Martes, 20 de Mayo de 2025

Estancia María Dolores

UruguayEl País, Uruguay 20 de mayo de 2025

Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Lo que no se dice, lo que se hace sin escribir, lo que se firma entre bambalinas, suele ser lo que más afecta al pueblo

Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Lo que no se dice, lo que se hace sin escribir, lo que se firma entre bambalinas, suele ser lo que más afecta al pueblo. En Uruguay, la discreción no siempre es virtud: a menudo es el camuflaje del acomodo. A tan solo ocho kilómetros de Cerro Norte, en Florida, el Instituto Nacional de Colonización (INC) concretó la compra de más de 4.400 hectáreas por US$ 32,5 millones. Se habla de justicia social, de "honrar al viejo", pero los hechos -una vez más- dejan un sabor agrio y una sospecha en el aire: ¿para quién es realmente este negocio?

¿Quiénes serán los beneficiados? ¿Trabajadores rurales de verdad, o militantes del Frente Amplio bien acomodados? ¿Productores necesitados o los amigos del poder? ¿Será éste otro reparto silencioso como tantos otros que se han hecho pasar por política social?

Pero lo más llamativo -y sospechoso- es lo que no se enfatiza: las comodidades que trae consigo la estancia María Dolores. No es campo pelado. Hablamos de una propiedad con varias casas perfectamente construidas, galpones de maquinaria en excelente estado, infraestructura de riego avanzada, caminos internos consolidados, corrales y manga completa, energía eléctrica instalada y agua potable en todos los puntos productivos. En otras palabras: un complejo agroindustrial operativo, listo para ser explotado. No es cualquier campo: es una joya rural ubicada en el corazón de la cuenca lechera.

Entonces, la pregunta incómoda: ¿quién se quedará con esas casas, esos galpones, ese riego, esa infraestructura montada con años de inversión? ¿Serán sorteadas? ¿Asignadas por mérito? ¿O se adjudicarán a dedo, como tantas otras veces?

El presidente del INC, Eduardo Viera, promete agilidad, viabilidad, líneas de crédito, obras y programas. Pero lo que no promete -ni menciona- es transparencia. Porque no alcanza con ser honesto: hay que parecerlo, y este negocio no lo parece. Cuando una inversión pública de esta magnitud se aprueba solo con los votos oficialistas, con apuro y en medio de una coyuntura cargada de emoción y prensa, la sospecha deja de ser paranoia para convertirse en legítima preocupación.

El dicho es claro: si tiene cola, cuatro patas y ladra... es perro. Y esto huele a reparto, no a justicia social.

No se puede honrar un legado con opacidad. No se puede hablar de los pobres mientras se negocian privilegios. Y no se puede llorar por el Pepe con una mano en el corazón y la otra firmando títulos de propiedad para los de siempre.
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