"En este libro hay un loco de dios, y otro loco sin dios, que soy yo" (viene de página 1)
"Este es el libro más loco que he escrito, sin la menor duda
"Este es el libro más loco que he escrito, sin la menor duda. En el corazón del libro hay un loco, que es el loco de Dios, y el narrador es otro loco, el loco sin Dios, que soy yo, o alguien que se parece mucho a mí", reconoce Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), el autor de "Soldados de Salamina", "El impostor" y "El monarca de las sombras", entre otras celebradas novelas. El loco de Dios es Francisco, quien al ser elegido pontífice adoptó el nombre del santo de Asís, y con ello, la fidelidad a su enseñanza. San Francisco, el amigo de los animales y de las plantas, el que abrazó la sencillez y la pobreza, se hacía llamar a sí mismo "el loco de Dios".
El loco sin Dios, en cambio, perdió la fe en la adolescencia, con la lectura de "San Manuel Bueno, mártir", primero, y luego de todo Unamuno, aunque fue Nietzsche quien caló más hondo en su naciente ateísmo. Conservó, sin embargo, la cultura religiosa obtenida en el colegio y sobre todo de sus padres, católicos fervientes. Ya adulto y reconocido por su obra literaria y ensayística, su forma de pararse ante el mundo fue la de un intelectual ateo. Sobre eso habló en mayo de 2023 en el Salón del Libro de Turín, y ya concluida la charla, mientras firmaba ejemplares de sus libros, se le acercó un enviado del Vaticano para proponerle que acompañara al Papa Francisco en su viaje a Mongolia, en agosto de ese año, y que escribiera un libro a partir de esa experiencia.
No durmió en toda la noche y aceptó la inédita oferta. Pero con una condición: pidió cinco minutos a solas con Francisco para hacerle una pregunta, que es la que recorre y articula "El loco de Dios en el fin del mundo" (Random House), la novela con la que llegará a las ferias del libro de Bogotá y Buenos Aires, y luego a Santiago, al ciclo La ciudad y las palabras, que organiza el doctorado de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la Universidad Católica, con apoyo de "El Mercurio". Desde Madrid y a través de la pantalla, Javier Cercas habla con entusiasmo de este nuevo libro en el que, curiosamente, hay "una vertiente chilena muy importante".
Javier Cercas estuvo por primera vez con Francisco en la reunión que este sostuvo con un grupo de creadores en la Capilla Sixtina y a la cual fue invitado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación. Más adelante, sus entrevistas con personajes clave del Vaticano, realizadas antes, durante y después del viaje a Mongolia, fueron delineando una imagen actualizada de la Iglesia y del Papa. A muchos les comentó la pregunta que le haría a Francisco: ¿es cierta la promesa cristiana de la resurrección de la carne y la vida eterna?
-Más que el intelectual, da la impresión de que quien hace la pregunta es un niño que quiere llevarle una respuesta a su madre.
"Tienes toda la razón. El intelectual es básicamente un papanatas. Yo he intentado reformular esta figura, tan problemática, y a veces también tan ridícula. Y hablo de mí como un maldito intelectual, es verdad. Pero la pregunta central es la pregunta de un niño. Las únicas preguntas importantes son las que podría formularse un niño".
"Antes de Francisco -explica Cercas-, los Papas no concedían entrevistas; el propio Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires, concedía poquísimas. Y le han hecho centenares, pero nadie le ha preguntado lo esencial, porque lo que define al cristianismo es, ni más ni menos, la resurrección de la carne y la vida eterna. Lo dice el Credo, lo dice san Pablo: si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe, ¿verdad? Los periodistas creen que lo único que les interesa a los lectores es que el Papa hable de política. Nadie le había hecho esa pregunta, y yo se la hago por mi madre. Mi madre es tal vez la protagonista secreta de este libro, y no tan secreta, sobre todo si se llega al final. Era una persona profundamente católica y cuando murió mi padre, ella pensaba que lo volvería a ver".
-Usted se guarda hasta el final la respuesta de Francisco y también lo que llama "el secreto de Bergoglio".
"Todas mis novelas son policiales, esto intenté argumentarlo en un libro que se titula 'El punto ciego', que es una serie de conferencias que di hace años en Oxford. Todas las novelas que me importan son novelas policiales, en la medida en que en todas hay un enigma y alguien que intenta descifrar ese enigma. Lo que pasa es que el de este libro es el enigma central del cristianismo, también de nuestra civilización, porque no hay que olvidar que todos venimos de la gran revolución del cristianismo. Benedetto Croce, el filósofo ateo italiano, decía 'Non possiamo non dirci cristiani': 'No podemos no llamarnos cristianos', todos venimos de ahí, los europeos, los latinoamericanos. Yo quería que tal vez la única persona que puede resolver ese enigma me diera la respuesta para llevársela a mi madre. Sí, porque yo soy un niño, soy un hijo de mi madre. Es lo mejor que he sido y es lo mejor que seré. Desde luego no el intelectual, el intelectual es un farsante".
Con los ojos limpios
Para Cercas, la literatura es un instrumento de conocimiento. "Yo creo que no es solamente en mi caso -afirma-. La literatura es placer, antes que nada, pero también es una forma de conocimiento, como el sexo. En todos mis libros he intentado conocer y comprender, y no creo que los escritores hagamos otra cosa que eso. Por eso yo creo, contra uno de los dogmas más estúpidos de mi tiempo, que la literatura es útil; siempre y cuando no se proponga ser útil. Si se lo propone, se convierte en propaganda o pedagogía, y deja de ser literatura y deja de ser útil".
-En su libro, sin embargo, aclara que entender no es justificar.
"A mí siempre me han acusado de blanquear; si me ocupo de un fascista, blanqueo a un fascista; si me ocupo de un impostor, blanqueo al impostor; ahora me ocupo del Papa y me dirán que blanqueo a la Iglesia Católica. Me da exactamente igual. Lo que yo intento es entender por qué un fascista se hace fascista, por qué un impostor se convierte en un impostor, por qué la Iglesia Católica ha sido determinante en dos mil años de historia, !dos mil años¡ Y entender no es justificar; entender es darse los instrumentos para no volver a cometer los mismos errores. Esa es la misión de la literatura, es lo que nos da Shakespeare, lo que nos da Dante, Cervantes, Homero, los grandes, y es lo que los humildes como yo, pues intentamos dar también".
-¿Tener preguntas más que respuestas y convicciones?
"Eso es lo primero que tiene que hacer un escritor, y más cuando se enfrenta a un tema como este. Es decir, yo me eduqué en un colegio católico, mi familia es católica, mi país es católico, y yo dejé de ser católico, me convertí en ateo y anticlerical, como el Papa; bueno, el Papa es solo anticlerical. El primer ejercicio que yo tenía que hacer, y el más importante, era quitarme todos los prejuicios de encima, llegar al Vaticano con los ojos limpios. Yo a lo que iba era a hablar con figuras centrales, el prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe; intelectuales del Papa, amigos del Papa, cardenales, mujeres hoy con gran poder en el Vaticano, misioneros, etcétera, discrepando en lo que tenía que discrepar, pero con los ojos limpios. Lo contrario de un escritor es un juez, el escritor no dicta sentencia. Shakespeare se pone en la piel de todos sus personajes, no los juzga, intenta comprenderlos a todos, incluso a canallas nunca vistos, como Ricardo III".
El verdadero escándalo
"Para mí lo esencial es la forma", explica sobre su literatura. "En este caso estamos ante una novela, pero como otras que he escrito, tiene parte de ensayo, tiene parte de crónica, de biografía, de autobiografía, etcétera. El resultado de todo eso es una novela sin ficción. Porque yo soy un novelista y construyo como un novelista. Y sobre todo porque la novela es el único género literario que tiene la capacidad de integrar todos los demás géneros y de trascenderlos, de darle su sentido".
-¿Cuál es para usted la locura de este libro?
"Yo entiendo que este será un libro conflictivo, es lógico. En algún momento digo si un libro sobre la Iglesia de hoy no es un escándalo, es que no es un buen libro. Porque el cristianismo es escandaloso. ¿Qué es esto de la resurrección de la carne y la vida eterna? ¿Que vivimos después de vivir? !Qué locura es esta¡ (se ríe con ganas). Este libro es una locura, total y absoluta, porque el cristianismo es una locura, si se toma en serio. Lo que pasa es que dos mil años de historia lo han convertido en una cosa conservadora, previsible, mansa; pero Jesucristo no era manso, !para nada¡ 'Yo no he venido a traer paz, sino espada', era un revolucionario y fue crucificado porque era un tipo peligroso, que desobedecía las leyes, que hacía cosas que estaban prohibidas".
-Llama la atención que use la palabra "escándalo", que se asocia más bien a la farándula...
"Esos son escandalitos. Este es el gran escándalo. La literatura también tiene que ser escandalosa, tiene que sacudir al lector, tiene que sacarlo de sus casillas, obligarlo a ver las cosas de un modo distinto, incluso a veces tiene que irritarlo. No hay conocimiento sin sacudida. Yo era anticlerical en el sentido absolutamente antiiglesia, anticatolicismo y antitodo, de una manera muy radical, entonces he tenido que quitarme eso para ir ahí a ver qué es lo que hay. Y cuando he acabado me he dado cuenta de que soy más anticlerical de lo que era, pero en el sentido que lo es Francisco, en un sentido correctísimo, que cualquier católico debería compartir, empezando por la jerarquía católica".
Un anticlericalismo que en Francisco, dice Cercas, estaba desde antes de que se conocieran los abusos de la Iglesia. "Cuando Francisco habla de anticlericalismo, lo que quiere decir es lo siguiente: el clericalismo es esa idea perversa de que el sacerdote, el clérigo, está por encima de los fieles. A esa idea, Francisco la llama el cáncer de la Iglesia. Y tiene toda la razón. Los abusos sexuales son una consecuencia del clericalismo: es una forma de ejercer el poder sobre el fiel. En el momento en el que él, en 2018, en ese viaje infausto a Chile, se da cuenta de la magnitud del problema, su discurso anticlerical se vuelve mucho más duro".
Curiosamente, en su libro el autor cita los "Nuevos sermones del Cristo de Elqui", de Nicanor Parra, y afirma que el Papa podría suscribir perfectamente lo que dice el poema. Pero lo que de verdad sorprende es que luego tome prestada esa voz para opinar sobre el Papa. Es como si el narrador se hubiera quedado sin palabras y recurriera a los versos, a la poesía, a la "intuición poética".
"Esto es una cosa muy rara, que yo no tenía prevista y que no sé de dónde sale; efectivamente, yo imposto la voz del Cristo de Elqui, hasta el punto de que la editorial pensó que ese poema lo había escrito Parra. Es lo más bonito que me han dicho en mi vida. Al principio del libro está ese poema maravilloso y pensé que era lógico que al final el Cristo de Elqui diera su opinión sobre el Papa, porque este es un libro loco, porque el Cristo de Elqui estaba como una cabra, y porque el narrador es un loco también. El narrador se identifica con el loco de Nietzsche (en 'La gaya ciencia'), que sale a la calle de día con una lámpara encendida, gritando por los mercados, por las plazas, 'Dios ha muerto, Dios ha muerto, y nosotros lo hemos matado'. Y la gente olvida, o no sabe, que ese loco no está feliz, no está eufórico. Ese loco está desolado, porque si Dios no existe, como dice Ivan Karamazov, todo está permitido. Porque si Dios no existe el fundamento de nuestra civilización se ha venido abajo".
Un acto de coraje
Desde 2024, Cercas es miembro de la Real Academia Española, donde ocupa la silla que antes le perteneció a Javier Marías. No es extraño, entonces, que en su libro se refiera al "problema gravísimo" que tiene la Iglesia con el lenguaje. "La Iglesia se asocia al poder más conservador, más oxidado, y su lenguaje es conservador, es oxidado y es incapaz de seguir transmitiendo lo más vivo, lo más revolucionario, lo más escandaloso del cristianismo. Y encima, la Iglesia se encierra en una especie de lenguaje secreto", afirma. Y pone como ejemplo la sinodalidad, "uno de los conceptos fundamentales del papado de Francisco". "¿Hay alguien que entienda esa palabra? En este libro no he intentado resolver ese problema, no me corresponde, pero sí he intentado hablar de cosas tan viejas, tan oxidadas, con un lenguaje distinto, hacerlo con sentido del humor".
-¿Qué valor le da usted al humor?
"El humor es capital para mí, y lo es también para Francisco, ojo. Él es un hombre que ha reivindicado una y otra vez el sentido del humor. Lo que más se le parece, dice él, es la gracia, que es lo más importante en el cristianismo. Yo he intentado hacer un libro gamberro, ¿se dice también así en Chile? Parriano, si tú quieres, porque Parra era precisamente un gamberro. Y está muy bien que el espíritu de Parra recorra este libro, como lo recorre el Cristo de Elqui, de arriba a abajo, porque creo que el lenguaje lo es todo, es la representación de la realidad. Y sin una renovación profunda del lenguaje, la Iglesia tendrá muchos problemas".
"Igual que un misionero que va a Mongolia necesita inculturarse en Mongolia, es decir, aprender el lenguaje, las costumbres, el modo de vida -argumenta-, la Iglesia necesita inculturarse en Occidente, necesita adoptar el lenguaje de Occidente, no puede seguir con ese lenguaje que suena a viejo, y nada atractivo".
-Empezando por el padre Ernesto, usted no oculta su admiración por los misioneros que conoce en Mongolia.
"Es imposible que no sientas admiración por esa gente. Ahí está lo mejor de la Iglesia, sin la más mínima duda. Un cristiano ideal para Francisco es el misionero, que es el loco de Dios por excelencia, porque hay que estar loco para hacer lo que hace esta gente. La Iglesia, como él dice in uscita , en salida, que va a buscar al otro. El quería ser misionero, quería ir al Japón, pero no pudo hacerlo porque debido a una pleuresía, le cortaron un trozo de pulmón, cuando era muy joven".
La única pregunta que Javier Cercas no les hizo a sus anfitriones en el Vaticano fue por qué le ofrecieron a él esta oportunidad. La respuesta parece darla este libro. "En cierto modo, haberme elegido a mí deriva de esa concepción misionera del Papa -reflexiona-; la visión de que la Iglesia no se puede encerrar en sí misma, lo que tiene que hacer es ir a hablar y a confrontarse con los que no son Iglesia, con los budistas, con los musulmanes, con los ateos. O sea que al ofrecerme a mí este libro, lo que han hecho es establecer un diálogo con los ateos. Es un acto de coraje, un modo de decir nosotros no tenemos nada que esconder, venga usted que no es de los nuestros, vea y cuente. Y tengo que decir una cosa muy importante: me han dado una libertad total, me han facilitado todo, y es más, ni siquiera me pidieron leer el libro".
-"Soy escritor porque perdí la fe", dice en el libro. ¿Hay efectivamente una causalidad?
"Yo perdí la fe y me fui a la literatura en busca de las certezas, el sosiego, que yo había encontrado siempre en la religión. Claro, eso era un error, porque la auténtica literatura nunca proporciona certezas. Yo quizás no hubiera sido escritor si no hubiera sido porque perdí la fe. Pero también es verdad que cuando tú has tenido la fe y la pierdes, siempre hay algo que falta. La literatura en mi caso viene a tapar ese hueco, pero el hueco existe".
"Ausencia tangible", lo llama.
-Usted revela las contradicciones de Francisco, pero finalmente dice que es un cristiano sentado en la silla de san Pedro.
"Es el mejor elogio que se puede hacer de un Papa. Lo hizo Hannah Arendt (sobre Juan XXIII). Francisco es un personaje muy complejo, yo he tenido la suerte de poder acceder a testimonios de personas que lo conocieron en otra época, testimonios que no están publicados. Y claro, él siempre ha sido un hombre de poder, con sus muchos defectos y con sus ramalazos autoritarios y hasta de soberbia. Lo que pasa es que es un hombre que ha batallado a muerte consigo mismo, y esto es lo que lo convierte en un tipo realmente interesante, valioso, meritorio. Ha batallado consigo mismo y ha ganado. ¿Verdad? Por lo menos no ha sido derrotado, que es lo máximo a lo que podemos aspirar".
Sobre el legado del pontífice fallecido este lunes, afirmó en la entrevista: "Los cambios en la Iglesia se producen muy lentamente, pero también son muy seguros. Por eso yo creo que va a ser muy difícil revertir los cambios más importantes de Francisco. Contrariamente a mucha gente, yo pienso que no va a ser tan fácil volver atrás. A lo mejor la Iglesia, esto lo dijo Benedicto no Francisco, va a ser más pequeña, pero más militante, más comprometida, más misionera, más de verdad. Sobre todo en los lugares donde era más fuerte, como Europa, por ejemplo. Una de las grandes revoluciones es que Europa ya no es el centro del cristianismo, ni de la Iglesia Católica, por supuesto. Es Latinoamérica, sobre todo, África; eso es una tremenda revolución y se refleja en el papado de Francisco".