Viernes, 02 de Mayo de 2025

La mística de un barrio devorado por la gran ciudad

ColombiaEl Tiempo, Colombia 1 de mayo de 2025

‘La Negra Luna y los siete bobos del paraíso’ Nueve editores

‘La Negra Luna y los siete bobos del paraíso’ Nueve editores.

Un relato de ficción con tintes autobiográficos cobra vida en las páginas del nuevo libro del director, guionista y periodista Álvaro Perea. Desde la mirada de unos jóvenes de un barrio de clase media de la ciudad, La negra Luna y los siete bobos del paraíso recorre sucesos relevantes de la época mientras narra en primera persona las vidas de los tres protagonistas. En la obra se tejen dos tramas principales: la vida de los ‘siete bobos’ y su relación con la Negra Luna, una figura que funge a la vez como personaje y como metáfora del destino; y las desventuras de uno de los protagonistas, Alejandro, que en su refugio en la escritura para cine se encuentra con múltiples plagios y engaños. EL TIEMPO conversó con el autor, reconocido también por su largometraje Una selfie con Timochenko y por su documental De sicario a youtuber. ¿De dónde surge la idea de este libro? La idea es algo que yo tenía metido dentro de mí desde hace mucho tiempo y se me había vuelto casi una obligación. Yo había pospuesto mucho la escritura de esta novela porque no tenía el tiempo suficiente para dedicármele con el compromiso que yo sentía que requería. Esta novela nace de la voluntad de dar cuenta de unas historias que yo siento que han sido muy olvidadas y muy negadas dentro del panorama de la literatura no solamente colombiana, sino latinoamericana. Son aquellas que tienen que ver con lo urbano visto desde los barrios, porque se ha hablado mucho desde los grupos intelectuales, universitarios o desde la música, aunque mi novela tiene mucha música. ¿Cómo es este barrio de la Negra Luna? La novela parte de un universo aislado, de un barrio que, en cierta medida, podría ser considerado periférico, no periférico en el sentido de ser un barrio pobre o marginado, sino porque quedaba aislado de lo que era el centro, existía la Universidad Nacional y se terminaba la ciudad. Y ahí al lado crece un barrio que comienza estando muy aislado, que genera sus propias culturas, su propia mitología, su propio modo de ser; y después ese mismo barrio va siendo como cercado por el resto de la ciudad que va creciendo hacia allá y termina en la mitad, pero aún siendo una especie de isla. Al principio es casi que un paraíso porque es un mundo como ideal en donde todos los pelados, que son muchísimos, se comportan con mucha libertad y son muy iguales, pero después son devorados por la cultura de la ciudad y del país y se convierte, más que en un paraíso, en un purgatorio del que no se puede salir, por eso lo llamaban Salsipuedes después. Las personas que habitan en este lugar se vuelven incapaces de vivir en otros mundos porque tienen una manera de ser muy distinta al del resto de la sociedad. ¿Cómo se mezcla lo autobiográfico y periodístico en esta ficción? Son como siameses. Para mí es imposible escaparme de mi formación periodística y del estilo periodístico, yo necesito investigar, corroborar datos. Como esto está permeado por la historia de Colombia, la historia de los personajes se va mezclando con los hechos reales que nos han marcado a todos los colombianos. Hay una simbiosis entre hechos como la toma del Palacio de Justicia, que fue estructural para mi generación, pero se vivió de diferente manera. Es como mirar los acontecimientos desde la visión subjetiva de una persona externa que, mientras ve lo que sucede, no se imagina todo lo que va a conllevar... Es como la forma en que las personas que no son personajes o celebridades intervienen en la historia y son intervenidas por ella. Esa es la manera como se teje lo histórico y lo periodístico con lo literario, lo personal y lo privado. ¿Cómo funcionan esas varias primeras personas? Son tres narradores. Cada uno tiene un registro distinto porque los tres tienen diferencias en sus caracteres, en sus ambiciones y en sus maneras de ver los mismos hechos porque los atraviesan de diferente manera. Eso es lo que está plasmado ahí, unas psicologías que, aunque son muy personales, yo aspiré a que fueran arquetípicas. Uno es el tipo más pragmático y utilitarista, otro es más romántico, y la otra encarna lo femenino, que tiene que ver con el romance, pero también con lo atrevido y con el cuidado. Al pensar en obras sobre la vida en el barrio, es imposible no pensar en Víctor Gaviria, ¿hay algo de inspiración en su trabajo para este libro? Yo conozco el trabajo de Víctor porque yo también intento hacer cine y lo admiro mucho, pero él ha estado muy centrado en lo marginal, en las comunas, en los muchachitos del no futuro (...). Creo que de Víctor puede haber algo en la búsqueda de la autenticidad y la sinceridad. Hay críticos que han dicho que lo mío se parece más a Andrés Caicedo, a Opio en las nubes, de Rafael Chaparro, o a Sin remedio, de Antonio Caballero. Yo pienso que tiene algo de eso, pero tiene también otros elementos metafísicos y unas mitologías personales. Lo mío es más inspirado, tal vez, en el primer Vargas Llosa de los cuentos, de El desafío, de La ciudad y los perros, y quizás algo de un libro de Estados Unidos que se llama Ringolevio.
LAURA MANUELA CANO - ESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL TIEMPO
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