El arte de gobernar
Rafael Herz
En un contexto mundial marcado por la polarización política, la crisis climática, cambios en las alianzas geopolíticas y los desafíos económicos, el arte de gobernar debería responder a tres preguntas esenciales: ¿para qué se gobierna?, ¿qué se busca transformar?, y ¿cómo se logran esas transformaciones? Muchos gobiernos, desde la campaña, tienen bastante claro el "para qué", basado en prioridades ideológicas
Rafael Herz
En un contexto mundial marcado por la polarización política, la crisis climática, cambios en las alianzas geopolíticas y los desafíos económicos, el arte de gobernar debería responder a tres preguntas esenciales: ¿para qué se gobierna?, ¿qué se busca transformar?, y ¿cómo se logran esas transformaciones? Muchos gobiernos, desde la campaña, tienen bastante claro el "para qué", basado en prioridades ideológicas. Así, por ejemplo la administración Trump tiene claro el rechazo a la inmigración, el dejar de lado diversidad, equidad e inclusión, y piensa que lo que se requiere es retomar una posición nacionalista. En el mismo sentido, la administración Milei centró su campaña y ahora su gobierno, en ideas "libertarias", con el simple mensaje de reducir el rol del estado. Como ejemplo del otro extremo ideológico, López Obrador y ahora Claudia Sheinbaum en México centran su mensaje de "para qué" en crear un mayor rol del gobierno con la respectiva intervención económica. Ya cuando se trata de la dimensión del "qué", las prioridades, las políticas públicas, o el fortalecimiento institucional muchas veces quedan cortos frente a la ambición ideológica. El problema se profundiza cuando los gobiernos no definen claramente qué quieren cambiar o se dispersan en iniciativas cosméticas y no hacen seguimiento a las iniciativas. Ejemplos preocupantes nacen de cambios en las personas claves de las administraciones, como es el caso del Perú, donde la inestabilidad política ha impedido que se establezca una agenda de transformación duradera. Y en muchos casos, incluyendo EE. UU. y en autocracias como China y Rusia, el "qué" se convierte en posiciones unilaterales del gobierno. Sin un "qué" claro, gobernar se convierte en una sucesión de gestos vacíos y reacciones improvisadas. En cuanto al "cómo" existen dos falencias diferentes pero igual de complejas. Por un lado, gobernar con autoritarismo y sin transparencia deslegitima las mejores intenciones. Muchos gobiernos, aún elegidos democráticamente, no buscan la diversidad de ideas y el debate político, sino basan su actuar en un estilo confrontativo, que dificulta la construcción de consensos incluso cuando algunas de sus propuestas tocan temas estructurales urgentes. Ejemplos incluyen cuestionar la separación de poderes, como en EE. UU. o en la época de Bolsonaro en Brasil. A esto se suma, cuando los gobiernos no tienen experiencia en la transformación de la "idea" en proyectos concretos y/o en gestión elemental y seguimiento. En ese sentido, el "cómo" es, primordialmente, una cuestión técnica y pragmática, pero una decisión política para lograr la implementación y no quedarse en lo ideológico. Gobernar debería ser un acto orientado al bien común y para mejorar la vida de las personas. Sin embargo, no puede ser una improvisación. Quienes ocupan el poder deben tener claridad sobre el propósito de su gobierno ("para qué"), establecer prioridades transformadoras ("qué") y adoptar un estilo coherente con los valores democráticos y con la implementación de los proyectos transformadores("cómo"). El futuro de nuestras sociedades dependerá de quienes sepan responder con responsabilidad a esas tres preguntas fundamentales al gobernar.
Analista Internacional.