El velatorio del expresidente, que duró casi 30 horas, llegó a su final este jueves sobre las 17.30; una multitud dio cierre al evento desde la Avenida Libertador con la entonación de "A don José", entre llantos, cánticos y gritos de aliento.
Ya había pasado prácticamente todo. La noticia de la muerte, que aunque todos esperaban generó un shock grande, mundial. El cortejo fúnebre y los llantos demiles de frenteamplistas en las calles, esquinas y veredas del Centro de Montevideo. El ingreso del ataúd, cargado por el presidente Yamandú Orsiy el secretario de Presidencia, Alejandro Sánchez, al Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo donde permanecería desde el miércoles a las 14.30 hasta ayer jueves sobre las 17.30 -para lo que faltaban unos minutos-. Ya se habían escuchado centenares de testimonios de dirigentes de su riñón, del Frente Amplio y fuera de la coalición de izquierda, de mandatarios de todas partes que expresaron su admiración y de militantes de a pie que se esforzaron por poner en palabras recuerdos difusos pero vivos a los periodistas que pedían que dijeran lo que se animaran. Y ya había llegado -y había partido- el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el personal amigo brasileño de Mujica que llegó hasta el Parlamento para despedirse, al igual que el mandatario chileno Gabriel Boric. Ya todo estaba entonces por terminar, cuando el silencio solemne en el Salón de los Pasos Perdidos se tornó de pronto denso. Lo único que por momentos se escuchaba eran los sollozos de la diputada y exministra de Vivienda, Cecilia Cairo, contenida por la también legisladora del MPP Julieta Sierra, y la tos de algunos de los presentes que esperaban ansiosos el penúltimo acto del velatorio.
Lo que venía ahora era el mensaje del exguerrillero -y compañero de penurias del fallecido en los años de dictadura en que ambos estuvieron en calabozos- Mauricio Rosencoff. "Sigo una conversación que tenía hace unos días", dijo el tupamaro antes de pasar a leer un poema cuyos versos se perdieron en el eco del amplio salón y pocos alcanzaron a retener más allá de alguna palabra aislada. Fueron ocho minutos de un recuerdo personal, que terminaron con un aplauso cerrado y ahora, otra vez, surgió otro silencio de expectativa, mientras dos hombres se movían de un lado a otro, preparando todo para la salida del ataúd a la escalinata del Palacio: Sánchez y el asesor presidencial Camilo Cejas.
Una vez apartada la montaña de ofrendas -que incluía un centenar de ramos de flores, cartas como la que dejó un niño: "Fuiste el mejor presidente", y banderas de Uruguay, del Frente Amplio y del MPP-, el cuerpo de blandengues tomó el cajón, y a paso bien lento comenzaron a caminar con él hacia la entrada principal, la que da hacia la avenida Libertador, donde la multitud frenteamplista aguardaba paciente con aplausos de emoción que espontáneamente emergían cada tanto, y que creció en intensidad y duración cuando el cajón empezó a asomarse por el corredor alfombrado. Ya cuando salió a la terraza de la escalinata, la multitud estaba coreando a "Pepe".
Y los llantos, que estallaron en casi todos los dirigentes de primera línea del Frente Amplio, como el presidente de la fuerza política, Fernando Pereira, el propio Sánchez y la vicepresidenta Carolina Cosse, recomenzaron una vez más.
Lucía Topolansky retirándose del Palacio Legislativo
Lucía en el centro
El cajón se situó en el primer rellano de la escalinata -detrás se pararon Orsi, Sánchez y la vicepresidenta Cosse- y Lucía Topolansky, la persona saludada con más afecto, emoción y sentido pésame en estas casi 30 horas de despedida, quedó arriba, apoyada con su hombro izquierdo contra una de las columnas de mármol.
Ahora, a las 17.08, el cantautor Mario Carrero -que estuvo con Mujica por última vez el jue- ves 8- comenzó a entonar con su guitarra "A don José", y el público la cantó como si fuera un himno, y culminó como tal: con aplausos y un silencio seco, que fue roto otra vez para vitorear, corto y fuerte, pero no del todo nítido, "viva Lucía". La secretaria de toda la vida de la exvicepresidenta, Silvia Carrero, aferrada a la viuda, le susurró a Topolansky lo mismo, para que advirtiera la alusión de la gente: "Viva Lucía".
Luego vino otra vez el silencio hasta que Daniel Placeres, exdiputado del MPP, con el rostro descompuesto por la emoción, parado unos metros detrás de Topolansky, miró al cielo, formó con sus manos una bocina, y gritó: "Pepe, ahora y siempre". Lo repitió dos veces, mientras el llanto se lo permitía, y la multitud abajo le respondió con lo mismo.
Esa fue de algún modo la señal de que, ahora sí -el cajón estaba partiendo en la carroza fúnebre de Martinelli-, todo había terminado. Con una agilidad que contrastó con sus habituales movimientos lentos, Topolansky giró y emprendió otra vez hacia adentro. Recibió antes de irse algunos últimos saludos y obsequios, y se encaminó, como Orsi, Cosse y todo el equipo de este gobierno, hacia la salida por General Flores.
Al ganar la calle, caminando sola, como si necesitara un poco de espacio, un militante se le acercó para decirle que mantuviera "la cabeza en alto", y la viuda del exguerrillero y de quien presidió Uruguay entre 2010 y 2015 y fue luego un ícono planetario, le respondió con la mirada.
Su auto estaba allí cerca, pero, antes de subirse, parte de la multitud que había comenzado a desperdigarse por la circunvalación del Palacio Legislativo la advirtió e inició el último cántico de estos funerales: "Lucía, el pueblo está contigo". Lucía se volteó a mirar, dijo "gracias" y se subió al vehículo.
Más de 100 mil dijeron adiós
Nadie tiene el cálculo exacto, pero varios buscaron tener una idea aproximada de la multitud que, entre el miércoles y el jueves, se acercó hasta el Palacio Legislativo para despedirse o dejar una ofrenda al lado del ataúd. SebastiánValdomir, presidente de Diputados y legislador del MPP, estimó que pasaron por allí más de 100 mil personas, consignó VTV Noticias.