimiento a la excelencia o al mérito. Y eso tiene consecuencias: menos eficiencia, menos innovación, y sobre todo, menos confianza de la ciudadanía en sus instituciones.
Uruguay merece más que militantes con carné. Merece gestores preparados, con resultados comprobables y con la transparencia como bandera. El silencio sobre el título de Paseyro no es un detalle menor; es otro síntoma de cómo se elige gobernar.